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Diario YA


 

José Luis Orella: El ajedrez ucraniano

 

 

Ucrania se desliza hacia la división social. Finalmente ha quedado claro que el rechazo al acuerdo con la UE, en realidad escondía una nueva revolución. (El ajedrez ucraniano)

 

 

España camina con muletas

Miguel Massanet Bosch.   Hay ocasiones en que más vale aplicar el cauterio con decisión y sin andarse por las ramas que ir quemando, poco a poco, cada porción de la herida. Es mejor tragarse de una sola vez la dosis de aceite de ricino que írsela sorbiendo a traguitos y esto es, señores, lo que nos está ocurriendo a los españoles cuando el Gobierno, no sabemos por qué clase de miramientos, está llevando a cabo una política un tanto melindrosa desde que se hizo con la gobernanza de esta tullida nación que todos conocemos como España. Si es cierto que los españoles, en las urnas, le concedimos al PP la confianza necesaria para que pudiera actuar sin necesidad de someterse a las imposiciones de los partidos de la oposición, y que también es cierto que todos, sin excepción, sabíamos que el nuevo gobierno se vería necesitado de todo el apoyo para bregar con la herencia que recibía de los socialistas; tampoco es menos cierto que no esperábamos que, el PP, se anduviera con tantos remilgos, se entretuviera en tantas disquisiciones y se detuviera ante sus imaginarios fantasmas, que siempre parece que les acompañan en cuanto se trata de tomar una decisión valiente, atrevida y expeditiva, con la que pueda solucionar una situación que, a todas luces, requería no perder el tiempo en conseguir acuerdos, demandar ayudas o buscar unanimidad; algo que, conociendo como se las gasta la oposición de izquierdas, ya debiera haberse descontado de antemano.

 
La dosificación de las decisiones dolorosas a las que nos vemos enfrentados los ciudadanos, la secuencia de declaraciones y desmentidos por parte de quienes nos gobiernan y la inseguridad con la que se abordan algunas decisiones, que parece que no se atreven a tomar sin el asentimiento del resto de partidos; está convirtiendo estos primeros meses del Gobierno, no lo olvidemos un gobierno con mayoría absoluta, en una serie de sucesivos sobresaltos para los ciudadanos, que no alcanzamos a ver el fin de tantos recortes que, si bien podemos considerar como inevitables y precisos para sacar al país de la extrema situación en la que se encuentra, no dejan de causar una cierta perplejidad, debido a que, algunas medidas que parecían urgentes se han ido retrasando, de tal manera que, su retraso, no ha sentado bien a una Europa que nos está mirando con lupa y que desconfía de que, el nuevo ejecutivo, no acabe como el gobierno del señor Zapatero, que intentó en varias ocasiones saltarse a la torera la recomendaciones que se le hacían desde  Bruselas, el FMI y el mismo BCE. Si se hubiera actuado con más decisión y sin tanto miramientos, es posible que los españoles estuviéramos, ahora, más confiados en conseguir unos resultados positivos que, a la vez, hubieran contentado a Europa que vería en ello que, el nuevo ejecutivo, cumplía con las recomendaciones que desde ella se le hicieron. Ni que decir tiene que esta postura decidida hubiera ayudado a que Europa no mostrara las reticencias que demuestra a la ahora  de ayudarnos a luchar contra la crisis que nos azota.
 
No negamos que, el señor Rajoy y su Ejecutivo, hayan puesto en funcionamiento una serie de procesos encaminados a rebajar el déficit y reducir los costes del sector público o se hayan iniciado importantes recortes en los gastos autonómicos, al implantar un umbral  que limite sus gastos; no obstante, no se ha actuado con la suficiente eficacia en la supresión de organismos públicos inoperantes o que han dejado de ser rentables. Se ha venido operando, en el campo de la crisis bancaria, con la ilusoria pretensión de que todos los bancos y, en especial, cajas de ahorros sean rescatados de la situación insostenible en que las dejaron gestores ineptos, directivas que se han creído que podían actuar a su antojo y sindicatos y políticos que han considerado que sus puestos en los consejos de administración eran un salvoconducto para financiarse o financiar a sus respectivos partidos, mediante préstamos que, en muchos casos, no han sido devueltos. 
 
Tenemos el convencimiento, como ya se nos empieza a achacar desde diversas instituciones financieras, de que la pretensión de salvar a todos los bancos y cajas para que no quebraran, ha sido una solución demasiado costosa para el pueblo español, que hubiera querido ver más ejemplaridad en la actuación del gobierno con aquellos directivos que se han lucrado de su cargo en perjuicio de la entidad que dirigían; más control del Banco de España sobre aquellas entidades que ya llevan años dando muestra de debilidad; mas eficacia de la CNMV en la supervisión de aquellas operaciones financieras que, como se ha demostrado a posteriori, no eran más que señuelos para conseguir dinero de los impositores mediante la promesa de fuertes ganancias y más diligencia en el control de operaciones arriesgadas y especulativas en materia inmobiliaria que luego, cuando la crisis ha estallado, se han convertido en un losa insoportable para toda la economía española.
 
Pero si notamos una cierta perplejidad y desconcierto en el nuevo Ejecutivo no podemos por menos de referirnos a la actuación de una oposición que viene dando muestras de haber perdido el rumbo, de dar puñetazos en el vació y de intentar hacernos olvidar que quienes fueron los verdaderos causantes de la situación en la que nos encontramos no han sido más que ellos. Un partido socialista que bajo la dirección de su secretario general Pérez Rubalcaba, da muestras de dar palos de ciego, de una división interna preocupante y de una falta de ideas como ha sido la tónica general de todo el tiempo que estuvieron en el poder. Y otros aspectos preocupantes: el desempleo no baja, las empresas siguen cayendo, la deuda es un verdadero galimatías que, poco a poco, está acabando por convertirse en un mal endémico, cada vez más cara de sostener y más difícil de colocar que, de seguir así, dentro de poco va ser imposible de sostener.
 
Por otra parte, se ve en el nuevo ejecutivo una cierta confusión cuando se trata de adoptar medidas necesarias que puedan causar incomodidad en ciertos sectores, como por ejemplo está sucediendo con la minería de Asturias, un caso que viene arrastrando desde hace años, que nos ha costado a los españoles más de 24.000 millones de euros y que, sin embargo, no parece que lleve vías de solucionarse si es verdad que, el señor ministro de Industria, señor Soria, después de haber mantenido a capa y espada que no cederían ante la presión de los mineros; ahora ya habla de intentar mantener las ayudas por una cantidad de 655 destinados al carbón. ¿Para llegar a este punto ha sido necesario tanto tiempo perdido, tantos daños materiales y enfrentamientos? La verdad no consigo entenderlo.
 
No creo que esta política, mezcla de declaraciones enérgicas y altisonantes, que luego, cuando el gobierno es presionado, se convierten en agua de borrajas, sea la más apropiada y conveniente para un momento en que España está en el punto de mira de todo el mundo; cuando se espera de Rajoy y su gobierno la energía máxima en la aplicación de las reformas necesarias, de la que careció el señor Zapatero, teniendo en cuenta que, el porvenir de nuestra nación depende de un hilo, una sutil hebra de confianza, sin la cual está claro que Bruselas, presionada por Finlandia y Países Bajos, con una Alemania dubitativa, no nos va a dar más que una última oportunidad: el rescate soberano, con todas las fatídicas consecuencia que ello comportaría para los españoles. Meditemos sobre ello. O esta es, señores, la visión que tengo de nuestro país.