El reconocimiento de la incompetencia del Gobierno
Miguel Massanet Bosch
Es posible que pasen muchos años en España antes de que volvamos a tener un gobierno semejante al que, hoy en día, está presidiendo el señor Rodríguez Zapatero y podemos afirmar, sin temor a errar, que van a pasar muchos más antes de que España sea gobernada por un presidente más incapaz, más sectario, fatuo y más pagado de sí mismo que el señor Rodríguez Zapatero. Nada más gente vulgar, de medio pelo, puede manifestarse como lo hace, precisamente, la gente de medio pelo y es que, esta verdad de Perogrullo, tiene más sentido de lo que a primera vista se le puede conceder. Se puede ser ignorante, se puede carecer de inteligencia y se puede, incluso, adolecer de falta de experiencia en el ejercicio de un cargo, sea público o privado, pero lo que no es admisible en toda persona que ejerza un puesto de responsabilidad, es que no tenga la precaución de aconsejarse, no tenga la prudencia de informarse y no sea capaz de prepararse convenientemente cuando sabe que va a tener que expresarse en público y, en consecuencia, va a quedar expuesto a las críticas o alabanzas de aquellos ciudadanos, gracias a los cuales ocupa el puesto para el que ha sido designado.
Están ocurriendo cosas en España, desde que se ha iniciado el declive de la égida del señor Zapatero y de todo su entramado político, incluida la pléyade de ministros que lo arropan, en esta seudo cruzada de transformar a nuestra nación en una más de estas repúblicas bananeras que constituyen la vergüenza de la llamada América latina; que nadie, en su sano juicio, pudiera pensar que sucedieran, incluso en una nación gobernada por el PSOE. Parece que son incapaces de tomar una decisión sin equivocarse; ejecutar una acción de gobierno sin errar y solucionar una cuestión sin incurrir en actos peligrosamente cercanos al incumplimiento de las normas que sustentan un Estado de Derecho. Hete aquí, por ejemplo, lo que ha ocurrido en el Valle de los Caídos. Los mismos que fueron los que pusieron en solfa la famosa ley de la Memoria Histórica, una norma perfectamente prescindible y que nunca debiera haber salido de la Cámara Legislativa; parece que se han convertido en sus infractores. En efecto, con el conocimiento de la señora De la Vega, se procedió a abrir, sin autorización judicial, los osarios del Valle de los Caídos (recordemos que en dicho panteón multitudinario duermen el sueño de la eternidad aproximadamente cuarenta mil víctimas de la Guerra Civil, de ambos bandos). Al parecer, en el artículo 16 de la propia Ley de Memoria Histórica se recoge, con la aprobación del Parlamento, que dicho lugar “no fuera usado como arma política” y que se gestionara como la normativa establece para los cementerios y lugares de culto público ¡Curioso,¿no?!
Por lo visto, suponemos que para evitar llamar la atención, con permiso de la señora vicepresidenta, varias familias de las víctimas que se supone que fueron enterradas en tan grandioso cementerio común; han procedido a pedir que se abrieran los osarios en un intento verdaderamente imprudente y dificultoso, de hallar los restos (huesos) de sus deudos. ¿Acaso la señora De la Vega estaba autorizada para saltarse el procedimiento? Mucho nos tememos que no; ¿Desconocía lo prescrito en la ley de Memoria Histórica? No, por supuesto que no y, en todo caso, todos sabemos que la ignorancia de la ley no excusa de su cumplimiento. Entonces, ¿por qué se permitió tal práctica con conocimiento del Gobierno de la nación? Pues mucho me temo que, por los mismos que ZP negoció con los de la ETA a escondidas, no sólo en una ocasión sino en varias; por esa táctica de la izquierda socialista de ir avanzando pasos en la destrucción del Estado de Derecho aunque, aparentemente, se llenen la boca proclamando su vigencia. ¿Qué han hecho ante la evidencia de que, en Catalunya, se está incumpliendo la Constitución en cuanto a la enseñanza en castellano y al uso habitual de dicha lengua? Nada, es más, afirman, con desprecio absoluto por la capacidad de los ciudadanos de valorar la realidad, que no es cierto y que, en Catalunya, se observa con exquisita escrupulosidad la norma constitucional. Es el juego que ZP viene practicando desde que subió al poder consistente en hablar de diálogo, de talante, de relaciones con la oposición y de proyectos sociales, para encandilar a sus adictos y a los ingenuos que creyeron en él para, acto seguido, hacer todo lo contrario. El uso de esta alternancia de propuestas y contrapropuestas que tan buen resultado le ha dado, hasta ahora.
