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Diario YA


 

Mater Dei - 5 de Julio

Espíritu Santo, por quien recibimos el don de Consejo

Mater Dei. El necio tiene por recto su camino, pero el sabio escucha los consejos” (Pr 12,15). Saber y querer escuchar es una de las carencias más considerables de nuestra sociedad. Cuántas veces reducimos la convivencia y el trato con los demás a ocasiones en las que vamos buscando nuestra «tajada». Nos cuesta escuchar, porque vivimos volcados en nuestras cosas, y, cuando nos hablan, ya estamos adelantando la respuesta que más nos pueden convenir.
El don de Consejo ayuda al alma a centrar la propia vida en Dios, en primer lugar y como lo único esencial. Se refiere a la virtud de la prudencia y es una luz del Espíritu Santo que nos ayuda a considerar y elegir los medios adecuados para conseguir el fin de nuestra vida, nos orienta para saber lo que tengo que hacer en las circunstancias concretas y en los actos particulares. El don de Consejo me ayuda a aplicar de forma concreta lo que la fe, la sabiduría y la ciencia me enseñan de forma más general. He de discernir, bajo la ayuda del Espíritu, si una cosa es buena o no lo es, si lo es en esas circunstancias concretas y no en otras, si es mejor para mí que otras en orden a conseguir el fin de mi vida.
Muchos consejos no pasan de ser útiles recetas para «salir del paso», pero pueden no conducirme por caminos de salvación. Aconsejar no es dar recetas. Un buen consejo siempre es algo positivo y saludable, tanto si se da como si se recibe. El que lo da realiza una acción efectiva: ponerse en el lugar del otro, sin manipular, sin buscar el interés propio, sino que le guía la sola prudencia. El que lo recibe, lo acepta porque añade a su conocimiento un saber que le era ajeno, y le ayuda a crecer interiormente. Hace falta mucha humildad para saber aconsejar y para aceptar el consejo de otro, sobre todo si sirve al fin de nuestra vida, que es Dios.
Mater Dei
Archidiócesis de Madrid
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