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Diario YA


 

José Luis Orella: El ajedrez ucraniano

 

 

Ucrania se desliza hacia la división social. Finalmente ha quedado claro que el rechazo al acuerdo con la UE, en realidad escondía una nueva revolución. (El ajedrez ucraniano)

 

 

Tampoco le queda tiempo, al gobierno del señor Rajoy, de seguir esquivando el tema

El primer envite separatista a Rajoy: diada, amenaza de insumisión civil e ilegalidad

Miguel Massanet Bosch. Se puede decir que el tiempo de las especulaciones, los momentos de los preparativos y las estrategias han concluido y estamos a punto de tener que afrontar lo que puede que sea la antesala de una de las situaciones más problemáticas, tanto para la nación española, como para el propio pueblo catalán. Los que siguen emperrados en solucionar el problema de Catalunya por medio del diálogo, de las buenas maneras, de las cesiones y de lo que aún nadie ha logrado saber en lo que consiste verdaderamente, la tercera vía, deberán guardarse sus opiniones; porque lo evidente es que, los políticos catalanes, especialmente los más radicales (como es el caso del señor Junqueras de ERC), no tienen ninguna intención de solucionar el caso catalán recurriendo a la fórmula socialista de una España federal que acogiera, como un ente asociado, a la comunidad catalana. Al fin y al cabo ¿qué se le podría otorgar más a Catalunya que lo que ya no haya conseguido con su estatuto de autonomía? Existen en el mundo muchos estados federales o federaciones cuyos componentes no gozan de las facultades que el Estado español ha cedido a sus comunidades autónomas.

Tampoco le queda tiempo, al gobierno del señor Rajoy,  de seguir esquivando el tema o permitiendo que el nacionalismo catalán de un paso decisivo hacia lo que llevan buscando, desde que el señor Mas dijo aquello de “una Catalunya independiente”, hasta estos momentos en los que el Gobern se va a tener que decidir entre dejar de lado su órdago soberanista o seguir en su empeño afrontando las consecuencias, cualesquiera que estas fueran, de infringir la legislación de la democracia española y exponerse a las consecuencias que de ello pudieran derivarse. El señor Junquera ha acabado de agravar la situación recurriendo a la famosa quema de las naves de Hernán Cortés, sólo que, en este caso, de una forma política y simbólica, cuando se ha anticipado a Mas y a su recurso a supeditar la consulta por el derecho a decidir a que sea de forma legal; con una amenaza al gobierno Central de recurrir a la insumisión, la desobediencia a cualquier ley o medida encaminada a detener la consulta, llevándola a cabo en todo caso, sacando las urnas a la calle para que los ciudadanos, en contra de un pronunciamiento en contra del TC, depositaran sus votos en ella.

Y, precisamente a esta posibilidad es a la que, en muchas ocasiones, nos hemos referido desde estos comentarios. ¿De verdad están, el señor Rajoy y su ejecutivo, preparados y se han tomado  las oportunas medidas para que, en el caso de que se llegara a poner en práctica la insumisión en contra de la prohibición de llevar a cabo la consulta, se impidiera que se pudiera celebrar una votación, ilegal, prohibida pero, al fin y al cabo una votación? No olvidemos que ello supondría el que, los separatistas, por muchas medidas legales que luego se pudieran tomar en contra de su delito, se pudieran poner la medalla de que, la consulta al pueblo catalán se había llevado a cabo y que los resultados (en el caso probable de que les fueran favorables) habrían confirmado el deseo de los catalanes de separarse de España. Esta imaginaria situación se entendería desde el punto de vista de muchos partidarios, más o menos radicales, de un estado propio, como un signo de que el Estado no pudo, con todo su poder, impedir que los catalanes votasen.

