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Diario YA


 

José Luis Orella: El ajedrez ucraniano

 

 

Ucrania se desliza hacia la división social. Finalmente ha quedado claro que el rechazo al acuerdo con la UE, en realidad escondía una nueva revolución. (El ajedrez ucraniano)

 

 

Jesucristo es el alfa y el omega, y el Señor de la Historia

El significado religioso del número 3

Blas Piñar López. La historia de la humanidad se entrelaza con la historia de la salvación. Por eso no nos puede extrañar que los números, con independencia del lugar importantísimo que suponen  en las matemáticas, tengan, también, un significado espiritual. Vamos a ponerlo de relieve con algunos ejemplos, que estimo nos invitan a una reflexión seria.
Partimos, para ello, de la existencia de Dios, que es uno solo, pero trinitario en sus personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Se explica que, por esa triple personalidad, digamos de Él, que es tres veces Santo, y que en el bautismo, por el que ingresamos en la Iglesia, se hace derramar el agua sobre el neófito, en nombre de las tres personas divinas.
A Dios le adoramos como Padre en la Creación, como Hijo en la Redención y como Espíritu Santo en la santificación; y, por tanto, atrae nuestra atención al leer el Génesis, al verle en la Cruz y al contemplarle en la jornada de Pentecostés. Dios me ha creado para El, nos ha redimido para El y nos quiere santificados para El.
La vinculación de María con el Dios trinitario, es tan entrañable como profunda, y de Ella decimos que es Hija de Dios Padre, Madre de Dios Hijo y Esposa del Espíritu Santo. A María la invocamos como Inmaculada en su concepción, como Virgen de las Vírgenes (“propter regnum coelorum”), y como Madre de Jesús (Dios y hombre verdadero) sin perder su virginidad.
El 29 de Septiembre de cada año rendimos culto a tres ángeles: Miguel, Rafael y Gabriel; y ese culto que es el de dulía, como el que se tributa a los santos, es de hiperdulía si se refiere a la Virgen y de latría tratándose de Jesús.
Las alianzas de Dios con la humanidad, tal y como la Revelación nos lo enseña, también se definen como la Antigua alianza veterotesmentaria, la Nueva Alianza, de que nos hablan los Evangelios, las Cartas y los Hechos de los Apóstoles, y la Alianza Eterna que anuncia el Apocalipsis.
La Revelación también  discurre  por tres canales: el cósmico, (La Creación), el escrito (La Biblia) y el oral (la Tradición).
Fueron tres los grandes patriarcas: Melquisedec, Moisés y Abraham, y tres los montes, que podemos calificar de sagrados: el Sinaí (el de la Tabla de la Ley), el Tabor (donde Cristo, transfigurado, se muestra como Dios) y  el Gólgota (donde el propio Cristo lo hace como hombre). En el Gólgota hubo tres cruces y tres crucificados, y Jesús, nos dicen las estaciones de la Vía Crucis, cayó tres veces durante su marcha al Calvario.
Zacarías, Isabel y Juan –familia del Antiguo testamento- la integraron tres personas. El era sacerdote, y ella que era estéril, pidió a Dios tener un hijo, y, escuchada por Dios, lo tuvo. Concebido Juan con su naturaleza herida por el pecado, nació sin él, al quedar lleno del Espíritu Santo, y saltar de alegría en el vientre de su madre ante la presencia de Jesús, que María llevaba en su seno.
José, María y Jesús, constituyen  la Sagrada Familia. Si Isabel concibió a Juan, no obstante ser estéril, porque para Dios no hay nada imposible, María concibió sin quebrantar su virginidad. Si Juan, concebido con el pecado de origen, nació sin él, la naturaleza individualizada de Jesús careció de él, por dos razones fundamentales: porque la naturaleza humana de su madres era inmaculada y no podía transmitir aquello que no tenía, y porque la humanidad de Jesús se ordenaba a redimir del pecado a la humanidad y no a la suya.
Fueron tres los Reyes Magos, Melchor, Gaspar y Baltasar, que ofrecieron a Jesús, en el pesebre de Belén, oro (como Rey), incienso (como Dios) y mirra (como hombre).
Jesús tuvo tres discípulos predilectos: Pedro, Juan y Santiago, que fueron, por una parte, testigos de su Transfiguración, y, por otra, los que le acompañaron (aunque luego se durmieron) al huerto de los olivos. Tuvo también tres buenísimos amigos: Marta, María y Lázaro, al que resucitó.
Tres son las potencias del alma: memoria, entendimiento y voluntad,  y tres son sus enemigos: el mundo (en sus aspecto negativo, lo inmundo, lo mundanal) y el demonio (que incluso se disfraza de ángel bueno e intenta hacer apetecible el pecado) y la carne (que se rebela  contra el espíritu, como nos enseña San Pablo).
Tres son las virtudes teologales: Fe, Esperanza y Caridad y tres los votos que se hacen al ingresar en una Orden o Congregación religiosa: Castidad, Obediencia y Pobreza.
Jesús mismo se califica como Camino, Verdad y Vida. La concupiscencia de la carne, la de los ojos y la soberbia de la vida, desordenando las pasiones, nos invitan a pecar, ya sean los pecados veniales, mortales o contra el Espíritu Santo; aquellos pueden ser perdonados, pero estos últimos no se perdonan, no porque no haya para los mismos ofertas de perdón, sino porque se hacen imperdonables, ya que el pecador, en este caso, no se arrepiente de los mismos, sino que, por el contrario, no solo no se arrepiente, sino que desprecia y rechaza el perdón.
Concluyendo las letanías lauretanas, y refiriéndose a Jesús, se le invoca tres veces así: Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo.
Oración, ayuno y abstinencia durante la Cuaresma, es lo que debe practicar el cristiano; como debe celebrar con esperanza el Adviento y con suma alegría el tiempo de Pascua.
El comportamiento de los discípulos de Jesús no fue siempre ejemplar: Judas le traicionó; Pedro le negó (antes de que el gallo cantara tres veces);  y Tomás no creyó que había resucitado de entre los nuestros.
Tres ciudades destacan en la vida del Cristo histórico: Nazaret, por su concepción; Belén, por su nacimiento y Jerusalén por su muerte.
El diablo tentó a Cristo, deseando saber si era o no era el Hijo de Dios y le dijo: convierte esta piedra en pan; te daré los reinos del mundo; lánzate al espacio y no correrás peligro
Hombre nuevo, tierra nueva, cielo nuevo, es algo trascendente de la Redención.
La Iglesia que es peregrina y militante en este mundo, es purgante y triunfante; y la peregrina y militante gobierna, enseña y santifica. En los templos el altar es, al mismo tiempo, mesa y cátedra: altar para el sacrificio incruento y expiatorio de la Misa; mesa para la recepción, con una o las dos especies,  del sacramento  eucarístico, y cátedra para la predicación de la homilía. Tres veces nos declaramos culpables al rezar el “Confiteor”.
La Iglesia es pueblo de Dios, Cuerpo Místico de Cristo y Templo del Espíritu santo.
Tres son los sacramentos de la iniciación cristiana: Bautismo, Confirmación y Eucaristía, y tres las tres las postrimerías: juicio, infierno y gloria.
Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre; y ayer, hoy y siempre está con nosotros, hasta el fin del tiempo, y en la eternidad. Cristo resucitó, con ese fin, al tercer día de su crucifixión y muerte, reconstruyendo su vida humana en  la que habitó y habita, como en un templo, la plenitud de la divinidad.
Jesucristo murió con 33 años, número en que se duplica el tres.
Por último, Jesucristo es el alfa y el omega, y el Señor de la Historia.