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Diario YA


 

Ponemos bajo sospecha al dirigismo cultural

En defensa propia

La Lupa del Ya. Asistimos estos días al bombardeo-promoción del último libro de la saga "Millenium", llenándose parques y piscinas de individuos que devoran con fruición el ejemplar de marras. Si bien debo reconocer mi ignorancia sobre el fenómeno, siempre he recelado de las grandes campañas que pretenden sacar a nuestro mundo de su orfandad analfabeta, sin espíritu crítico, sin corazón ni memoria de modo tan sospechosamente altruista. En definitiva, siempre pongo bajo sospecha al dirigismo cultural y, en cuanto su sombra asoma por la puerta, corro a esconderme en mi caparazón.
 
El dirigismo cultural avanza desde hace décadas en su imparable proceso de transmutación social y de creación de una nueva sociedad desvertebrada, insolidaria, dócil y aborregada, y de un nuevo hombre voluble, inconstante, superficial, envilecido moralmente, sin historia, teledirigido en su comportamiento y en la creación y modelación de valores por imposición de normas sociales. Un nuevo ejército de aquellos zombis que resucitara el hoy añorado Jacko y que hoy bailan en busca de placeres, dependientes de los estímulos del mundo exterior que determinan su conducta.
 
No entenderíamos en su plenitud el fenómeno del dirigismo cultural sin referirnos al carácter político-empresarial de los medios de comunicación y sus servidumbres.
 
Servidumbre a poderes políticos, pues muchas empresas reciben ayudas estatales bien de modo directo, con inserción de publicidad institucional, o de modo indirecto, con reducciones económicas en gastos internos y desgravaciones fiscales. Esta sujeción resta independencia real a los medios de comunicación y facilita al poder político utilizar el medio como instrumento ideológico y a efectos propagandísticos para fijar o promover cambios en la sociedad.
 
Servidumbre a los intereses de los poderes económicos imbricados en la política que pueden ejercer un papel directo por accionariado o consejo de administración en el funcionamiento y contenidos difundidos del propio medio de comunicación o indirecto, por el montante económico de publicidad insertado.
 
Servidumbre a la masa, homogenizada, desarraigada y manipulada por el falso igualitarismo. Frente a la cultura humanística, la Cultura con mayúsculas, la cultura de masas, la "kultura" se debe a mentes mediocres, que se han acogido a los medios de difusión moderna. Sensacionalismo, morbo, crónica rosa, primicias informativas o cotilleos son los contenidos considerados más válidos por el impacto y el interés suscitado que incrementa los índices de audiencia, y el interés de los magnates de la publicidad.
 
Toda esta tupida red imbricada e inextricable de intereses políticos, económicos, convierte a los grandes medios de comunicación en instrumentos del poder político y económico para el dominio y control social, y a los profesionales de los medios de comunicación, consciente o inconscientemente, en auténticos mercenarios a sueldo.
 
Dirán ustedes que arrimo el ascua a mi sardina, pero creo firmemente que la prensa digital en Internet constituye el último foco de resistencia, la última trinchera defensiva donde salvaguardarse del permanente lavado de cerebro mediático, la última isla de auténtica libertad de expresión, de pluralidad real de contenidos donde, con excepciones, prima la objetividad y la veracidad porque los medios digitales son menos manipulables que los medios tradicionales al no depender tanto de unos ingresos publicitarios muy grandes sino de la seriedad y responsabilidad de los periodistas que los gestionan.
 
El periodismo digital está sacando a la luz noticias y opiniones que antes estaban fuera del sistema: excluidas o tapadas. La prensa digital, frente a la tradicional, está dando una serie de datos que si no fuera por ella no llegarían a la sociedad.
 
Volviendo al principio y a la inmersión "Millenium" a la que asistimos es nuestro deber recordar cuáles son las auténticas fuentes de las que podemos obtener aplomo, ideas, intuiciones y certezas, para defendernos y sobrevivir. En defensa propia.