Estás aquí para ser feliz
Manuel María Bru. 15 de marzo.
“Hola Aitana, me llamo Josep Mascaró y tengo 102 años. Soy un suertudo. Suerte por haber nacido, como tú, por poder abrazar a mi mujer, por haber conocido a mis amigos, por haberme despedido de ellos, por seguir aquí. Te preguntarás cuál es la razón de venir a conocerte hoy. Muchos te dirán que a quien se le ocurre llegar en los tiempos que corren, que hay crisis, que no se puede. Esto te hará fuerte, yo he vivido momentos peores que éste, pero al final de lo único que te vas a acordar es de las cosas buenas. No te entretengas en tonterías, que las hay, y vete a buscar lo que te haga feliz que el tiempo corre muy deprisa. He vivido 102 años y te aseguro que lo único que no te va a gustar de la vida, es que te va a parecer demasiado corta. Estás aquí para ser feliz”. Todos hemos escuchado ya este texto, felizmente repetido por radios y televisiones, ejemplo de lo que un buen uso de la publicidad puede hacer por el amor a la vida.
Josep, con sus achaques, le parecerá a la ministra de igualdad un viejo fundamentalista, atreviéndose a hablar con un recién nacido, que como en las semanas anteriores en el seno de su madre, no entiende ni tiene porque entender nada. Le parecerá una cursilería, a una acomodada e inconmovible “niña bien” como ella, decirle a Ainoa, cuyo nombre aún no existe para el registro civil, su suerte por haber nacido, sobre todo en “los tiempos que corren”. Y la suerte de seguir viviendo él, cuando ya no es útil para la sociedad, y no ha caído en las garras de la sedación del ministro Bernat Soria. Pero sobre todo le parecerá una osadía eso de que sea feliz, aunque no la esperasen, pero recibida como un don, con ese respaldo de sus abuelos que pretende evitar la nueva ley de promoción del asesinato de los más inocentes. Y al presidente del gobierno le habrá parecido una pésima coincidencia, al poner en entredicho su previsible e inconfesable mensaje a Aitana. Algo así como: “En nombre del progreso, no te podemos dejar nacer. Eres aún demasiado pequeña para comprenderlo, pero lo suficiente para que no puedas hacer nada por evitarlo. Hemos educado desde hace años a tu madre para que, como consecuencia del ejercicio libre de su sexualidad, decidiese, ante un contratiempo como este, y aún sin contar con la complicidad de sus padres, liberarse de ti. ¿Y quien eres tú para ella, sin la protección de los médicos y las enfermeras, y de nosotros, los que realmente mandamos? Además, si quieres que te sea sincero, esta vida no merece la pena ser vivida. Y lo de la felicidad, es un mito religioso. Ssss… Cállate. Y sobre todo, no pongas resistencia. No nos obligues a trocearte para que puedas dejar libre de ataduras y complicaciones el vientre de tu madre, y sobre todo, mi ambicioso proyecto político”.