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Diario YA


 

LA CUARENTA DEL PAPA FRANCISCO

El Papa advierte de claras tendencias neomalthusianas

Fidel García Martínez. Ante un Vaticano cerrado y clausurado. Con la gran Basílica de San Pedro más sola que nunca; celebrando los grandes misterios de la Pasión, Muerte y Resurrección vía satélite, pero con solo el mínimo número de personas que no llegan a una treintena de personas elegidas, el Papa  Francisco, sin negar la dureza de la pandemia, ve una oportunidad para la esperanza  y  coraje con sus  actos sacramentales y su palabra encendida y profética. Procura que ese ese lugar misterioso y objeto de deseo informativo el Vaticano siga adelante con todos sus quehaceres  administrativos. Se cumplen todos los preceptos de las autoridades sanitarias civiles; allí  la ociosidad no tiene cabida, cada funcionario de la Santa Sede civil o eclesiástico trabaja en sus temas telemáticamente.

El Papa, además de atender a todas sus obligaciones de Sucesor de San Pedro y Primera autoridad política del Vaticano,  reza mucho; desde las primeras horas, 7am, celebra en   vivo y directo la Eucaristía en la Capilla de Santa Marta, muy sobria recogida: en su predicación directa y espontanea su pensamiento se dirige a todos los que están comprometidos en la lucha contra la gran pandemia mundial: sanitarios, policías, militares, gobernantes, científicos: pero siempre tiene un recuerdo muy especial, para las más indefensas: ancianos, niños y mujeres, víctimas de las guerras.

El Papa se confiesa semanalmente, todos los martes viene su confesor; según el mismo   tiene sus pequeños egoísmos. Tiene mensajes  muy directos para  los ancianos aislados en la soledad y en silencio. Pero piensa también en los que llama santos  de la puerta de al lado, que tienen nombre y función: Médicos, religiosos, sacerdotes, policías, militares y todos aquellos que cumplen con los deberes para que la sociedad  funcione. Llega a incluso a afirmar que se reconoce este milagro  de los santos, de estos  hombres y mujeres, si sabemos seguir estas huellas, estas dificultades terminarán bien,  Dios no deja las cosas a mitad de camino. Somos nosotros que las dejamos y nos vamos.

Esta crisis-dice el Papa-nos afecta a todos a ricos y a pobres, a sabios e  ignoran a justos y pecadores. Es una llamada de atención a la hipocresía. Le preocupa especialmente la hipocresía de ciertos personajes políticos que hablan de sumarse a la crisis, que hablan del hambre en el mundo y mientras hablan de eso, fabrican armas. Para el Papa es el momento del pobre. Están ocultos porque la pobreza es vergonzosa. Los pobres no son cosas que se descartan  sino personas. Por eso pide a todos que se preocupen de los ancianos y los jóvenes.

Una atención especial la merece al Papa las consecuencias económicas de la pandemia, felicita a los políticos porque están tomando medidas ejemplares con prioridades bien señaladas para defender a las poblaciones, pero advierte  que el pensamiento actual tiende una tendencia a dar prioridad a la economía y sacrificar a las personas, con claras tendencias neomalthusianas. Esto se ve en la selección de la gente según la posibilidad de producir, de ser útil, de lo que llama  cultura del descarte. Para el Papa recuperar la memoria es necesario, nos  va ayudar. No es la primera peste de la humanidad. Pero hay un peligro que pase como otras a ser una anécdota.

 

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