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Diario YA


 

José Luis Orella: El ajedrez ucraniano

 

 

Ucrania se desliza hacia la división social. Finalmente ha quedado claro que el rechazo al acuerdo con la UE, en realidad escondía una nueva revolución. (El ajedrez ucraniano)

 

 

La oportunidad del cambio

El PP tiene en frente la ley D’Hondt y otras minucias

Miguel Massanet Bosch

“Deja pasar a veinte; y al veintiuno duro con él”. Con estas palabras, escritas en el poema “Caliban upon Setebos” del escritor y poeta británico, del SigloXIX, Robert Browning, en el que se trata del personaje Calibán, un salvaje primitivo que aparece en “La tempestad” de W. Shakespeare, que es esclavizado por el protagonista Próspero, en una exposición de los sufrimientos e injusticias de las clases deprimidas enfrente a un capitalismo opresor. Por supuesto que no voy a entrar en un análisis sociológico de la obra de Browning ni, por supuesto, nunca ha sido mi intención reavivar la eterna discusión de comunismo o capitalismo; pero sí comentar la injusticia manifiesta contemplada en aquel ejemplo en el que veinte pasan sin novedad pero ¡Ah!, el veintiuno, injustamente, es el quién se lleva el castigo que se ha regateado a los veinte anteriores. Y no me queda más remedio que insistir en lo equivocado del procedimiento electoral español. Y en su reparto de escaños por el sistema D’Hondt y sus divisores. Un procedimiento tan antidemocrático con resultados tan injustos como el que, UPyD, con 1.140.242 votos sólo haya conseguido 5 diputados y sin embargo AMAIUR con únicamente 333.628 votos, haya logrado obtener 7 o, como es el caso de CIU, con 1.014.263 votos haya cosechado nada menos que 16 escaños.

Si la Constitución de 1.978 establece que todos los ciudadanos somos iguales ante la Ley, Artículo 14º “Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social”. Resulta inverosímil aceptar que, un voto de un ciudadano en un lugar cualquiera de España valga menos que el que vota en otro pueblo, ciudad, capital o autonomía. Si por servidumbre democrática nos hemos tenido que tragar que los amigos de la banda terrorista ETA hayan entrado en el Parlamento español y se van a sentarse al lado de otros parlamentarios que llevan años luchando contra el terrorismo, en una situación abacadabradante, imposible en otros países civilizados; no nos queda más remedio que pensar que algo hay en España y en su ley Electoral que no funciona. Observar como partidos democráticos, como UPyD, con una notable cantidad de votos tienen que mendigar para conseguir grupo propio y CIU, con menos votos, vaya sobrada, es algo muy difícil de llegar a asimilar.

Tampoco se entiende que IU-LV, un partido por el que no siento la más mínima simpatía, pero que ha conseguido 1.680.810 votos; resulte que se ha quedado sólo con 11 diputados, cuando CIU, con muchos menos votos, ha conseguido 16. No hay duda de que estos partidos que tan poco favorecidos han salido por la aplicación de la ley D’Hondt tienen motivo para reclamar y quejarse de tan poca democrática distribución. Y puestos a hablar de injusticias, nada más faltaría que AMAYUR consiguiera que, por una incomprensible simpatía despertada en aquellos partidos que sólo condenan el terrorismo de boca para fuera pero que, en realidad, se siente solidarizados con él por aquello del independentismo o de que ETA, consiguieran influir en que le concediese grupo propio cuando, apenas hace unos meses, se rasgaban las vestiduras, como la mayoría de los españoles, porque el TC con su presidente al frente, el señor Pascual Sala y sus magistrados progresistas, cometieran la equivocación de legalizar a BILDU, lo que permitió a Amayur presentarse a las elecciones, algo que nunca debió ocurrir.