Por su parte, otro ministro, el señor Corbacho, parece que nació ayer y que todavía no sabe en qué mundo vive, cuáles son sus responsabilidades y el compromiso que asumió con el pueblo español el día en que juró, ante el Rey, su cargo como ministro de Trabajo. Lo dije ya cuando lo nombraron: el ministerio de Trabajo puede que sea, después del de Hacienda, uno de los más complicados, uno de los que requieren más preparación, no sólo desde el punto de vista político sino técnico, porque, en él se ha de bregar con mucha mano izquierda, objetividad y no con sectarismo esquinado hacia una de las partes, como medio de tener el beneplácito de los Sindicatos, la solución más fácil, pero no siempre la más oportuna y conveniente para los propios trabajadores; sino que se ha de tener conocimientos profundos del entramado de leyes por las que se rigen las relaciones laborales y los acuerdos que entre representantes patronales, sindicales y obreros; están previstos en la normativa social. Que el señor Corbacho ahora, a tiro pasado, se haga el mártir, se lamente de su mala suerte y, permítanme el reproche, todo un ministro del Gobierno nos venga a decir que le ha tocado “ el marrón”, nos da la medida justa de la clase de sujeto y de su falta de autoestima como persona.
Porque, señores, si el señor Corbacho no se veía capaz de afrontar “marrones”, lo primero que debió de haber hecho era renunciar al nombramiento; antes de que, su afán de protagonismo, su ego o su error de apreciación de la realidad de la dificultad a la que se enfrentaba al hacerse cargo del ministerio que se le ofrecía, le llevaran a la situación de enfrentarse a una situación, por supuesto nada fácil, de tener que bregar con una crisis que ha provocado, con su ayuda e impericia, el que haya más de cinco millones de personas que hayan perdido sus empleos durante su, evidentemente mejorable mandato, al frente del ministerio de Trabajo. No ha hecho ni una sola predicción, no ha acertado ni un dato sobre el desempleo previsto, no ha conseguido que los empresarios y trabajadores llegaran a acuerdo alguno y, por si era poco, en todas las ocasiones, ha actuado de forma subjetiva, cargando las culpas de la falta de entendimiento a los empresarios, dejando que fueran los Sindicatos los que cargaran, como es habitual en ellos, contra los que, en realidad, son los que crean riqueza y hacen que le economía de un país siga adelante. Una más de las nulidades del Ejecutivo del señor ZP, como tantas otras que ya se fueron o que permanecen a su lado, confiando en que no los arrastre el desempleo.
Un Gobierno que se desmorona por sus propios errores y por intentar suprimir, destruir y relegar al ostracismo al partido de la oposición, el PP; al que, el señor ZP, con su habitual habilidad para desviar de sí sus responsabilidades de gobierno, ha pretendido responsabilizar de los fracasos estruendosos e imputables solamente a su desastrosa gestión. Ahora, las ratas ya huyen del barco amenazado de zozobra y salen los carroñeros que esperan sacar tajada de la caída del jefe, entre ellos, la señora Chacón. Septimio Severo, vencedor de los Partos, dejó escrito: “¡Todo lo fui y de nada me ha servido! Buen epílogo para nuestro Zapatero.