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Diario YA


 

España está desnuda, se acerca la nueva transición

José luis Orella. Vivimos el fin de una época, y se preanuncia una nueva transición a otra irreconocible. Las últimas décadas han divulgado una España hija de una transición modélica entre las dos Españas, de donde nació una democracia, de la cual goza una generación de españoles, denominada, la mejor preparada de la historia. Sin embargo, la atomización autonómica ha eliminado el cemento de unidad de España; la sumisión a las directrices de la Unión Europea, hicieron desaparecer nuestra industria naval, mercante, pesquera, la siderurgia y la ganadería.

Las consecuencias de la desindustrialización realizada por Felipe González, con unos sindicatos vendidos a la subvención procedente de la entrega del patrimonio de los sindicatos verticales han sido nefastas. El vacío quedó parcialmente tapado por el auge de la construcción ligada al turismo, que dio a los populares de José María Aznar, la posibilidad de vender la imagen de que el liberalismo que lideraban era el camino a seguir. Un crecimiento especulativo unido a un progresismo ideológico que convertía a la derecha en un centro sin principios morales, pero tolerante a todo tipo de conductas, siempre que defendiese el modelo social impuesto por la UE.

La llegada masiva de inmigrantes se inició en esta época para mantener un ejército de reserva que mantuviese los costos bajos de la mano de obra, con la complicidad de una izquierda socialista que veía en la llegada de los nuevos españoles, un filón de nuevos votantes, como en Francia. Las redes clientelares de los poderes locales con las empresas amigas, construyeron un sistema depredador de las cuentas públicas, que ahora conocemos en una pequeña parte. No hay corruptos en los partidos, es toda una estructura levantada para alimentar un modelo de vida de nuevos ricos. La austeridad ha puesto fin a una época, pero en vez de eliminar la estructura corrupta, se eliminan los recursos a los sistemas sanitarios y educativos, que son los más costosos, para poder ahorrar, mantener el autonómico y crear una nueva posibilidad de hacer negocio con la privatización de esos sectores.

Con sueldos mediocres y trabajos temporales, los incentivos de una sociedad mejor se han esfumado. Las clases medias de las que se vanagloriaba el denostado general Franco, están siendo demolidas en beneficio de una nueva clase alta, aupada en sus relaciones políticas, y a costa de una masa creciente de desheredados. El aborto y la eutanasia se convierten en elementos reguladores del “lastre humano” no útil que ayuda a mejorar el nivel de vida una sociedad donde al familia no tiene incentivos ni ayudas. El economista Adam Smith en 1776, publicó su obra “Investigación sobre la naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones” donde defendía la teoría de que el Estado debía mantenerse apartado de la economía del país, no debe fijar ni precios ni salarios, ni debía proteger a los obreros.

Los empresarios debían actuar con entera libertad y como mejor les pareciese. La misión del Estado era simplemente la de: mantener el orden público. El “Dejar hacer, dejar pasar; el mundo va por sí mismo”. Naturalmente, la historia no se repite, y no vivimos de forma cíclica. Pero aquellas miserias que el autor británico Charles Dickens, en su novela «Oliver Twist» nos describía, parece revivirse en el capitalismo del tercer mundo, y en la destrucción familiar y económica del primero. El fruto de aquel mundo desigual, donde la partitocracia que Hillary Belloc describía se mantenía a costa de los más humildes, provocó la ilusión irracional de los totalitarismos que desembocaron en un caudal de hierro y sangre.

Rajoy, Sánchez y Rivera anuncian la sociedad con esperanza, mientras Iglesias, aupado en la conciencia crítica de los vástagos de esos mismos beneficiarios del sistema, irrumpe con el viejo discurso guerracivilista llamando de nuevo a las barricadas. El fracaso real de la generación de la transición ha traído estos lodos, y el recuerdo idílico de la justicia revolucionaria, que clama la nueva izquierda, sólo puede ser respondida por el auge de los desheredados, que antes fueron, y ahora son sólo la sombra de un pasado que ya no se escribe ni en español.

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