El puente de los espías
Victor Alvarado
Después de unos años de tranquilidad, regresa el rey Midas del cine, con una nueva película histórica, tras su densa, pero interesante Lincoln. Para ello ha contado con un guión de los hermanos Coen y con un reparto encabezado por su actor fetiche, Tom Hanks, que ya participara en tres entretenidas producciones como Atrápame si puedes, La terminal y Salvar al soldado Ryan y que repite personaje en El puente de los espías. Por cierto, también participa un veterano como Alan Alda, actor que me encanta junto a intérpretes menos conocidos como Mark Rylance o Amy Ryan.
Se trata de una película histórica en la que se cuenta el intercambio de prisioneros entre soviéticos y estadounidenses en la frontera de las dos “Alemanias”. El espía ruso, Rudolf Abel, y el piloto americano, Francis Gary Power, que fue abatido cuando sobrevolaba territorio comunista haciendo fotografías con un avión U2. Sin embargo, lo más importante de este episodio del siglo XX es James B. Donovan, un especialista en seguros, cuya intervención fue trascendental tanto en el hecho reflejado en esta producción como en la liberación de soldados estadounidenses capturados en la Bahía de Cochinos, negociando con Fidel Castro. El citado cineasta explicó a Fotogramas que era lo que nos íbamos a encontrar sí nos acercábamos a este atractivo relato cinematográfico:”Es la historia de Donovan y Abel. Su relación tiene una lectura moral que te atrapa: son dos personas que toman decisiones basándose en lo que creen, los protagonistas de un caso real que tiene la belleza y simetría de la ficción”. Además, según desveló, tiene que ver en este hecho una visita del padre de Steven Spielberg a la RDA: “Mi padre fue a ver la exhibición de los restos del avión de Powers. Era la atracción turística del momento, como ir a visitar el mausoleo de Lenin. Cuando llevaba una hora haciendo cola, unos agentes de la KGB le pidieron el pasaporte y le sacaron de la fila. Delante de todo el mundo le señalaron como americano y le increparon. Por eso siempre he recordado esta historia”.
Finalmente, esta producción es un retrato, una instantánea, de un periodo muy concreto de la Guerra Fría entre dos superpotencias como las ya citadas, donde Estados Unidos defendía los valores democráticos frente al estricto régimen del Telón de Acero que privaba de libertad y se puede decir que encarceló literalmente a los habitantes de Alemania Oriental que fueron obligados a vivir en un territorio, donde ya no se sentían cómodos. El tema principal de la producción es el modo en el que un católico practicante afronta un reto, donde su coherencia es puesta a prueba. Se percibe como este hombre trata de actuar conforme a su conciencia y moral a pesar de las críticas que recibe de sus compatriotas. Se agradece que el realizador norteamericano no haya tenido prejuicios a la hora de contar una historia abierta a la trascendencia y explicar el éxito de la negociación de un cristiano comprometido. Por cierto, hay que prestar atención a la sabiduría del espía ruso por su sensatez y serenidad a la hora de afrontar una situación difícil.