El plumero de Mohamed VI
Tomás Salinas García
Ahora empiezan a verse claras cuáles eran las intenciones de Mohamed VI y su chantaje a Melilla. En el fondo de todo se encontraba el problema del Sahara. La ONU ha emitido un comunicado reclamando la ayuda de las potencias mundiales para solucionar la tensión de la zona. En el mismo insiste en que el principal escollo para unas negociaciones no es otro que Marruecos y recuerda a éste país su constante violación de los Derechos Humanos. ¿Dónde está la jugada? El Rey alauí lanza a sus camorristas contra la ciudad de Melilla y la somete a una situación de bloqueo, dejando muy claro en todo momento que pueden paralizar la localidad cómo y cuándo quieran, que nada ni nadie se lo va a impedir. Expone de este modo su poder frente a la debilidad de Melilla y coloca sobre la mesa su fuerza “diplomática”.
Es un mensaje hacia España. O se apoya su proyecto de regionalización de la zona, o las consecuencias serán de muy difícil digestión. Para Mohamed VI, cualquier otra alternativa atentaría contra la unidad, la integridad territorial y la soberanía nacional de Marruecos. Presionado por el exterior, ahora urge a desarrollar su proyecto, sin ni tan siquiera debatir las posiciones de los saharauis. Y para ello no ha dudado en mostrar su capacidad para secuestrar una ciudad española. Exteriores y la Diplomacia tienen un problema serio al que enfrentarse: o se cede ante el extorsionador, o se rinden ante sus pretensiones, dejando las ilusiones del pueblo saharaui huérfanas. Y, para colmo, al final del túnel hay un acuerdo de pesca que caduca en 2011. Pinta muy oscuro para el Sahara.