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Diario YA


 

un hombre de suerte al que ayudan los hados...

El triunfo del marianismo

Francisco Torres García. Dicen de él que es lento de reflejos, que amaga pero no da golpes, que te deja frío porque no transmite ni calor ni pasión alguna, que en el fondo la política es su oficio y que, como buen rey, aunque se pasee desnudo, necesita de cortesanos que le digan que anda inmejorablemente vestido. Es, sin duda, un hombre de suerte al que ayudan los hados... el que ha llegado siempre para que no llegue otro. Así es Mariano Rajoy.

La forma de entender y actuar en política de Mariano hace tiempo que tiene un nombre: el marianismo. De su mano el PP se ha hecho marianista y aquellos que osaron plantarle cara, que en un momento aspiraron a sustituirle -salvado in extremis por la crisis y un desastre llamado ZP-, ya son aparentes cadáveres políticos a los que incluso puede hundir el retorno, tras un misterioso e       inexplicado abandono, un agente de movilidad cualquiera. El marianismo no es una ideología, es una ambición: la de permanecer en el poder a golpe de estudios de mercado y balances sociológicos, todo ello aureolado o arriolado por la mesiánica idea de que ante la debacle será el salvador de España, o mejor dicho de las cifras macroeconómicas que para el marianismo son consustanciales con el ser de España.

En tres días Mariano se ha movido para afianzar el marianismo, ante las negras previsiones de las encuestas, más que en tres años. ¡Lo que aún nos queda por ver en poco más de una semana! Mariano ya tiene otro cadáver político en la nevera y un dócil en el ministerio. No está mal la una jugada que no ha tenido ni lagrimitas de María Dolores. Gallardón el hipotético delfín, el líder soñado por el ABC, el previsible sucesor de Mariano, el que, sin duda, se alegró tras la defenestración de Espe, el que debía considerar que poco mal podía hacerle el imperio de las bragas que forma parte del marianismo, ha sido pasado a la reserva inactiva, aunque él nos diga que se ha ido. A Mariano no le gustan los versos sueltos y ya vemos cómo han quedado Alejó, Espe y Alberto. ¡Que se preparen las Ritas, los Fabra y alguno más! Y de rebote algunos de esos nombres que fueron colocados en asociaciones para movilizar a las masas -en realidad el PP que se moviliza sin ser el PP para que vayan los dirigentes del PP a hacer ver que tienen apoyo social- cuando fuera conveniente y que amenazan con desmandarse.

El marianismo no tiene ideología tiene números y por ello, para vaciar el discurso ideológico de la izquierda, no duda en aceptar el programa de ingeniería social de la izquierda. Sabe de sobra que sus votantes, a los que parece mover la misma fe, tragan con todo antes que dejar el poder y el patricio al que recurrir en este régimen oligárquico-clientelar en que ha devenido la asombrosa democracia española. Retirar lo que ya de por sí era un engaño, la ley abortista del PP, no es más que un movimiento de piezas en el ajedrez o las damas, vaya usted a saber, de Mariano. Gallardón ya ha hecho el trabajo sucio, incrementar el control del poder político sobre el poder judicial, y ha muerto de éxito con el caramelo envenenado que le dio Rajoy para reformar la Ley del aborto y entretener durante un tiempo a los hooligans del partido creo que ya reconvertidos al marianismo. Ha leído las encuestas y sabe que al final la nada existente a su derecha, salvo un puñado de recalcitrantes, acabará votándole a él, porque ni los indignados periodistas de las telepepertulias se atreverán a promocionar a otros y en el PP ya no hay más opción que Mariano y sus chicas o el caos. Y esos indignados votantes de hoy con una pasada de mano sobre el lomo y miedo, mucho miedo, llegado el tiempo de las urnas, lamerán otra vez la palma de la mano de Mariano.

El marianismo, en estos días, ha hecho su gran declaración de principios: las leyes de calado solo se aprueban si tienen el nihil obstat de la oposición, si tienen consenso y por ello Mariano ha consensuado con la Ley Aído en vez de eliminarla. Ya está a la altura de los grandes que hicieron lo mismo, a la altura de don Manuel y de José María. Los principios, los programas y las promesas son algo secundario. ¿Hasta dónde llegará Mariano con esta aparente nueva filosofía política que deja en mantillas al propio Cánovas del Castillo?

¡Ojo, mucho ojo! Hace unos días, sin anuncio, Mariano se reunió con Pedrito para hablar del tema catalán. Los chicos de Pedrito han votado a favor de la ley de consultas catalana, que en sí es difícilmente anticonstitucional. Pedrito es partidario de arbitrar una reforma constitucional consensuada, un cambalache PP-PSOE, que haga posible esa idiotez del engarce de Cataluña en España. Ahora, Mariano pone un Ministro de Justicia de opinión similar merced a la salida del díscolo Gallardón. ¿Y ahora? Me resisto a sumar dos y dos, pero me parece que el marianismo ya tiene en las alforjas la contraoferta del sí y el no al mismo tiempo que encantaría o enterraría a Alicia Sánchez Camacho.
 

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