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Diario YA


 

Recibida con división de opiniones

El Teatro de la Zarzuela inicia su nueva temporada con una atractiva reposición “Carmen”

Luis de Haro Serrano

Como dijo el director general, Paolo Pinamonti, en la presentación oficial al público, el Teatro Nacional de la Zarzuela aborda este proyecto con plena conciencia de la dificultad y el riesgo que el mismo conlleva, dada la especial naturaleza de este duro y complicado título lleno de todo tipo de dificultades. Una obra que por su profundidad y repetición no solo en los escenarios de casi todos los teatros líricos del mundo sino por sus inacabables transmisiones y el arsenal de grabaciones que se han realizado, han hecho que sea sobradamente conocida por el público. La atención que otras manifestaciones artísticas como la danza, el cine e, incluso la pintura, le han dedicado, han conseguido que se conozcan perfectamente determinados pasajes, pegadizos y fáciles para el oído,. Raro es el aficionado que no conoce y distingue perfectamente las llamativas versiones de Teresa Berganza, Plácido Domingo, José Carreras, Rugiero Raimondi y tantos otros grandes intérpretes o directores como Pilar Miró, por ejemplo. Estos pequeños detalles son dificultades añadidas que se suman a las púramente técnicas y económicas que una obra de su extensión, en tiempo y personajes, tiene. Hace falta mucha experiencia y deseo de salir de la cómoda rutina de otros títulos, bastantes más fáciles y, tal vez, mucho más brillantes, para abordarlos con el interés que demuestra esta Institución para embarcarse en ella, como así ha ocurrido, a pesar de esa división de opiniones con la que ha sido recibida.

No cabe duda que cuando se termina de leer con un mínimo de atención la novela de Merimée, uno no tiene más remedio que hacerse dos comentarios, el primero sumamente elogioso, dada la profundidad y belleza de la obra y el segundo interrogarse por la razón o motivos por los que un personaje como el de Carmen se ha hecho tan famoso como para convertirse en un mito universal, que se acerca mucho al Don Juan de Zorrilla y algo, si se quiere, al D. Quijote de Cervantes, aún cuando, en lo que a este se refiere, sean ya palabras mayores. Como se dice en la introducción de la pequeña pero interesante exposición paralela que con el patrocinio de la empresa italiana Ferrero Golden Gallerey se ha preparado en el Museo Thyssen Bornemisza: “Carmen no es una mujer transgresora e independiente, es mucho más que un personaje operístico. En ella se concentran muchas de las fantasías y tensiones de la sociedad europea. Posiblemente por ello, desde el siglo XIX no ha dejado de fascinar a músicos, artistas, cineastas y hasta pensadores como Nietzsche”. De ahí la importancia y oportunidad de esta reposición por parte del Teatro Nacional de la Zarzuela y del montaje de la exposición del citado Museo.

El escritor Claude-Gilbert Dubois da una explicación bastante coherente sobre esta sobrevaloración casi universal del personaje central, subrayando al mismo tiempo su papel en la ópera de Bizet, así como en la novela de Merimée. Para el filósofo Nietszche, a su manera, contribuyó a la creación de un tipo étnico y social sumamente popular. Profundizando un poco más en esta idea, Dubois llega a afirmar que, incluso sin la presencia de la ópera, dados las amplios detalles con los que el novelista describe a la protagonista, Carmen habría llegado a tener un significado universal, al estar rodeada de todos los atributos simbólicos de una mujer libre, peligrosa y seductora cuya feminidad, imaginada en el mundo Occidental, corre pareja a la que en su momento tuvieron Eva, Judith, Dalila o Cleopatra.

Ante esta serie de consideraciones cabe preguntarse ¿Qué es lo que ha hecho o pretendido hacer la directora de escena, Ana Zamora, en esta producción de la Zarzuela? que como se sabe no ha vuelto a subir a su escenario desde la primera presentación en el año 1887. Nos lo cuenta ella misma:”Mi gran obsesión es que no se pierda la historia. Siempre se analiza a Carmen como una mujer fatal, vampiresa, prototipo de la españolidad. Esa mujer gitana que arrastra a los hombres. Cuando uno se pone a escarbar un poco en su contenido se da cuenta de que es dura la perspectiva desde la que se ha escrito historia: absolutamente masculina, patriarcal, de hombres fascinados por una mujer que quiere hacer siempre lo que le da la gana y tiene fascinación por aquello que no se puede controlar. Por eso la matan. Presento a una Carmen como la soñaban los protagonistas del género lírico del siglo XIX, una mujer independiente que rompe todas las barreras impuestas por los hombres”.

Puesta en escena: Como tantas veces se ha dicho, “Carmen” podrá o no gustar, pero nunca dejar indiferente. Así sucede con esta versión de Ana Zamora que, con bastantes luces y sombras, ha planteado el desarrollo de sus cuatro actos en una etapa diferente de su larga historia social, arropada con un vestuario aparentemente diverso que roza demasiado la monotonía, dada su escasa variedad y falta de colorido, más visible en el tercer acto, que transcurrió bajo el parámetro general de una fuerte monotonía, incluso hasta en la dirección orquestal. En la parte vocal la que más agradó fue la veterana Mª José Montiel por su gran experiencia en el personaje –lo ha interpretado en más de ochenta ocasiones- presentó una Carmen llena de matices y sensualidad, debido a la elegancia de su voz y la amplitud de su atractivo arco sonoro. No le ocurrió lo mismo a José Ferrero con su Don José. Cantó bien pero sin ofrecer la expresividad propia de los ricos matices que este interesante papel necesita, especialmente en sus grandes momentos de pasión.

Rubén Amoretti fue un flojo Escamillo, sin voz ni naturalidad de movimientos, especialmente en una de las arias más esperadas de la obra, la del “Toreador”. Decepcionó. El coro tampoco estuvo muy fino, muy superiores las cuerdas femeninas que las masculinas y flojitos también los pequeños cantores de la Jorcam.

En la parte instrumental, la directora musical, la joven taiwanesa Yi-chen Lin, estuvo auténticamente brillante con una orquesta muy integrada y atenta a sus acertadas matizaciones; concisas y expresivas en los bellos pasajes solistas, salvo en el tercer acto que, en líneas generales, resultó bastante apagado. Acertado y atractivo el trabajo de Alvaro Luna en el diseño del vídeo.