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Diario YA


 

José Luis Orella: El ajedrez ucraniano

 

 

Ucrania se desliza hacia la división social. Finalmente ha quedado claro que el rechazo al acuerdo con la UE, en realidad escondía una nueva revolución. (El ajedrez ucraniano)

 

 

EL VERDADERO PROBLEMA

El paro, los políticos y la corrupció

La última encuesta del CIS -a la que daremos credibilidad para no pecar de suspicaces- dice que los principales problemas que detectan los españoles son, por este orden, el paro, los políticos y la corrupción. Se me ocurre que, descontando la primera preocupación, terriblemente real con esos tres millones y pico de ciudadanos sin trabajo, la segunda y la tercera podrían subsumirse entre sí, siempre que entendamos corrupción, no solo en lo referente a los trapicheos económicos y a la manía de echar mano a las arnas públicas, sino también -como dice la RAE en su cuarta acepción, vicio o abuso introducido en cosas no materiales.
    Incluso la cosa tiene más sentido si buscamos los significados del verbo corromper; en este caso, todas las acepciones son aplicables al caso, pero, especialmente, la segunda: Echar a perder, depravar, dañar, podrir, perfectamente aplicables a la acción de esos políticos que preocupan sobremanera a los encuestados.
    No deja de ser curiosa, sin embargo, la escasa inquietud que siente la ciudadanía por la integridad de la nación, constantemente sacudida y amenazada, con más o menos virulencia y agitación callejera, larvada o manifiesta, por los nacionalismos separatistas (clara redundancia, en realidad); parece que se haya vuelto a apagar aquella llamarada de patriotismo que sacudió a todos y cada uno de nuestros puntos cardinales en las jornadas más candentes del procés. Acaso tenemos mala memoria o escasa información actualizada al respecto; basta con observar los grandes carteles instalados en las estaciones del metro de Barcelona: Ho tornarem a fer (“Lo volveremos a hacer”), así, sin tapujos…
    En todo caso, esa preocupación por los políticos reflejada por el CIS encierra, a mi modo de ver, un defecto de enfoque de muchos españoles, porque, tras esa desazón, se oculta nada menos que el problema de España, que no ha sido creado -seamos justos- por la actual clase política, pero sí que ella contribuye a agravar día a día con sus actitudes, palabras y hechos.
    El problema de España no parecía existir, por ejemplo, por el voluble Calvo Serer, pero sí para el Laín Entralgo, falangista en los años 50 del pasado siglo, siguiendo la estela y el patriotismo critico de tantos y tantos preclaros pensadores de antaño. Nuestro autor lo resumía con las siguientes palabras en el prólogo de su monumental obra: La cultura española (…) en cuanto empresa nacional, y sin mengua de tal o cual acierto aislado, no ha conseguido resolver de modo armonioso y continuo las varias antinomias operantes en el cuerpo vivo de nuestro país; antinomias entre instancias sociales vivas y acuciosas, no entre fórmulas doctrinales abstractas; proclamadas y esgrimidas, por tanto, con apasionada pretensión de exclusividad.
    Por lógica, no es el momento y el lugar de rescatar de aquella posterioridad de la historia lo que sostenía nuestro intelectual, que se consideraba a sí mismo como hombre pontificial, esto es, con vocación de tender puentes, por reducir a comunidad la dispersión, pero quizás sí de concretar de forma abreviada cuáles son las expresiones más evidentes de ese problema español a que nos referimos en la actualidad, y sin cuya resolución mal podemos responder a los grandes y graves retos que tenemos en puertas, tales como reafirmarnos  hacer frente a la mundialización, sin  dejar de aceptar sus presuntos beneficios; cómo contribuir a la construcción de una patria europea sin menoscabo de las primigenias patrias encarnadas en los Estados-nación; cómo avanzar en transformaciones sociales y económicas que impliquen una mejor justicia; cómo avenir unidad y variedad de España, visto el fracaso de la fórmula autonómica aplicada; cómo armonizar a los españoles entre sí, por encima de apasionamientos viscerales a favor de la imprescindible e ineludible tradición esencial y por las también imprescindibles e inexorables puestas al día que requieren otros tiempos y otras cuestiones.
    Y, como desafío fundamental y básico, cómo armonizar al hombre español consigo mismo y con su entorno, empezando por el de su dimensión trascendente, en línea de esa constante de nuestra historia. En una palabra, la solución estriba en  renacionalizar España y rehumanizar al español, en sus necesidades materiales, culturales, éticas, cívicas y religiosas.
    Mientras los políticos no se afanen en esta tarea y se vuelquen de lleno a esta misión histórica, seguirán figurando como preocupación -por sus carencias, ineptitud o egoísmos partidistas- en cualquier sondeo demoscópico entre los españoles pensantes. 

Manuel Parra Celaya