Ahora la patata caliente la tiene el PP, cuando la mesa del Congreso sea la que decida si se les permite constituir grupo propio a UPyD y Amayur. Si se admite que una lo pueda tener sin reunir los requisitos para formar grupo; es evidente que se deberá permitir a la otra formación que lo tenga. Si el 95% de la Cámara aceptaría de mil amores que el grupo de Rosa Diez consiguiera su propio grupo, lo que nos permitiría escuchar una voz autorizada e inquisidora, muy saludable para despertar algunos espíritus dormidos del hemiciclo; por el contrario, pocos estarían de acuerdo con concederle más poder y más voz al grupo proetarra, que se ha colado de rondón en el más alto órgano de representación ciudadana del que disponemos los españoles.

Y unas palabras dedicadas a toda esta colección de “graciosillos” de humoristas en paro, que se dedicaron a inventarse nuevas fórmulas para jurar la Constitución, algunas de las cuales tengo serías dudas de que fueran válidas, por implicar un grave desacato a la Carta Magna; habría que decirles que, si tan en contra están de nuestro sistema institucional, si no aceptan las reglas del juego y sólo que, a regañadientes la soportan; podrían utilizar un método más fácil, más creíble y mucho mas entendible: bastaría que renunciaran a todos los privilegios que comporta el ser miembro del Parlamento, empezando por sus retribuciones, que podrían ceder a los niños de Biafra, por ejemplo, y a todas los demás bagatelas que van inherentes al cargo. Resulta muy cómodo mostrarse grosero a la hora de prestar juramente a lo que constituye la base del Estado de Derecho, que es la Constitución, pero luego aprovecharse de todas las ventajas que comporta sentarse en el Parlamento. Y es que ya estamos hasta las narices de hipócritas que, primero se muestran muy de izquierdas, muy protestones y muy indignados pero, cuando tienen la ocasión de darse la buena vida, aquí los tiene usted siendo los primeros en apuntarse al banquete.

No es que sea, en estos momentos difíciles, lo primero de lo que tenga que preocuparse el PP, pero, durante los cuatro años que le restan de mandato, no debería olvidar los deberes que tiene pendientes y, uno de ellos, y no el menos importante, sería el acometer la reforma de la Ley Electoral para hacerla más justa y democrática, adaptándola al principio de que: cada persona un voto y todos los votos con el mismo pero específico. Por supuesto que existen otros temas urgentes a los que poner coto, como el del aborto (alguien ha dicho que, la princesa Leticia, lo exhibió en el extranjero como un derecho de la mujer ¡vaya que sea!); el tema de los matrimonios homosexuales y el gravísimo y urgente tema de la defensa del castellano y de los derechos de los padres a que sus hijos puedan exigir ser enseñados en la lengua oficial del Estado.

No quisiéramos que un exceso de “buenismo” del señor Rajoy; una obsesión para conseguir el apoyo de otros partidos del Parlamento o un empeño en no disgustar a los nacionalistas, para que no se diga que ha entrado como una apisonadora en la sede de la soberanía popular; le indujera a perder de vista el mandato que, mayoritariamente, le han concedido los españoles, precisamente para que no tuviera que depender de nacionalistas, de socialistas o de comunistas y pudiera poner las cosas en su sitio, aunque sea a cambio de imponer los votos de la mayoría del PP. No se olvide, don Mariano, de la forma en que le trataron los que ahora están en la oposición y de los resultados del acuerdo del Tinell, cuando se confabularon para que el PP no pudiera contar con ningún apoyo ni llevar una propuesta para ser debatida en la Cámara baja. Hay que gobernar aunque sea a costa de tener a los sindicatos en la calle, los indignados en las plazas y a los socialistas y comunistas tascando el freno de la desesperación, porque los españoles así lo hemos querido y, si tenemos que hacer esfuerzos para conseguirlo, sólo lo haremos si vemos un gobierno fuerte que no se deja amilanar por quienes han sido los causantes de la crisis. O así es, señores, como lo veo yo