Ensueño y deseo
Manuel Olmeda Carrasco. La crisis apremia al gobierno en pleno -Zapatero y las dos vicepresidentas- ratificado por comunicadores panegiristas, a martillar las errantes mentes ciudadanas que aguantan (al borde del desfallecimiento) promesas, previsiones y proclamas con voluntad de relego, cuando no definitivamente incumplidas. Indico personas concretas porque el responsable directo del éxito o fracaso es el PSOE; partido en el poder desde hace casi seis años. Con demasiada frecuencia, no obstante, se genera un “totum revolutum” interesado para, en la mezcolanza, atribuir a otros las propias servidumbres. El personal, cautivo de la argucia, padece resignadamente -al borde del fatalismo- tropelías e indignidades vertidas por quines subyugan su discernimiento, bajo los efectos maléficos de un extraño síndrome de Estocolmo. Me sobrecoge ver como, unos u otros, nos toman el pelo en la más absoluta impunidad sin recibir a cambio una generalizada respuesta contundente. Se sonríe con indolencia y cuando estalla el paroxismo hasta les dedicamos algún insulto, en que se suele implicar a la parentela; eso sí, utilizando la boca pequeña.
Yo -huérfano de estos mimbres, poco dotado para el cimbreo e inclinación del espinazo- me rompo el alma en desigual lucha contra la nada o el infinito; es lo mismo, porque ambos extremos llevan a la impotencia, a la cólera, a la desesperanza. Sé que empiezo perdiendo la batalla, pero uno no puede -en mi caso no quiero- cambiar el estilo como si fuese una prenda corporal. A lo largo de mi dilatada etapa de enseñante, procuré impulsar en los alumnos el interés por el estudio, por una mente ecléctica y crítica; evitando, en lo posible, cualquier lastre dogmático. Los artículos que redacto persiguen un objetivo similar: proponer puntos para la reflexión a lectores ocasionales.
Entre tanto, seguiré examinando el acontecer político, continuaré la denuncia de cosas y casos, sin otro límite que la frontera de lo ético. A priori, no tengo grupo alguno a quien pudiera referirme con la expresión (plástica y no exenta de alivio) “los míos”. Enemigo del vaivén, voy por libre; caminando la vida recto -sin atajos- con la maleta llena de principios sólidos que mis ancestros, la humildad y el respeto supieron inculcarme en un favorable entorno rural. Quizás esa vivencia animaba, a modo de consuelo, al ensueño en vela; vivificador y necesario para escudriñar un futuro menos mísero. Hoy, negros nubarrones se ciernen sobre nosotros. Descargan la crisis económica, política y social -más preocupante en siglos- que espanta a España, con matices culturales y de imbricación internacional.
He tenido un sueño. El veintiséis de octubre Rodrigo Rato se alzará con la presidencia de Caja Madrid. Reconozco lo expuesto de la concreción; pero -en palabras del clásico- los sueños, sueños son. Acepto la perspectiva de un deseo íntimo, porque mi capacidad de análisis sugiere las siguientes consideraciones. Mariano Rajoy, excelente persona en apariencia, es incapaz de ganar unas elecciones generales, excepto si el paro llegase a seis millones. Jamás con otra ocasión o circunstancia. En el nada desdeñable supuesto de que Zapatero repitiese legislatura, el caos alcanzaría cotas insólitas; conformando un status definitivo por medios pacíficos. La presidencia de Rato en la mencionada entidad, significaría la pasarela o el trampolín para hacerse cargo, posteriormente, de las riendas económicas nacionales -una vez más- en un gabinete con peso específico bajo la batuta idónea (¿convenida?), según mi parecer, de Esperanza Aguirre.
El presagio no es fruto de un análisis simplista. Camps autoinmolado por una obcecada reserva; Arenas ni cumple las expectativas, ni ilusiona; Gallardón es engullido por las zanjas, los impuestos y la escandalosa deuda madrileña. Tasadas diferentes constantes que inciden sobre otros factores políticos: fuerzas sociales y económicas, baronías, prohombres, equipos, etc., la única persona capaz de sacarnos del agujero (por la ausencia de complejos, personalidad y estilo) es la actual presidenta de la Comunidad de Madrid. Expongo así mi criterio, sueño y deseo.