“La burla y el ridículo son, entre todas las injurias, las que menos se perdonan” Platón.
Miguel Massanet Bosch. En ocasiones, señores, más que las desgracias que nos puedan acontecer, más que las dificultades que una situación económica nos puedan causar y más que el temor de no poder sobrepasar unos momentos de angustia; a los ciudadanos nos causa peor impresión, nos enfurece más y nos desespera que, los que nos gobiernan, los políticos a los que les hemos confiado el gobierno de nuestra nación y en los que depositamos nuestro voto para que administrasen, con la debida diligencia y eficiencia, los impuestos que se nos obliga a desembolsar; se las den de listos, crean que se nos puede engañar como a niños y todavía se permitan presumir de que, aquello que nos quieren endosar como un gran logro, una mejora sustancial o una medida social de gran calado, nos va a beneficiar, rompe una tendencia, supera a un sistema anterior y es la panacea para solventar una situación que todos sabemos que no tiene, al menos a corto plazo, una solución satisfactoria.
Ahora se nos ha querido, nuevamente, dárnosla con queso, con el tan traído y llevado tema de las pensiones. Después de que, tanto los gobiernos socialistas como el del PP, se hayan esforzado en pretender hacer creer que los pensionistas no han perdido poder adquisitivo con la congelación de las pensiones, que el hecho de que los impuestos, tanto directos como indirectos, hayan crecido de forma desorbitada; las tarifas de la luz se hayan puesto por las nubes; los transportes sigan en su línea ascendente; la gasolina, pase lo que pase, sigue su carrera al alza; los alimentos esenciales se convierten en lujos y, en fin, todo lo que rodea a aquellos que deben fiarse de la pensión que reciben del Estado para poder sobrevivir, cuando no, por añadidura, se tengan que hacer cargo de hijos, hermanos o parientes que se hayan quedado sin trabajo; no han causado, por un milagro de quienes rigen el país, graves e irrecuperables desarreglos en la magra economía de aquellos que más indefensos se encuentran en un periodo de crisis.
Cuando un sueldo o una pensión se quedan congelados, la vida, por desgracia, no sufre la misma incidencia y sigue en su propia tendencia sin que existan medios para aquellas personas que ya no están en condición de trabajar por su edad o por no estar capacitados físicamente para hacerlo, de poner remedio a semejante contingencia. Resulta incomprensible que, conociéndose desde hace muchos años que el sistema, llamado “de reparto”, no era sostenible y que se debían buscar otros métodos, llámese de “capitalización” o mixtos, para evitar que aquellos que han estado cotizando toda su vida laboral, al final de la misma, se encuentren ante la frustrante realidad de que todo aquello que se les prometió y en lo que habían confiado para su futuro, quede en agua de borrajas, precisamente en unos momentos en los que ya no tienen la oportunidad de apelar a otros sistemas particulares o públicos para asegurarse una vejez digna.
La señora Fátima Yañez, la ministra de Trabajo, ha encontrado la piedra filosofal, el mítico Vellocino de oro que Jason y sus argonautas buscaban para poder conservar el trono que habían perdido; que le ha permito, al menos ella se lo ha creído, presumir del mérito para colgarse una medalla, al afirmar que ha logrado solventar la cuadratura del círculo, anunciando, a bombo y platillo, que las pensiones no se congelarán más, que los pensionistas no tienen que temer perder poder adquisitivo y que sus pensiones, como ocurrirá por primera vez en este nuevo año 2014, subirán como mínimo un 0’25% ¡Derrúmbense las murallas de Jericó, y ábranse las puertas de los Infiernos que, semejante muestra de generosidad, tamaña gesta del Gobierno deberá ser escrita en los anales de la Historia, como una de las muestras mayores de munificencia y esplendidez por parte de la Administración ante sus administrados!
Vamos a ver si ponemos las cosas en su sitio, para que no nos lleguemos a creer que somos verdaderamente unos estúpidos capaces de comulgar con las intragables ruedas de molino que intentan endosarnos quienes parece que son incapaces de encontrar una mejor solución para solventar un problema que hace años que se debieran de haber afrontado. Curiosamente, los trabajadores han tenido que seguir pagando sus cuotas y las empresas su parte de las cotizaciones sin que se les anunciase, hasta el último momento, que las pensiones en lugar de ir adecuándose cada año al IPC iban a dejar de hacerlo para quedar al albur de lo que el Gobierno decida cada año; según que la economía, las finanzas o los ingresos por impuestos hayan sido malos o regulares, en cuyo caso se mostrarán “generosos” y aumentarán un 0’25% y sólo, en el hipotético caso de que el dinero recaudado se les salga por los bolsillos a los señores del Tesoro Público, entonces señores se mostrará su generosidad hacia los pensionistas con un “suculento” incremente de pensiones de un 0´50%. ¡Cohetes, tracas y fuegos artificiales ante tamaña muestra de desprendimiento y esplendidez!
Lo malo de toda esta movida, de esta alegría y autosatisfacción del Gobierno por la genialidad de su ocurrencia es que, cuando se saca la calculadora y se pone sobre blanco y negro el resultado del sencillísimo cálculo que se precisa para averiguar lo que, en realidad representa lo que se va a cobrar, entonces o se tiene un ataque de risa nerviosa o se cae directamente en la más negra depresión, al constatar que: para una pensión media de 800 euros mensuales el aumento se reduce a¡2 miserables euros mensuales! que, para las pensiones más importante, pueden llegar a ser de unos ¡6 euros mensuales! Y, atentos, en todo caso: brutos.
Verán, para este viaje, señores de la Administración, no hacen falta tantos aspavientos. Hubieran ustedes dejado las cosas como estaban, hubieran mantenido congelado el aumento según el IPC como siempre y, cuando la situación mejorase, podría recuperarse lo perdido abonando las nuevas pensiones con la diferencia existente entre el momento en que fueron congeladas y aquel en el que la situación favorable permitiera recuperarlas. Una vergüenza, una vergüenza sin paliativos, señora Ministra, hablar de subida de pensiones, cuando todo ha sido un maquillaje para evitar tener que decir que seguirían sin aumentar. Los ciudadanos ya empezamos a estar hartos de que nos expliquen cuentos para disimular que son ustedes incapaces de encontrar soluciones a problemas que, por desgracia, se vienen arrastrando desde hace años.
¿Han pensado ustedes que bajando algún impuesto, reduciendo el IRPF de sus pensiones o exonerándolos de pagar su cuota en el precio de los medicamentos, se conseguirían mejoras más rentables para los pensionistas que con esta tomadura de pelo con la que se han salido? Les recuerdo que las tijeras que prometieron utilizar para reducir el gigantismo de la Administración pública, tanto central como autonómica, siguen enfundadas en su estuche y sin utilizar. ¡Por ahí y por los sueldos de los diputados y senadores, es por debieran haber ustedes comenzado; pero no han tenido las narices precisas para acometer tal tarea por miedo a las consecuencias! Es más fácil empezar por los viejos que son los que sobran y menos fuerza tienen para quejarse. ¡Pero seguimos votando! O así es como veo, señores, este triste panorama de las pensiones en España.