El peligro del lenguaje. Sánchez comete un error
Miguel Massanet Bosch.
No siempre se puede estar inspirado ni tampoco alertado ante la posibilidad inconsciente de cometer una equivocación. Seguramente en estos momentos el señor Pedro Sánchez, el actual presidente en funciones y líder del PSOE, se debe de estar arrepintiendo de haber cometido una de sus pocas licencias verbales. Él que, precisamente, se viene caracterizando por prodigarse poco en manifestaciones públicas, declaraciones a periodistas o comparecencias en Cortes, sabedor que en el cara a cara es donde tiene mucho que perder y poco que ganar, seguramente pensando que pasaría inadvertida, se metió en un berenjenal del que difícilmente se va a librar durante la campaña que le espera, si hay elecciones.
Cuando un mandatario en funciones, el directo responsable de haber mantenido al país cinco meses sin conseguir formar un gobierno, debido a no haber logrado conseguir los apoyos de sus propios correligionarios de las izquierdas, tiene que declararse impotente y tiene que recurrir a convocar unas nuevas elecciones para arriesgarse a que los resultados de las mismas acaben por dejar a su partido en similar situación a aquella con la que se ha visto obligado a enfrentarse, a partir de su éxito en las elecciones del mes de Abril; no tiene otra justificación para su fracaso, repito “fracaso” personal y falta de cintura política; cuando no ha tenido en cuenta las más elementales reglas de una negociación, tanto política como cualquier otra que se produzca en la actividad privada entre las personas, donde los negociadores deben de saber de antemano que, el oponente, no va a aceptar de buenas a primeras las ofertas que se le hacen y que antes concluir la negociación se impone un regateo a final del cual, si en la negociación impera la buena fe de los negociantes, se va a llegar a un punto de acuerdo en el que ambas partes habrán cedido en algo, pero se van satisfechas pensando que han conseguido una compra-venta u otro tipo de acuerdo, razonablemente bueno.
Pedro Sánchez se ha mostrado como la estatua de piedra del Comendador, diciendo que estaba dispuesto a negociar, pero ignorando lo que significa negociar para convertir el diálogo en monólogo y la negociación en una imposición sin contraprestación alguna que permitiera, a la otra parte, tener la más mínima excusa para poder aceptar. Como último recurso ha apelado a lo que, para él, se ha convertido en costumbre inveterada: mentir, acusar falsamente, engañar sin el más mínimo pudor y tergiversando la realidad, confiando en que aquellos que le han venido apoyando sigan tragando sapos y los que no lo han hecho caigan, como ilusos, en sus redes de pesca de votos que, con tanta habilidad y la colaboración de su gobierno de expertos en dar carnaza a los votantes para, como les ha sucedido en Andalucía durante los treinta y pico de años que estuvieron al frente de la comunidad, tener comprados a todos aquellos ciudadanos que sabían que, si no gobernaba el PSOE, iban a tener que trabajar más ( los PER han sido el cáncer que durante años ha tenido a muchos andaluces entregado en cuerpo y alma al partido que los subvencionaba como un modo de conseguir adeptos) y frecuentar menos los bares y cafés donde disfrutaban sus ocios a costa del resto de españoles.
“No dormiría tranquilo con Podemos en el gobierno”. Una frase lapidaria dicha como justificación de haberles dado la famosa “patada de Charlot” a los que, en un principio, eran sus acompañantes preferidos, sus amigos del alma y aquellos a los que les ofreció una vicepresidencia y varios ministerios para que le apoyasen en su investidura, los señores de Podemos Y empezó el juego. Podemos fue renunciando, uno a uno, a todos los condicionamientos que había puesto para apoyar a Sánchez sin que, a cada cesión que transcurría, lo único que lograban era una nueva humillación en forma de “no rotundo”. Finalmente, cansado de decir que no, Sánchez pensó que tenía en su mano un as y confesó a Podemos que lo que le impedía pactar con ellos era, precisamente, su propio líder, el señor Pablo Iglesias. Contrariamente a la que se esperaba, tampoco los socialistas dieron su brazo a torcer y vino aquello de “la pérdida de confianza” y así se fueron desgranado los sucesivos encuentros entre dos delegaciones en las que estaba claro que una de las partes no deseaba de ninguna manera “acostarse” con aquellos con los que estuvo flirteando al principio de este sainete, en él se ha llegado a convertir el intento de Sánchez de conseguir el apoyo del resto de la izquierda y, aún más, la abstención de la derecha y los liberales, eso sí, sin tener que dar nada a cambio, ni siquiera un acuerdo de legislatura para los grandes temas que pueden afectar o están afectando a España; en un fracaso total. Si señores, tenemos ante nosotros, sin duda al político clónico del señor Maduro, pese a que ha rechazado a aquellos que el dictador venezolano envió a España como avanzadilla de su intento de bolchevizar Europa. La semilla de un nuevo dictador está latente en el cuerpo de este señor que nos gobierna y que ha utilizado todo el juego sucio que puede usarse en política, para engañar a los españoles queriendo hacerles creer que aumentando el gasto público, endeudándose e incumpliendo los límites del déficit público, para poder disponer de más recursos para mantener el engaño de una España subvencionada en la que, sin esfuerzo y sin capitalistas, se iba a conseguir que la vaca de la economía siguiera dando leche por las ubres, suficiente para que, desde los políticos hasta el último pelagatos, tuvieran suficiente leche para “jartarse, hasta vomitar”. Lo malo es que no hay vacas que no coman, que no necesiten cuidados, que no enfermen y no se queden tísicas si, quienes las ordeñan, se empeñan en exprimirles las ubres hasta sacar la última gota de su leche.
