Miguel Massanet. Deberemos reconocer que no hay día en que no surja la sorpresa, una noticia que puede llegar del lugar más insospechado o de la persona menos esperada. Ahora la nueva que nos ha sorprendido procede de la misma comunidad madrileña y corre a cargo de doña Esperanza Aguirre, uno de los valores más sólidos de la política nacional y uno de los referentes más firmes para muchos de los que simpatizan con el PP y no acaban de sincronizar con algunas de las decisiones de don Mariano Rajoy y su ejecutiva. El caso de doña Esperanza es un ejemplo de la persistencia en un ideario, de la eficacia y solvencia de una carrera política y de la coherencia y responsabilidad de una mujer inteligente, extraordinariamente preparada para la vida pública, capaz de desempeñar, con dignidad y honorabilidad, cualquier puesto representativo que se le asigne, sea de concejal del Ayuntamiento de Madrid, como ministra o como presidenta de la comunidad madrileña.
El anuncio de la renuncia a todos sus cargos y de la retirada de la escena pública ha caído como un jarro de agua fría sobre muchos ciudadanos, que nunca hubieran pensado que esta señora, en la cima de su carrera política, plena de facultades, animosa y directa, bregada en el fárrago parlamentario, capaz de sostener batallas dialécticas con sus adversarios parlamentarios y de probado talante liberal, acabara por tirar la toalla en unos momentos en que su contribución es imprescindible. Cuesta aceptar que las causas que ella ha alegado como motivos de su retirada sean, en realidad, las que la han impulsado a tomar una decisión de tamaño calado. Es humano que sus problemas de salud y sus deseos de dedicar más tiempo a su familia hayan podido acabar de influir en su decisión, pero, señores, no veo que se corresponda con la idiosincrasia de esta mujer, con su espíritu combativo y con su presentación, hace apenas unos meses, a la reelección, algo que no hubiera tenido mucho sentido de ser cierto que pensaba retirarse antes de culminar sus cuatro años de mandato.
Sus discrepancias con el ejecutivo de Rajoy en el caso del tercer grado concedido al etarra Bolinaga a lo que Aguirre demostró su disconformidad, su distinto enfoque sobre algunas de las medidas adoptadas por el Ejecutivo y sus pasados rifirrafes con el señor Gallardón, así como lo ocurrido en el congreso del PP en Valencia, donde se postuló como posible alternativa al señor Rajoy; sin duda han pesado mucho en el debe de la balanza. Somos muchos los que creemos que el presidente ha abusado de su talante conciliador y su lentitud en reaccionar ante determinados retos que se le han presentado, de modo que, teniendo la sartén por el mango, con su mayoría absoluta, en las dos cámaras, se ha perdido en inútiles intentos de conseguir el apoyo de otros partidos políticos que lo único que han intentado es ponerle en compromisos para desgastar al Gobierno ante los españoles, que han asistido asombrados viendo como tanto poder, concedido por las urnas, se desgastaba en salvas de pólvora.
El retraso en tomar la iniciativa ya les costó a los populares perder las elecciones en Andalucía; la dosificación con cuenta gotas de las medidas necesarias de recortes y algunas contradicciones entre las declaraciones de los ministros han bastado para que se tenga la sensación de que el PP está yendo a remolque de los acontecimientos en lugar de liderar un país que intenta superar los obstáculos para conseguir su recuperación. Son demasiadas malas noticias y, si el señor Rajoy piensa que, con el abandono de la señora Aguirre, se ha sacado una piedra del zapato; mucho nos tememos que lo único que va a tener es un problema en una de las pocas autonomías de España en las que el PP tenía una mayoría absoluta y suficientemente consolidada para resistir el acoso de unos socialistas, que se las veían y se las deseaban para intentar contener aquel ariete flamígero que tenían enfrente, repartiendo estopa a diestro y siniestro.
Mucho nos tememos que, el encontrar un sustituto que reúna las cualidades que ostenta la ex presidenta de la comunidad madrileña, que tenga su carisma y tirón electoral, les va a resultar muy difícil al PP de Madrid. Y es que, señores, podríamos aceptar que la señora Aguirre quisiera dedicarse a su vida familiar si hubiera decidido dedicarse por completo al cuidado de su familia, ya que no podemos pensar que necesitara recobrar su puesto de funcionaria en el ministerio del señor Soria, el de Industria, Energía y Turismo, formando parte de la plantilla de TURESPAÑA, para cobrar un sueldo, puesto que es sabido que la familia de la ex presidenta goza de una confortable posición económica y su marido disfruta de un puesto importante en la administración.
Uno tiene la impresión de que, a la señora Aguirre, hace tiempo que dentro del partido se le está haciendo el vacío, se han dejado de tener en cuenta sus observaciones de evidente peso y se la ha relegado, intencionadamente, debido a que existen personas a las que molesta que un personaje de tanta relevancia política les saque, de tanto en tanto, los colores al equipo gubernamental. Es evidente que, el señor Rajoy, recibió una herencia envenenada del anterior gobierno socialista, es cierto que ha tenido que hacer de tripas corazón para superar los embates que le están llegando desde Europa y desde las mismas autonomías que, en lugar de colaborar como, muy acertadamente ha dicho SM el Rey en la web de la Zarzuela, “lo peor que podemos hacer es perseguir quimeras y ahondar heridas” en clara alusión a los últimos movimientos de carácter secesionista que se están produciendo en Catalunya; intentan sacar provecho de la supuesta debilidad del Gobierno. Parece que Rajoy y su equipo no les ha producido la menor preocupación las declaraciones de Mas; pero también se están cometiendo errores de falta de información y de explicaciones detalladas del por qué de algunas medidas que, a primera vista, pueden causar estupor a una ciudadanía que colabora, pero que se siente postergada ante determinadas políticas que requerirían más claridad y publicidad.
Se diga lo que se diga, nadie nos va a quitar de la cabeza que, en unos momentos tan delicados, cuando luchamos contra la desconfianza de los inversores y en los que basta la más mínima noticia para desequilibrar la financiación de nuestra deuda y hacer volver la desconfianza de los inversores en España; el abandono de la señora Aguirre puede interpretarse como un gesto de desánimo, una rendición a la fatalidad y una falta de compromiso en la política gubernamental. Lo cierto es que, con la pérdida de esta mujer para la política, muchos de los que pertenecen a la vieja guardia del partido, que compartían sus puntos de vista, que coincidían con lo que ella entendía como España y participaban de su rechazo a las componendas con los terroristas o las cesiones ante las demandas nacionalistas; muchos de los que tenían en ella su máxima confianza y mantenían la ilusión de que llegara un momento en que liderara el partido, se han quedado huérfanos, huérfanos y desengañados. La conciencia del partido ha dejado su puesto, que ahora queda vacío. ¿Habrá un relevo que pueda ocupar su lugar? No lo vemos probable. O esta es, señores, mi opinión sobre esta preocupante noticia.