Sin duda alguna, nadie puede pensar lo contrario, los efectos de la propaganda que desde hace ya varios meses se está llevando a cabo desde la totalidad de la prensa catalana, de sus televisiones y de cualquier medio informativo que pudiere existir, tal y como la radio, están haciendo en pro de convertir la Diada del 11 de septiembre, en algo más que una fiesta catalana, en una jornada de preparación reivindicativa y de exhibición de músculo nacionalista, va a conseguir que, dentro de Barcelona y otras ciudades importante de la autonomía la asistencia sea masiva a los actos previsto y se intente, como en el caso de la cadena humana de hace un año, que para la televisión, la prensa y puede que para el extranjero, se de la impresión de masificación de la petición secesionista. Tengamos en cuenta que, Catalunya, tiene una población que ronda los siete millones de habitantes y, así como cuando se habló de un millón y medio participantes de la mencionada cadena se puede decir que, aunque otro millón y medio se quedaran en sus casas, apoyando aquella manifestación, todavía quedarían cuatro millones entre los que no apoyaban aquellos hechos, los que aún apoyándolos no compartían sus aspiraciones separatistas y los indiferentes a los que no les importaba un ardite aquel tema.

Las encuestas que han ido apareciendo en la prensa, si bien constatan una mayoría de un 50% o un 51% que apoyarían más soberanía, existe una parte importante de ciudadanos que, aún siendo catalanes y catalanistas, creen que salir de la tutela del Estado español sería algo suicida. En ninguna ocasión ni el señor Junqueras, el señor Mas, el señor Homs o el señor Durán, han explicado con detalle la manera como Catalunya, fuera de España y de la CE, de arreglaría para pagar su deuda de 60.0000 millones de euros; pagar a los 400.000 parados que hay en esta región; pagar las pensiones de los jubilados y enfermos y asumir el coste de una Seguridad Social y un Instituto de la Salud que, a pesar de los recortes que se han producido, siempre son deficitarios. Hace unos días el señor Montoro ha tenido que enviar 1.600 millones de euros para que el Gobern pudiera atender a las carencias que le impiden  atender todos los pagos pendientes.

Faltará comprobar si el efecto Pujol tiene su reflejo en las calles o si, la proximidad de la fecha del referéndum, 9 de noviembre, empieza a causar mella en aquellos que pueden llegar a pensar que una cosa es salir a la calle a protestar y otra muy distinta enfrentarse a todo el resto de España. Lo que es evidente es que, a Rajoy,  también se le acaba este cómodo posicionamiento consistente en esperar que la fruta madure y caiga por su propio peso, porque le puede pasar lo mismo que a mis melocotones que, mientras espero que se pongan en sazón, unas avispar los pican y ponen sus huevos en ellos provocando que se pudran antes de madurar. El inmovilismo de Rajoy no consiste en que permanezca impávido ante aquellos que le piden diálogo o componendas con los separatistas ( algo absurdo y que no daría resultado alguno, porque esta gente cuando consigue algo enseguida pide más), su reticencia a actuar, su impasibilidad ante las continuas amenazas, incumplimientos de las leyes y provocaciones de los separatistas, resultan imposibles de entender por aquellos españoles que hubiéramos deseado una actitud más firme, unas medidas más eficaces y  un comportamiento más valiente, no ahora, que ya se ha llegado al enfrentamiento, sino hace uno o dos años cuando se empezó a plantear el problema.

EL 11 de septiembre, es posible que se escenifiquen apoyos, se digan discursos apoyando la secesión, se griten eslóganes incitando a la acción y se inunden las calles de Barcelona de pasquines, libelos, banderas esteladas y gorros catalanes pero, aparte de toda esta parafernalia lo que se habrá que constatar es si el número de los que se manifiestan son tantos como en la Diada del pasado año o si ha disminuido. Faltará comprobar la actitud de los líderes de Convergencia, Unió, ICyV, UP, Socialistas y ERC para sacar una visión aproximada del apoyo a la consulta y la intensidad y fervor de la mayoría de quienes se manifiesten por las calles. El termómetro de la Diada puede ser un indicativo de lo que suceda el 9N. O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadanos de a pie, vemos la situación catalana.