Estambul y el espectáculo de las mezquitas
La antigua Constantinopla, refugio de varias grandes civilizaciones, es sin duda una de las ciudades más hermosas de Europa
Entre los continentes europeo y asiático se encuentra uno de los países más hermosos del planeta: Turquía, una nación cuyas influencias culturales, religiosas y sociales recibidas a lo largo de toda su historia le han proporcionado unos atractivos que la hacen ser única en el mundo.
Debido a su ubicación entre el mar Negro, el Mediterráneo y el Egeo, este país emergente donde más del 90% de la población es musulmana fue en su día el refugio de varias grandes civilizaciones y el lugar en el que muchas batallas tuvieron lugar a lo largo de la historia.
Cuando uno tiene previsto visitar la antigua Constantinopla, debe saber que se va a adentrar en un país lleno de historia y arte por todos sus rincones. Pero más allá de eso, debe saber que va a regresar a casa con muchísimas nuevas amistades debido a la enorme hospitalidad que te ofrecen sus habitantes a la mínima que pueden sin pedirte nada a cambio.
Estambul es sin duda una de las más hermosas ciudades de Europa y también una de las más interesantes. Entre sus muchas atracciones, hay que recalcar que sus mezquitas están entre las más bellas del mundo.
La importancia de Estambul, la única del mundo ubicada en dos continentes a la vez -con parte en Europa y parte en Asia- y el enclave estratégico que ha tenido a lo largo de los siglos hacen que sus calles rezumen historia y herencia de multitud de culturas.
Nuestra primera parada fue en el Palacio de Topkapi, situado entre el Cuerno de Oro y el mar Mármara, y desde el que se tiene una espléndida vista del Bósforo. Este majestuoso museo de la época imperial, también conocido como el Palacio de la Puerta de los Cañones al estar situado cerca de una puerta con ese nombre, fue el centro administrativo del Imperio otomano desde 1465 hasta 1853, año en el que el sultán Abdulmecid decidió trasladar su residencia allí.
Su construcción fue ordenada por el sultán Mehmed II en 1459 siguiendo las normas de la arquitectura seglar turca. Es un entramado complejo de edificios, unidos por patios o jardines y rodeados por una muralla bizantina.
Tras salir maravillados del increíble Palacio de Topkapi, la Mezquita Azul nos esperaba muy cerquita, concretamente en la Plaza de Sultanahmet, el centro neurálgico de la ciudad. Tanto la plaza como la mezquita reciben su nombre de Ahmet I, el sultán que la ordenó construir para apaciguar a Alá trayéndose consigo a los mejores artesanos del Islam.
A pesar de que muchas personas creen lo contrario, el sobrenombre de esta mezquita -la cual es la única en Estambul que posee 6 alminares- no procede de la piedra de su exterior, sino de los azulejos de su interior traídos de Iznik, lugar donde se encontraban las mejores fábricas de la época.
El impacto visual que experimenta uno al adentrarse en este mezquita es brutal, ya que aunque su exterior supone ya un ejemplo de belleza y armonía, probablemente no preludia la deslumbrante magnificencia de su interior, la amplitud de la gigantesca sala de oración, la luminosidad y la delicadeza de su decoración.
Justo en frente de la Mezquita Azul se encuentra Santa Sofía, reconvertida en museo después de haber sido construida como iglesia por Justiniano hace casi 1.500 años y de haber pasado siglos convertida en mezquita.
Esta antigua basílica patriarcal ortodoxa, que contiene una gran colección de reliquias de santos, destaca por su enorme cúpula, gracias a la cual se crea un grandioso espacio diáfano que resulta impactante, tanto como la lujosa decoración que todavía perdura a través de los siglos: mosaicos de increíble belleza, mármoles traídos de África, etc. Está considerada como el epítome de la arquitectura bizantina y se dice de ella que cambió la historia de la arquitectura.
De nuevo las magnitudes adquieren importancia en nuestra impresión; Santa Sofía es tan grande que uno no puede dejar de sentirse aturdido, pero al mismo tiempo también hay pequeños detalles que nos sorprenden y nos cuentan algo de la increíble historia del edificio, como los grafitis dejados en una barandilla por los vikingos que saquearon Constantinopla en el año 907.
La Mezquita de Solimán es un edificio imperial otomano situado en la tercera colina de Estambul. Es la mezquita más grande de la ciudad y con una de las mejores panorámicas de la misma.
Esta obra de arte fue construida entre los años 1520 y 1566 por Mimar Sinan, el arquitecto otomano más importante de la historia, bajo petición del sultán Solimán I “El magnífico”, uno de los sultanes otomanos más ricos y poderosos de la historia y, por otro lado, uno de los más terribles enemigos de la Cristiandad.
Esta mezquita nos llamó bastante la atención también por su tamaño, su sencillez, sus excepcionales azulejos de Iznik que decoran el mihrab, por sus preciosas vidrieras que proyectan una inmensa luz a través de sus 138 ventanas y por sus imponentes columnas. Posee cuatro minaretes, dos de ellos con tres balcones y los otros dos con dos. Los ordenó construir así Solimán para recordar que fue el cuarto sultán desde la conquista de Estambul y el décimo desde la creación del imperio otomano.
