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Diario YA


 

José Luis Orella: El ajedrez ucraniano

 

 

Ucrania se desliza hacia la división social. Finalmente ha quedado claro que el rechazo al acuerdo con la UE, en realidad escondía una nueva revolución. (El ajedrez ucraniano)

 

 

El matrimonio homosexual y el ejemplo de Francia

Pedro Sáez Martínez de Ubago. Es triste ver cómo cerca de un millón de personas se manifestaron en París en contra de la denominada <Ley Taubira> que regulará el matrimonio homosexual y la adopción por parte de parejas del mismo sexo. Y ver las continuas reacciones que la posible ley está suscitando, tanto entre las confesiones religiosas, que consideraron que la Ley Natural sobrepasa y, como se ve en el caso, aúna a los más diversos credos (no faltaron judíos, musulmanes, protestantes, cristianos ortodoxos ni católicos) con cierta rectitud ética con personajes tan dispares que pueden ir desde la controvertida como la humorista Frigide Barjot, para quien esta cuestión "no tiene nada que ver con la religión ni con las ideologías, ni mucho es homófoba, como quieren hacer creer sus enemigos"; hasta el duque de Anjou, según cuyo criterio “Nuestra historia común, la de Francia, se ha construido sobre la base de la familia. Mil años de historia reposan sobre una familia de la que yo soy el heredero, el hijo mayor, y que tengo la inmensa responsabilidad de representar”.

En efecto, fuera de prejuicios y condicionamientos culturales o sociopolíticos, desde una perspectiva estricta y asépticamente filológica, según su etimología, la palabra matrimonio viene del latín matrimonium, derivado de matris (genitivo de mater ‘madre’) y de munium, que quiere decir "función, cargo" –así se ve en Titi Livio Munus vigilarum obire (servir de centinela) en Cicerón Tuum est hoc munus (eso es deber tuyo) o Terencio Munus administrare Desmpeñar un cargo) o sea, el derecho que adquiere la mujer que lo contrae y las funciones que vienen a corresponderle. Y algo similar ocurre con la voz patrimonio. Lógica consecuencia de  toda la autoridad que en el derecho se confería a la figura del “pater familias”.
 
En ese sentido, y desde un punto de vista semántico, con la evolución del latín y la decadencia del imperio, se va gestando la dicotomía patrimonio y matrimonio donde ambas voces aludirían a funciones sociales distintas, propias de una cultura patrialcal  -por no entrar en la actual oposición entre feminismo y machismo- donde la administración de los bienes de la familia recae en el varón, mientras que mater se restringiría al ámbito familiar. Así, hoy, de patrimonio derivan expresiones administrativas como “sociedad patrimonial”, mientras que de matrimonio surge una expresión como  régimen matrimonial, régimen económico matrimonial o régimen patrimonial del matrimonio es el estatuto jurídico que regula la relación económica en un matrimonio de los cónyuges entre sí y de éstos respecto de terceros. Y de ahí derivará, igualmente la palabra Patria, de la cual la familia es célula esencial.
 
Así pues, la palabra matrimonio viene del latín matrimonium, que significa: ‘condición legal de madre, oficio de madre’. Y es, a su vez, una palabra compuesta de la forma prefija: matri-, derivada del genitivo: matris, que significa: ‘de madre’, con la forma sufija: -monium, derivada de munus, en la etapa del latín arcaico moenus, que significa: ‘condición legal, oficio’.
 
Por consiguiente, de lo anterior se derivarían unas consecuencias socio-jurídicas, en virtud de las cuales, la voz matrimonium define la condición legal de mater familias, condición a la cual accede la mujer soltera al contraer matrimonio; lo cual quiere decir que el matrimonium significa jurídicamente para ella, en el seno de la sociedad, más bien un destino, un oficio que un simple acto. Un oficio que, por naturaleza, consiste inequívocamente en el poder (derecho) y en el deber (obligación) de engendrar legalmente en su seno materno a los nuevos ciudadanos como fruto de su relación sexual legal con el pater familias; en parirlos, tras haberlos gestado responsablemente en su vientre; en amamantarlos personalmente con la leche de sus pechos y en criarlos y educarlos solícitamente, con el apoyo y colaboración legalmente obligatorios del mismo pater familias y de toda la sociedad. 
 
Y, también e igualmente, en virtud de dichas consecuencias socio-jurídicas, la política y las leyes y las costumbres, si se orientan, como es debido al Bien Común de la sociedad, o de la patria, en tanto conjunto de familias, deben acompañar todas estas funciones maternas de una serie de medidas, tanto incitativas como penales, para garantizar su buen cumplimiento.
 
En tal marco, por la simple eticidad o adecuación de valores, el matrimonio sólo encontraría pleno vigor en el marco de la familia tradicional, que es lo mismo que el vínculo tradicional de la familia, dado que es imposible, por naturaleza, es decir, por ley natural, que tenga vigor alguno en la unión, por estable que fuere, de dos individuos del mismo género, que eso es lo que significa “homosexual” (del prefijo griego ομός ‘semejante, igual)  varones o hembras, porque tal unión estaría radicalmente cerrada a la posibilidad de ejercer el derecho y la obligación de engendrar y, consecuentemente, también, estaría radicalmente cerrada por la misma ley natural, a la facultad, derecho y obligación de la madre de gestar y parir el hijo engendrado del padre.
 
Si contrastamos la reacción de Francia, cuna de la Ilustración, ante una probabilidad, con el silencio de España ante el fallo del Tribunal Constitucional sobre la misma materia, se hace evidente que es una gran lección la que el conjunto de la sociedad francesa, a la que no se puede tildar de gazmoña, fascista, chupacirios, pusilánime ni mojigata… ha dado toda una lección a la actual sociedad española, donde los escrúpulos y respetos humanos inclinan la cerviz ante todo lo que no pueda sonar a “progre” o “políticamente correcto”, como es el caso de "defender los derechos de los niños y garantizar mediante la ley que tengan un padre y una madre".
 
Bien podríamos aprender en esta ocasión de nuestros vecinos del norte, cuya actitud ante este asunto universal podría rubricarse con las palabras que el poeta alemán Georg Friedrich Philipp Freiherr von Hardenberg, comúnmente conocido como Novalis, escribiera en la Carta a su madre, de Verano de 1793: “Creo que los ciudadanos más perfectos de un Estado son aquéllos que se entregan de lleno a sus familias. El bienestar de un Estado radica en el bienestar de la familia considerada como tal. Sólo a través de una familia estoy ligado de un modo inmediato a mi Patria”.