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Diario YA


 

Crónicas Temerarias (Humor)

El Vigía

Sergio Dugenest.   Hace 4.320 minutos  finalizó, con estas dos preguntas, la conversación que tuve con un conocido: ¿Cómo ves la situación del país?, ¿crees que esto tiene salida? 

Para tener clara la respuesta me puse las gafas de “ver de cerca”  y lo vi todo muy borroso; en cuanto a la salida, hay varias: al oeste Portugal  y el Océano Atlántico, al Norte por el Mar Cantábrico, al sur-este por el Mediterráneo  y  también por el este con Bilderbergelandia.
 
La respuesta era quizá demasiado optimista y me vino a la memoria la historia del vigía.
 
Gonzalo era su nombre y desde los 17 años formaba parte de la tripulación de aquella formidable nave bautizada “Hispania”.
 
Con el transcurrir de los años, nuestro intrépido protagonista calló, escuchó, observó, se formó, y como fruto del aprendizaje, de la experiencia  y de cierto “don” logró llegar al punto más alto de la nave, el mástil.
Desde allí se sentía como el águila sobre la cumbre, dominando el horizonte, oteando con su mirada cualquier novedad que surgiera en el mar por donde navegaba el Hispania.
 
Corría el año 1975 después de Cristo, cuando unas aguas que empezaron a agitarse unos pocos años antes, se convirtieron en una galerna donde el rudo viento y las implacables olas zarandeaban la nave comandada por una oficialidad impresentable y respaldada por la mayoría de una tripulación que navegaba con las orejeras puestas.
 
Gonzalo desafiando el temporal y sintiendo como este se estrellaba contra su rostro, fijó su mirada en un punto y gritó con todas sus fuerzas: ¡iceberg, a babor ¡  ¡catástrofe inminente!
El comandante le preguntó ¿que  tipo de catástrofe?
 
¡Catastrófica!  Inquirió Gonzalo. Pienso mi comandante que todavía tiene tiempo para maniobrar y cambiar el rumbo de la nave.
 
-¿A cuanto se encuentra ese iceberg y que tamaño tiene? Le preguntó el comandante al cual se había unido el resto de la oficialidad.
 
-está a unos cuantos años y por mis observaciones y el don que Dios me ha dado de poder ver lo que otros verán muchos años después, diría que tras un inofensiva superficie se esconde una roca de una dimensión cuyos daños hundirán la nave, señor.
 
El comandante tras comentar con la oficialidad la situación hizo descender del mástil a nuestro joven vigía y le preguntó en que basaba tales “aseveraciones”.
 
Gonzalo ante la sonrisa despreciativa  y las miradas inquisitoriales les expuso lo siguiente: No hace falta ser un adivino con bola , ni muy inteligente , solo basta con recordar un poco la historia reciente, observar detalles, y  hechos  que conllevaron a Hispania a un precipicio que acabó en guerra. La intuición de que el rumbo que ustedes quieren tomar acabará en “catástrofe catastrófica” se basa en la frase “por sus hechos les conoceréis”.
 
-¡Cállese impertinente! Le  respondió el comandante. Es usted un agorero, un involucionista, fanático, extremista, desestabilizador, golpista, un…
 
-¡Pare hombre! ,…que se va a ahogar…le dijo Gonzalo.
 
-¡Silencio, incauto! Bramó el comandante, ¿acaso quieres terminar tu vida atado a los remos de la nave?
 
-Disculpe mi comandante, pero he de recordarle que el Hispania navega con motores diesel; en fin, veo que hablar con ustedes y advertirles hacía donde encaminan la nave bajo el despliegue de piropos con los que me ha obsequiado con el apoyo de la mayoría de la tripulación no servirá de nada. Pues bien, yo me apeo y caigan sobre sus cabezas, (que no conciencias, porque carecen de ella) todos los trozos de hielo que reciban después de impactar con el iceberg. Tras esto, nuestro intrépido e incorrecto político cogió una chalupa y desapareció por el horizonte.
 
Nadie ocupó el puesto del mástil y la nave Hispania siguió rumbo al montículo helado.
 
Pasaron 35 largos años y como advirtiera Gonzalo la nave impactó con “la puntita” del iceberg y este la desgarró desde los Pirineos hasta la Sierra de Ronda.
 
Hispania fue hundiéndose lenta pero inexorablemente. La tripulación fue anestesiada y engañada por la oficialidad y su gabinete de prensa que hicieron creer que se convertiría en la quinta esencia de la “democracia” y que se disfrutaría del “nuevo mundo” vergel de paz, reconciliación, y una prosperidad económica bajo la protección de la Europa de los “mercaderes”.
 
Aquel vigía avisó, como Pedrito, ¡que viene el lobo!, ¡que viene el lobo! …y nadie le creyó; era un exaltado (término que no empleo el comandante).
 
Los lobos aunque se sigan disfrazando de corderos/as, seguirán siéndolo pues la mentira, el odio y la soberbia son inmutables y atemporales.
 
Empezando por el “donut bicolor” del duque de Suárez, “Del puño y la rosa-rosae”, “pasando por las gaviotas”, “el siglo del calzado” y nuevamente con “las gaviotas”, por cierto bastante mareadas, Hispania se ha convertido en la cueva de Ali-Baba, paraíso de la incultura, ordinariez, y cobardía.
 
La falta ya no de virtudes, sino de los valores más básicos ha llevado a esta situación de crisis globalizada. Una concepción de la vida que se basa en la falsa apariencia, la ausencia de caridad, el destierro del gusto por el trabajo bien hecho, la falta de moral, la hipocresía, el feísmo, la cultura del “yo” y la erradicación  de la noción del pecado, ha condenado a esta nave a hundirse lentamente.
 
Frente a las palabras de Jesús: “la verdad os hará libres” han antepuesto las de Lenin: “contra los cuerpos las armas, contra las armas la mentira”.
 
Se institucionalizó el crimen de estado con la ley del aborto, los partidos nacionalistas vivían de la extorsión al ¿estado?, Expaña envejeció debido a la falta de nacimientos, las manos blancas que clamaban contra ETA lo hicieron sólo cuando tocó el turno de victimas a los miembros de sus partidos políticos, el poder judicial se convirtió en juguete de los políticos que les asignaba para el cargo y que gracias a su buen criterio hicieron de los tribunales un vergel para la delincuencia,
 
La inmigración sin control se descontroló, los sacerdotes ecuménico-guais introdujeron en el credo algunas “fatwuas” del corán y…
 
Mientras se cambió el “Viva España” de Manolo Escobar por la banda sonora del programa “aquí no hay quién viva”, Gonzalo puso un negocio de venta de salvavidas, catalejos y bolsitas de tila en la costa del sol subido en su viejo mástil que fue lo único que sobrevivió a aquella “catástrofe catastrófica”.