El Termómetro de la fe.
Mater Dei. “La fe es confiar en lo que no se ve”. Dicho así, parecería que sólo unos memos, unos ingenuos, podrían creer. A lo anterior habría que añadir: “eso que no se ve, se nos ha dicho a través de alguien que nos merece toda la autoridad”.
La fe, por tanto, se mide por nuestro “ver” a Cristo como Salvador, que nos ha revelado, mediante el ejercicio de su autoridad divina, su intimidad con el Padre y con el Espíritu Santo. Perder de vista semejante acontecimiento, lo que Jesús dijo de sí mismo y de su divinidad, es ir a lo nuestro, es decir, caer en la rutina y, en definitiva, olvidarnos de la finalidad a la que estamos llamados: participar de la misma intimidad de Dios.
La finalidad última de nuestro ser criatura tiene su origen y su fin en Dios. Y, desde ahí, nuestra vida de fe adquiere un sentido verdaderamente peculiar. No andamos a tientas. Nuestro alimento es el mismo Dios, el Hijo hecho carne, que se nos da gratuitamente para que nuestra fe se robustezca.
¡Qué gran invento el de la Iglesia! Gracias a ella, Dios encuentra la mediación adecuada para que se nos garantice, hasta el fin de los tiempos, el no vivir en el desamparo o en la ceguera espiritual. La Iglesia, de esta manera, es el gran termómetro de nuestra fe, porque vemos a través de ella los grandes misterios de nuestra salvación, y en ella nos movemos, garantizándonos que nunca estaremos huérfanos. Cristo, Esposo de la Iglesia, la asiste permanentemente gracias a la donación del Espíritu Santo, que es el que nos hace recobrar la esperanza cada vez que somos presa de nuestra debilidad.
La fe, por tanto, nos hace fuertes, porque nuestra confianza está puesta en Aquel que nos ha dicho: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”… Y estas palabras permanecen en la memoria de la Iglesia, que a pesar de contener tantos pecados, los tuyos y los míos, es también Iglesia santa, porque nos confirma su amor virginal en esa fidelidad a Cristo hasta el fin de los siglos.
Mater Dei
Archidiócesis de Madrid
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