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Diario YA


 

José Luis Orella: El ajedrez ucraniano

 

 

Ucrania se desliza hacia la división social. Finalmente ha quedado claro que el rechazo al acuerdo con la UE, en realidad escondía una nueva revolución. (El ajedrez ucraniano)

 

 

Esperanza cuando besa...

Ángel del Río. 27 de enero.

La española cuando besa, es que besa de verdad, y a ninguna le interesa besar por frivolidad. A Esperanza Aguirre no le interesa besar por frivolidad, supongo, pero sí besa por necesidad, por la necesidad que exigen las apariencias, por ahuyentar los rumores, echar pelillos a la mar y dar la impresión de que entre ella y Gallardón no hay más distancia que la que existe entre la plaza de Cibeles y la Puerta del Sol, aunque la realidad sea engañosa y esas distancias resulten mayores que las que se aprecian o intentan aparentar.

El sábado, en ese acto abierto del partido, se volvió a representar la escena del beso entre Esperanza Aguirre y Alberto Ruíz Gallardón, para demostrar, mejor dicho, intentar demostrar a la opinión pública más ingenua, que todo va miel sobre hojuelas, que no hay nada entre ambos que no sea cordialidad, camaradería, compañerismo, cariño, entendimiento. Volvieron a besarse y a abrazarse en público, como hacen siempre al día siguiente de haber protagonizado un conflicto entre ambos, y eso ya no cuela; ese beso era más de cartón que de amistad, de cartón-piedra me atrevo a decir. El pasado jueves por la tarde, la presidenta de la Comunidad animaba a Gallardón a que fuera a los tribunales si se creía todo lo que estaba publicando El País sobre la presunta trama de espías en el gobierno regional; le animaba a que el alcalde denunciara en los juzgados lo que estaba denunciando, o insinuaba, en conversaciones con los periodistas, y que allí se encontrarían. Aguirre le citó y se la vio muy enfadada con él. Pero día y medio después, el pasado sábado, beso en público, como si el personal fuera tonto y no estuviera acostumbrado ya a que después de cada refriega entre ambos, que por cierto suelen ser frecuentes, escenifican en público el abrazo y hasta el beso de Vergara, y eso ya no se lo traga nadie, como nadie se traga que dentro del PP no haya fisuras, dudas, enfrentamientos velados y desvelados, y mucho hierro, muchos puñales, por más que se quiera quitar el hierro con ósculos forzados.

Cuando en el acto del sábado Mariano Rajoy llamó a la unidad de todos, evidenció que no hay unión en estos momentos y que las fuerzas de los intereses van contra el gobierno de la Comunidad, desde fuera y desde dentro. En los últimos días ha habido acusaciones mutuas muy fuertes, muy directas, porque a veces, las indirectas, dudas y dardos envenenados son más dañinos que el dedo acusador directo. Muchos pueden pensar que el beso sabatino lo cura todo, devuelve las aguas a su cauce, que aquí no ha pasado nada. Pero seguirá pasando, volverán las malas relaciones entre los dos, las sospechas, las dudas y las puñaladas políticas, hasta el próximo beso en público, otro beso de cartón-piedra.

 

 

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