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Diario YA


 

"dejen una luz encendida en el confesionario para señalar su presencia y verán que la fila se formará"

El papa Francisco y su consejo a los sacerdotes

María Ferraz. En un reciente encuentro con sacerdotes romanos, el papa Francisco les dijo: «Dejen las puertas abiertas de las iglesias, así la gente entra, y dejen una luz encendida en el confesionario para señalar su presencia y verán que la fila se formará». Después del sublime legado intelectual de Benedicto XVI, necesario en ese momento de la historia de la Iglesia, este papa parece estar más a pie de calle y con un lenguaje más asequible y práctico, sigue exponiendo grandes verdades, corrigiendo suave pero firmemente a sus pastores. Muchos ya nos hemos acostumbrado a encontrar casi permanentemente las puertas de las iglesias cerradas, con la consiguiente pérdida de la riqueza que supone estar en oración íntima, frente a frente con el mismo Dios hecho hombre, presente en el sagrario. El papa recomienda tener la luz del confesionario encendida, pero, ¿qué ocurre cuando en la parroquia no existe ni dicho confesionario? Los responsables de algunas iglesias parece que tienen alergia a dicho mueble y la confesión se obstaculiza pues debe hacerse en el despacho del cura, o cara a cara, con la pérdida de privacidad que muchos penitentes desean y con los consiguientes inconvenientes, dando pie a relaciones de intimidad que ponen en peligro los votos del sacerdote.

 Ojalá los párrocos tomen nota de los consejos del papa, porque cuando Dios los llame a juicio, les pedirá cuentas en primer lugar de cómo celebraron el sacrificio de la Misa y en segundo lugar, de cómo cuidaron del bien espiritual de los fieles de la parroquia a ellos encomendada.