Ya lo hizo cuando la campaña de meses que tuvo lugar con el gobierno en funciones antes de las elecciones de julio del 2018. Entonces utilizó un truco mediante el cual, sin el control de las cámaras de representación pública, a golpe de decretos-ley, fue otorgando beneficios a aquellos sectores de los que esperaba una justa correspondencia a la hora de acudir a las urnas. Fue criticado por ello, incluso se recurrió a los tribunales para evitar el abuso que representaba que se hurtase a la vigilancia del Parlamento la promulgación de normas a través del subterfugio del uso del decreto-ley. No se pudo atajar este recurso, por muy absurdo que pueda resultar para cualquier persona con un poco de sentido común, lo que nos hace suponer que, durante el poco tiempo que pueda durar, hasta el 10 de noviembre, el periodo que queda hasta las nuevas elecciones, suponiendo que acudamos a ellas; los socialistas van a culminar el desaguisado repartiendo lo que España tiene y lo que no tiene, entre aquellos electores a los que se va a querer amarrar para conseguir, para el señor Sánchez, un resultado satisfactorio en la nueva consulta que se avecina. Lo que pueda suceder después, cuando ya se encuentren en el poder, ya se nos ha avisado: impuestos y más impuestos y más recortes de las libertades y más empoderamiento para un Estado que ya se está convirtiendo, juntamente con los gobiernos de las autonomías, en verdaderos cancerberos que amenazan con dejar sin efecto lo que nuestra Constitución asegura como algo inherente a cada persona: el derecho de propiedad.
Pueden ser cuatro años en los que los españoles tengamos que pasar por el Vía Crucis de un gobierno conformado por el feminismo de las Calvo, Celaá, Montoro; la enorme facultad de vender trolas del señor Ábalos; la meliflua y tolerante actitud del señor Marlasca y la catalanidad de la señora presidenta del Congreso, señora Batet. No nos olvidemos de quien controla a nuestro Ejército, la señora magistrada Margarita Robles ( ¡qué sabrá ésta de la milicia!) desprovisto de sus funciones como defensores de la patria para convertirlos en meros “enviados de buena voluntad” para colaborar en traer a España la avalancha de emigrantes que ya se ha convertido en algo habitual, sin que lo que está sucediendo con la seguridad en Cataluña, con los manteros, los inmigrantes que no caben en los centros de acogida y el aumento indiscriminado de la criminalidad ( trece muertos en lo que va de año asesinados en las calles) y más de 20 delitos a la hora en Barcelona, que lidera el ranking de criminalidad entre todas las capitales de Europa, parezca que le alarmen lo más mínimo a la alcaldesa de la Ciudad Condal, señora Colau, a la que, como buena activista integrada en la sociedad de consumo, no le parece alarmante que Barcelona se haya convertido en refugio de delincuentes, lugar preferente para los okupas de viviendas y verdadero oasis para el ejercicio de su profesión de vendedores que no pagan impuestos ni tiene licencia para vender, de toda esta masa ingente de manteros que han sido capaces de poner en peligro la convivencia en Barcelona..
Sí, señor Sánchez, seguramente va a conseguir que, en los próximos comicios, los mismos que siguen pensando que va a hacer usted de Robin Hood, para esquilmar a los ricos para ayudar a los pobres, lo eleven definitivamente al poder. Quedará por ver si saca mayoría suficiente o tiene que volver a acudir en busca del apoyo de Podemos o cualquier otro partido de izquierdas. Incluso no descartaríamos que estos señores que se andan con tantos remilgos cuando se les propone acudir a las elecciones bajo una denominación que los abarque a todos, los señores de Ciudadanos y su voluble líder, el señor Albert Rivera, piensan que les irá mejor si van solos. Sin embargo, las encuestas no parece que los favorezcan ya que, prácticamente todas, los dan como perdedores de escaños. Y tenemos que darles crédito si quisiéramos sacar algunas conclusiones de una entrevista que le hicieron en la radio COPE al señor Rivera, en la que, en todo momento, hizo referencia al tándem Ciudadanos y PP, repitiendo en más de doce ocasiones las referencias al partido del señor Casado, lo que nos hizo pensar que ya están empezando a curarse en salud ante lo que podría resultar un resultado adverso para sus intereses políticos. Lo que parece evidente es que, aquellas ínfulas de convertirse en los jefes de la oposición parece que han entrado en vía muerta, a la espera de mejores ocasiones.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, tenemos que decir con todo franqueza que no nos preocupa nada si el señor Sánchez duerme soñando con Podemos o con su suegra y no creemos que su conciencia, a esta altura de su paso por la política, tenga espacio para remordimientos, arrepentimientos, dudas éticas o preocupación por los destinos de España. En realidad, tenemos la impresión de que tiene reservado todo su espacio para ocuparlo con sus irrefrenables aspiraciones de alcanzar el poder a lo que, sin duda, está dispuesto a sacrificar todo lo que sea necesario, incluso al pueblo español. Si quiere saber quiénes van a ser los que, durante el tiempo que pudiéramos tenerle al frente la nación española vamos a tener pesadillas, se lo voy a decir: todos aquellos españoles que estamos convencidos de que, bajo su mandato, España está condenada a volver a la situación en la que el señor Rodríguez Zapatero se la dejó al señor Mariano Rajoy. Y esto sí que duele.