Más que una mezquita, se podría decir que era un complejo en el que, además del edificio dedicado al culto, tenía otras partes: un hospital, una escuela coránica, un comedor para los pobres convertido hoy en restaurante para los no tan pobres, etc.
Por otro parte Sinan, que alcanzó la increíble cifra de 477 edificios realizados a lo largo de su vida, fue el gran arquitecto de Estambul y de la Turquía otomana y posiblemente se convirtiera en el arquitecto más prolífico de la historia. Concibió el diseño arquitectónico de la Mezquita de Solimán en contraposición a la bizantina Santa Sofía, la cual sirvió como modelo para numerosas mezquitas otomanas de Estambul.
No obstante, Sinan tuvo una concepción más simétrica, racional y simple que los arquitectos otomanos precedentes. Posiblemente el intercambio de ideas entre Italia y Estambul contribuyó al apoyo del arquitecto de las líneas simétricas y las formas racionales.
El famoso Gran Bazar de Estambul es uno de los bazares más grandes del mundo. Ubicado en el centro de la ciudad vieja, cuenta con casi 60 calles y 4.000 tiendas. Entre sus diversas áreas de negocio podemos encontrar joyerías, orfebrería, tiendas de especias y tiendas de alfombras. Estos comercios se encuentran agrupados por tipo de actividad, en plan gremio.
A través de una de sus 22 puertas se puede acceder al Gran Bazar, el cual acostumbra a vender más de 12.500 artículos diferentes y trabajan más de 20.000 personas en este recinto cerrado. Entre sus numerosos servicios, el turista puede encontrar un centro de enfermería, una oficina de Correos, servicio de seguridad y varias oficinas bancarias. Si el Palacio de Topkapi era el centro político del Imperio Otomano en su día, el Gran Bazar era el centro económico del mismo.
Por otro lado, una de las actividades que no podíamos perdernos al visitar Estambul era la de realizar un crucero por el Bósforo, el famoso estrecho que separa la parte europea de la asiática. Nuestra recomendación es hacer este viaje cuando se acerque la puesta de sol a fin de disfrutar de unas mejores vistas.
Una vez en la embarcación, navegamos por el Bósforo hasta el Mar Negro, apreciando las espectaculares vistas de Estambul por la noche, pasando por debajo de los puentes de suspensión, para posteriormente deleitarnos con las envidiables vistas a los palacios que usaban los otomanos en verano, las mansiones y las modernas villas que bordean las costas de Europa y Asia.
Otra de las excursiones que hicimos y que mereció la pena fue la de coger un ferry y dirigirnos hasta las Islas Príncipe. Una vez que llegamos allí sentimos como si retrocediéramos hacia el pasado, hacia un lugar en el que no existen los coches ni el tráfico. Los únicos sonidos que percibimos allí fueron los de los pájaros, los turistas y el trote de algún que otro caballo tirando de un carruaje.
Al ver tanto carruaje por cada calle en que nos movíamos, nos entró el gusanillo de subirnos a uno de ellos para dar una vuelta relajadamente por la isla. Disfrutamos muchísimo del recorrido mientras pasábamos por bellas mansiones de madera que ejemplificaban la arquitectura de la era otomana.
Y aquí finalizaba nuestro periplo por tierras turcas, quedándonos con un buenísimo sabor de boca por los lugares especiales y maravillosos que visitamos durante nuestra estancia por la antigua Constantinopla.
· Dónde dormir
Con unas impresionantes vistas del Bósforo y de Estambul, The Bank Hotel es una opción muy interesante para hospedarse en la antigua Costantinopla, con un escenario majestuoso para el arte y el diseño contemporáneo.
Situado en un antiguo banco a tan solo cinco minutos a pié de la torre de Gálata, este lujoso alojamiento de cinco estrellas le ofrece la llave del moderno vecindario Karaköy de Estambul, donde las galerías de arte de moda y los restaurantes conviven con los mercados de pescado de la ciudad a orillas del Bósforo.
La estructura del El Bank Hotel, que fue diseñada por Antoine Tedeschi en estilo neorrenacentista, se trata de un claro ejemplo del estilo arquitectónico ecléctico del siglo XIX.
El edificio fue comprado por Yilmaz Ulusoy en 2010 y posteriormente lo restauró y transformó todo en un hotel de vanguardia, conservando la esencia y sin dañar su valor artístico.
Los interiores, diseñados por Sinan Kafadar, insuflan vida a la majestuosa estructura de mármol con eclécticos toques de color, tonos brillantes y un arte abstracto. Todas las elegantes y cómodas habitaciones del hotel poseen calefacción, minibar y escritorio. También disponen de baño privado con ducha de efecto lluvia y artículos de aseo.
Por otro lado, The Bank Hotel cuenta con un destacado restaurante con terraza en la azotea que ofrece a los huéspedes un variado menú de cocina internacional moderna, en el cual los huéspedes pueden degustar sus platos acompañados de unas panorámicas idílicas de Estambul.
Para más información
Jesús Bruitago.