José Miguel Tenreiro. Todos conservamos en la memoria el caso de alguna persona que habiendo sido favorecida generosamente por la fortuna en un momento crucial de su vida, la falta de preparación y prudencia para asimilar tan inesperada situación le llevan, contra todo pronóstico, a un final desastroso.
En este país de chismes y marujeos estamos viviendo unos días de auténtico frenesí informativo a cuenta del hombre que ha tenido la suerte de conquistar el corazón de una de las infantas reales convirtiéndose así, de la noche a la mañana, en yerno del Rey y duque de Palma. La grave imputación de un delito de corrupción de los que, desgraciadamente, la clase política nos tiene habituados, ha desatado el clamor del populacho que, ávido de carnaza, desearía ver involucrada y procesada a su augusta esposa y a continuación poner en tela de juicio el actual modelo de Estado.
A los que tan ligera y frívolamente se atreven a emitir su veredicto, basados en los datos que profusamente ventilaron los medios en los últimos meses, es obligado hacerles saber las siguientes consideraciones:
Una Infanta real jamás hubiese participado en un hecho delictivo como el que ahora le imputan a su marido, por dos motivos fundamentales : el primero por la educación y formación recibidas en consonancia con su alta dignidad; y el segundo por su condición de mujer. Sobre esta última razón conviene recordar que las mujeres representan poco más de un 7% de la población reclusa en España, que alcanza un total de 83.000 personas. Es este un dato elocuentísimo que habla por sí solo de las notables diferencias en el modo de ser y actuar de los hombres y de las mujeres y que sólo la paranoia de los políticos se empeña en ignorar.
El duque de Palma, aunque deportista de élite, no ha recibido en absoluto tan esmerada educación y formación como su esposa. No obstante, su alta posición le hizo presa codiciada de un enjambre de aduladores y tiralevitas ansiosos de ganarse su favor. Personas que ocupan una tan privilegiada situación les lleva a vivir permanentemente en el punto de mira de los medios informativos y por ello debieran hacerlo también bajo la servidumbre, además del servicio de seguridad, de una institución que tutelase todos sus actos para evitar aun la sospecha de hechos tan desagradables y que nos hieren tan profundamente a la mayoría de los ciudadanos.