España en sus infiernos (1): los círculos de Dante
Laureano Benítez Grande-Caballero
Diga lo que diga Bergoglio, el infierno existe. Y diga lo que diga el «doctor» Castejón sobre las maravillas paradisiacas de España bajo su maléfica égida, el Averno está afincado en nuestros solares, pues no en vano el verdadero presidente de nuestra dictacracia no es otro que el mismísimo Bafomet, con su tríada capitolina y todo: Soros, Rockefeller, Rothschild. Porque del Bafomet ha partido la orden conminatoria —como si se tratara del mismísimo Hitler en París— «¡Que arda España!»… Como en el 36, por supuesto. Y en esas llamas estamos, sumidos en una pirotecnia espectacular que nos chamusca sin compasión, mientras Nerón Sánchez toca su lira en su «Falconetti» y se mira en sus espejos mágicos de Mojácar.
En resumen, que lo que empieza en los Pirineos no es ya África: es el Tártaro infernal.
Además del Bergoglio —siempre tan rompedor este señor campechano, miembro de honor del supermasónico «Rotary Club»: ¡qué gracioso este pampero!— hay mucha gente que no cree en el infierno, pero haberlos haylos. Es más, tenemos a nuestra disposición muchos infiernos, aunque, como diría Paul Eluard, están en éste: es decir, en España. Y es que hasta en esto somos diferentes.
A ellos accedemos por puertas, llamadas «hellgates», que pueden semejar igual un aula atiborrada de LGTBI, que un Valle desamortizado de guerreros patriotas, que una Rita «la quemaora» proclamando a pecho descubierto eso de comerse almejas y que arderemos como en el 36 —mientras asalta una capilla como un espontáneo salta a un coso taurino—, o que una kabalgata de walkiri@s congonea sus curiosas «marjorettes» barbudas por calles y plazas… Espectáculos que producen un ansia irrefrenable de acudir a purgarse a algún vomitorio tipo Coliseo, pues, al entrar por esas «hellgates» los protagonistas de estas performances y sus claqués dan un salto al hiperespacio estilo «hell wars», y aparecen allí, en, giro, pozo, fosa, o zona de algún círculo infernal de los que Dante describió en su «Divina Comedia».
No es de extrañar la querencia infernal de las élites-puño-en-alto por atraparnos en sus garras y llevarnos en bandeja de plata a los Carontes del inframundo, pues para eso las han puesto en los hemiciclos y tertulias los hierofantes del globalismo, obsesionados por llevar a España a la tierra del-nunca-jamás.
Como toda estrategia revolucionaria, las «hellgates» se basan en la famosa trilogía inventada por los jacobinos: guillotina, martillo, y pira… Pira, hoguera donde quemar libros, reaccionarios, derechones, religiosos, edificios, iglesias… carne chamuscada ofrecida en brutal sacrificio al Bafomet que imperial los marionetea desde su Palacio en Monte Pelado.
Este cuadro horripilante, este gran terror lo padecemos desde hace ya tiempo, pero se ha acelerado pasmosamente con el golpismo frentepopulista de Castejón&Cía, que ha abismado a España en el terror de los Círculos de Dante, aquellos mundos y submundos con los que describió el infierno el genial poeta florentino.
Por supuesto, el primer círculo sería el formado por los cobardes, forjadores de un infierno de muchos quilates, que son aquellos que contemplan las agresiones y amenazas a España sin cometer méritos ni infamias, según afirmación dantesca.
Según Dante, penan en este infierno los inútiles, los indecisos, aquellos que a su paso por el mundo no habían dejado huella. Su tormento consistía en correr desnudos, sin reposo, acosados por insectos y avispas ―muy posiblemente cuatribarrados o tricoloreados― que les pican en todo el cuerpo. Pero lo más tremendo es que, como carecen de voluntad para tomar cualquier decisión, jamás podrán cruzar el río Aqueronte, permaneciendo en tierra de nadie por toda la eternidad. Un ejemplo típico de personaje de este infierno es Poncio Pilatos ―del que, por cierto, hay gente que dice que nació en España. Pues le cuadra bastante, todo hay que decirlo―. Traduciendo a nuestra idiosincrasia, Rajoy molaría bastante en este circulito dantesco.
Este infierno de los cobardes lo ubica Dante en el pantano de la Estigia, donde aquellos que gastaron su vida en la inmovilidad del espíritu son privados de aire y palabra, del mismo modo que se privaron de las obras en su vida perezosa.
