El paro de Zapatero
Abel Hernández. 5 de febrero.
La vertiginosa escalada del paro rompiendo todas las previsiones parece que no ha sacado al presidente Zapatero de sus optimistas ensoñaciones y de su permanente campaña de marketing electoral. Entre los observadores más responsables, incluidos altos cargos de los gobiernos de Felipe González, con los que he tenido oportunidad de hablar, ha cundido la alarma sobre la manifiesta insolvencia del actual gobierno y de su presidente ante la crisis.
En vez de abordar el tremendo problema, que ya empieza a afectar de lleno a las clases medias y que amenaza con un gran estallido social, se sigue vendiendo humo y distrayendo al personal con los fallos internos de la oposición o con el comportamiento de los banqueros, los jueces o los obispos. También las variaciones meteorológicas están dando mucho de sí este invierno. Pocas veces, desde el viejo régimen, se han llenado tanto los telediarios y las primeras páginas de los periódicos más oficiales hablando del tiempo.
Los enredos en la Comunidad de Madrid y la oportunidad de las elecciones regionales en el País Vasco y Galicia, además de los conflictos exteriores o las primeras andaduras de Obama también están dando mucho de sí para tener a la gente distraída del problema principal y mantener sorprendentemente con la que está cayendo el nivel de voto, que, según parece, es lo único que importa a Zapatero. No es difícil augurar que más dura será la caída. Lo malo es que producirá males colaterales gravísimos a toda la sociedad.
Estamos rozando una situación de emergencia nacional. Creo que es la hora de aplicar la norma de que a grandes males, grandes remedios. El Gobierno no tiene toda la culpa de la catastrófica evolución de la crisis económica en España; pero sí una considerable parte de la misma. La insolvencia de este gabinete, con el presidente a la cabeza, es clamorosa. Si no fuera porque las gravísimas circunstancias económicas y sociales no lo aconsejan, habría que pedir ya la dimisión de Zapatero y la convocatoria de nuevas elecciones, como ha sucedido en otros países europeos menos castigados que el nuestro.
Lo aconsejable hoy sería la formación de un gobierno de gestión con grandes figuras independientes, imitando lo que ha hecho Obama; un gobierno sólido, solvente y respetado, que administre unos nuevos “Pactos de la Moncloa” en los que participen las principales fuerzas políticas, sociales y económicas y que cuente con el asesoramiento de los principales expertos sin acepción de inclinaciones políticas o ideológicas, para salir del atolladero. Aquí, dadas las circunstancias, tiene mucho que decir el papel moderador de la Corona.
O se corta pronto la sangría del paro, o el país entero se desangrará. Así no se puede seguir. Si a Zapatero le preocupara el bien común de los españoles y si no estuviera obnubilado por el poder, tomaría inmediatamente en serio esta propuesta que, además, le serviría quizás a él para salvarse de la quema.