José Luis Orella. 23 de Septiembre.
Eslovenia es uno de los países más pequeños y desconocidos de Europa. Con dos millones escasos de habitantes, uno se pregunta cómo ha podido este liliputiense país mantener su identidad hasta hoy. Los eslovenos son un pueblo eslavo, y como tal, forma parte de los eslavos del sur, con quienes se estableció en el siglo VII en las costas del Adriático. Por su posición prealpina, fueron evangelizados desde el obispado de Salzburgo, entrando a formar parte del catolicismo romano. Por su situación, su historia va a estar englobada dentro del Imperio de los Habsburgo. Territorio fronterizo con la Sublime Puerta turca, el territorio de los eslovenos nunca fue dominado por los turcos, que sí llegaron a la zona de la actual Croacia. Con los comienzos del protestantismo, surgieron los primeros núcleos luteranos en Liubliana, que tuvieron un protagonismo inicial en la lengua eslovena, con la traducción de la Biblia a la lengua vernácula. Sin embargo, la labor apostólica desarrollada por los jesuitas, bajo la protección de los Habsburgo, evitó que el destino de los eslovenos tomase el camino erróneo iniciado por el agustino renegado.
La clave de la supervivencia demográfica de un pueblo tan pequeño, que impide el acceso al mar Adriático del mundo germánico, era el dominio ejercido de la provincia de la Carniola, donde representaban al 95 % de la población. En el resto de las provincias imperiales, los eslovenos formaban parte del mundo de las minorías campesinas, representativas de un burdo y atrasado modo de vida. En Istria o Corintia, los eslovenos eran minoritarios ante comunidades representativas de una fuerte identidad cultural, como la italiana o la austro-alemana. Ambas comunidades tendían a asimilar a los eslovenos, por su mayor grado de desarrollo. Los italianos del imperio controlaban la vida comercial desde Trieste, y los austro-alemanes eran el pueblo señor del Imperio danubiano.
En 1805, la región estuvo bajo el control napoleónico, incluso llegó a ser anexionado a Francia, como provincias ilíricas, recuperando su vieja denominación romana. Allí fue cuando se incubó el discurso ilírico, que llevaría a un nacionalismo yugoeslavo, de unión de los pueblos eslavos del sur en una sólo identidad. La lucha contra el dominio cultural italiano y germano, despertó en los eslovenos la necesidad de aunar fuerzas con el resto de los pueblos eslavos del imperio. Con la desmembración de la monarquía de los Habsburgo por la derrota de la Primera Guerra Mundial, los eslovenos entraron a formar parte del reino de Yugoeslavia, regido por los serbios. Con la primera desaparición en la Segunda Guerra Mundial, parte del territorio fue anexionado por Italia, y el resto por Alemania, quien reivindicaba para sí las apetencias de una desaparecida Austria, ahora una región del III Reich.
Con el final de la Segunda Guerra Mundial, se conformó la república de Eslovenia, como parte federal de la nueva Yugoeslavia comunista de Tito. La república, poco poblada, revestida de bosques, por su cercanía a Italia y Austria, pronto se convirtió en la parte más desarrollada del país. Cuando en 1991 desapareció el país balcánico, Eslovenia fue la primera república que proclamó su independencia. Aunque hubo un pequeño intento del ejército federal de evitar la secesión, el pronto reconocimiento de Alemania y el Vaticano sentenciaron la situación. Eslovenia con un 90 % de eslovenos y menos de un 3 % de serbios, no contaba con una población alógena que pudiese servir de instrumento dominador de Belgrado.
Eslovenia, como en el pasado, tuvo la suerte de tener en Croacia un escudo que la preservó de los conflictos bélicos de la década de los noventa. Desde el 2004, el pequeño país eslavo forma parte de la Unión Europea, su economía se integra rápidamente, y su sociedad asume unos niveles de bienestar comparables a sus vecinos. A nivel político, los socialdemócratas mantienen una posición de empate con los demócratas del centroderecha. Ambas fuerzas lideran dos coaliciones con partidos menores liberales, aunque en estas últimas elecciones, los de centroderecha casi han desaparecido. En la posición de bisagra actúan el partido nacional, de derecha, y el partido de los jubilados, quienes a cambio de la mejora de las pensiones, han pasado de apoyar al gobierno de centroderecha a la coalición victoriosa que lideran los socialdemócratas de Borut Pahor. El liberal Janez Pansa perdió su credibilidad política al ser acusado de recibir estímulos económicos de una empresa armamentística finesa.