Hay luego círculos, fosas y zonas del infierno especializados en malversadores, en ladrones, en consejeros fraudulentos, en falsificadores, etc… como vemos, todos muy españoles, pero entre ellos destacan sobremanera dos: la novena fosa del octavo círculo, donde son atormentados los sembradores de discordias, tanto civiles como religiosas, cuyo castigo llama la atención, ya que son mutilados por un diablo que, tan pronto como cierran sus heridas, las vuelve a abrir, simbolizando con la separación de sus órganos las nefastas divisiones que causaron a la humanidad. Así que, ojo al dato, porque esto es aviso para navegantes estilo Puigdemont, Torrá, el Turrioncete, los Rufianescos, y toda la malaya esa.
Mas la apoteosis infernal «made in Spain» tiene lugar en el último círculo, donde son confinados los traidores, encerrados en un inmenso lago de hielo llamado «Cocito». Da igual que la felonía fuera contra los parientes o contra la Patria, pues frecuentemente incurrieron en su vida en más de una traición. Ni que decir tiene que las estrellas de este círculo son Caín, Judas, y Bruto. Aunque, si se actualizara, ya sabemos a quiénes podríamos arrojar a él, pues son una patulea tan numerosa que pueden presumir que tienen hasta a un mismísimo Borbonazo, obispos a tutiplén, carlistas indepes, requetés bildutarras, franquistas socialdemócratas-de-toda-la-vida, derechones travestidos de progresistas-liberales-centristas-reformistas… La repera, vamos. ¿Quién manda en este «Cocito»?: pues un tal Bellido Dolfos, faltaría más.
Llama la atención que Dante sitúa en este infierno más profundo ―castigados por el mismo Lucifer, el primer gran traidor― a los traidores a las más altas instituciones, insertándolos en el hielo como si fueran mamuts protohistóricos, pero en diferentes posiciones, según a quién hubieran traicionado.
¿Qué personajes tendríamos en el «Cocito»? Pues ahí tendríamos hibernados a la flor y nata de todos nuestros gobiernos democráticos, encerrados en régimen de esclavitud en el «Círculo Bilderberg», felones que destrozaron España incluyendo el concepto de «nacionalidades» en una malhadada Constitución, que empapeló nuestros infiernos, que dio salvoconducto a los traidores, que exculpó a los cobardes, que concedió la educación, la seguridad y los medios de comunicación a dantescos catalanitas, que ejercieron una demoníaca complicidad con los golpistas desde la Transición.
También pulularían por el «Cocito» militares sin honor, representantes de un ejército cipayo; sacerdotes y obispos incensando al pensamiento moder-progresista; agrupaciones de presuntos patriotas cuya única actividad conocida es la reyerta entre ellos con navajas cachicuernas…
A estas alturas de la película, ¿puede haber algún español ignorante del hecho de que Bilderberg pilotó nuestra Transición y nuestra democracia con el exclusivo propósito de debilitarnos como nación, arrasando nuestra industria y conspirando para llevarnos a una España Federal pasto del NOM?
Pero, aunque no merezcamos que nos cite Dante por ser personas sin especial relevancia, también seremos condenados al lago «Cacito» todos aquellos españoles que, a la vista del insoportable hedor a azufre que emana de estas puertas infernales, hemos permanecido impávidos, indiferentes, perezosos, pasotas, inactivos, frente a la apocalíptica marea que desguaza nuestra Patria. Porque nadie puede alegar ignorancia, desconocimiento de este maquiavélico complot, ante la magnitud y profundidad de las pruebas que lo demuestran.
No podemos, pues, excusarnos, diciendo aquella frase machadiana de que «el vacío es más en la cabeza», porque la desolación está más bien en los corazones, helados por una pasmosa indiferencia que desemboca en una alevosa complicidad con la destrucción e España. Y así, del infierno de cobardes hemos pasado al infierno de los traidores.
Hay muchas frases descollantes que ponen de relieve cómo la inacción borreguil de la «mayoría silenciosa» alienta a los perversos: «Los tontos se multiplican cuando los sabios guardan silencio» (Mandela); «Debemos tomar posturas. La imparcialidad ayuda al opresor, nunca a la víctima. El silencio alienta al verdugo, nunca al torturado» (Elie Wiesel)
Y la más dantesca de todas: «El lugar más caliente en el infierno está reservado para aquellos que permanecen neutrales en tiempos de gran conflicto moral» (Luther King).