El poder de los hispanos en Estados Unidos
José Luis Orella. La manifestación de los hispanos de Estados Unidos en contra de las leyes discriminatorias contra los inmigrantes acaba de descubrir al gigante dormido. Los hispanos empiezan a ver cuales son las ventajas de aunar sus esfuerzos para poder ser considerados en la primera potencia del mundo. De los 285 millones de habitantes que tiene EEUU, los hispanos son 35 millones según el censo del 2000, a los que habría que añadir los 12 millones de ilegales no contabilizados. Esta masa social es bastante uniforme, ya que el 58,5 % son de origen mexicano, el 9,6 % puertorriqueño, el 3,5 % cubano y un 28,4 % reúne al resto de sudamericanos, centroamericanos y españoles. Estos últimos un escaso 0,3 %, pero en amplio ascenso el resto de nacionalidades, especialmente los salvadoreños.
Aparte de su número, su visibilidad es mayor al concentrase en la región suroeste del país. California tiene un 32,4 % de población hispana, Arizona un 25,3 %, Texas un 32 %, Illinois (Chicago) un 12,3 %, Nueva York un 15 % y Florida un 16,8 %. California y Texas reúnen entre los dos estados a la mitad de la población hispana residente en EEUU. Pero el gigante tiene los pies de barro al ser una de las minorías con menor proporción de estudiantes superiores y con mayor abandono de los estudios, especialmente entre los mexicanos, mientras los cubanos tienen unas cifras comparables a los blancos anglosajones. Sin embargo, el despertar proviene de la concienciación de la primera y segunda generación de nacidos en los EEUU, que con unos índices altos de formación, están proporcionando las minorías intelectuales necesarias para reconducir al gigante dormido. Un gigante que vive una cultura propia, con una lengua alimentada por periódicos y televisiones; y una juventud que llena las iglesias católicas de los irlandeses e italianos. Un elemento determinante en el voto, si tenemos en cuenta, que la defensa de los principios cristianos, proporcionó el decisivo traslado del voto hispano a la candidatura de George Bush, y su abandono se lo proporcionó al demócrata Obama.