El problema de España se llama Pedro Sánchez
Jorge Hernández Mollar. La crisis por la que hoy atraviesa España en el plano nacional e internacional es de tal gravedad, que la figura del jefe de la oposición se hace imprescindible para actuar como portavoz de los sectores de la sociedad que en estos momentos manifiestan su inquietud y desacuerdo ante la caótica y desnortada actuación del gobierno socialcomunista encabezado por Pedro Sánchez.
Núñez Feijoo no puede demorar ni un minuto más sus comparecencias para tranquilizar a una población sumida en la confusión y el desconcierto ante los vaivenes, los titubeos y las incapacidades de Sánchez y de sus ministros y ministras para enfrentarse a los graves problemas que hoy nos agobian.
A España le urge hoy un líder que de certezas frente a la improvisación, un líder que se rodee de un gobierno capaz, frente a la incapacidad manifiesta del actual y a un líder que recupere el crédito y prestigio internacional perdidos, por las alianzas ideológicas del desconcertante Pedro Sánchez que se ha convertido en el verdadero problema de los españoles.
La creciente espiral de los precios de la energía, la paralización de sectores productivos como la agricultura, pesca, transportes o comercio, además del desprestigio que España está sufriendo en el escenario internacional es más que suficiente como para censurar al gobierno y pedir su dimisión inmediata un día si y el otro también, aunque su ninguneada y sumisa mitad comunista lo mantenga en el poder solo por un interés espúreo y mercantilista.
Y por si no teníamos pocos frentes, además de la guerra de Ucrania y nuestras implicaciones bélicas, Sánchez nos embarca en un conflicto como es el del Sahara occidental que desde 1976, ni la ONU, EEUU, la Unión Europea, Marruecos y Argelia han sabido ni han podido resolver.
Descolgarse con una carta personal al Rey de Marruecos exponiéndole sus “ideas” sobre el conflicto y tomando partido, sin encomendarse ni a Dios ni al diablo, sobre una solución que solo avalan EEUU, Alemania y Francia en función de sus intereses, además de ser imprudente e impropia en cuanto a las formas, nos coloca en este difícil momento, en una posición muy incómoda y arriesgada frente a nuestro principal proveedor de gas, como es Argelia, así como ante la ONU y la Unión Europea que abogan, desde el fallido referéndum, por un acuerdo tripartito entre Marruecos, Argelia y la República Saharaui.
Las cuestiones de Estado conciernen al Estado y a sus representantes como son el Rey y todo el arco parlamentario y no solo al presidente del gobierno, que ni cuenta con su propio gobierno para cartearse con reyes y mandatarios y contarles sus ocurrencias personales.