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Diario YA


 

José Luis Orella: El ajedrez ucraniano

 

 

Ucrania se desliza hacia la división social. Finalmente ha quedado claro que el rechazo al acuerdo con la UE, en realidad escondía una nueva revolución. (El ajedrez ucraniano)

 

 

La situación económica pone todo al límite

Europa ¿un experimento camino del fracaso?

Miguel Massanet Bosch

Un prestigioso economista español ha dicho “Europa es una zona descontrolada”. Los ciudadanos de a pie de este maltrecho país hace ya mucho tiempo que tenemos esta sensación y no, precisamente, por nuestros escasos conocimientos de economía ni por tener un pálpito que nos haga pensar que las cosas europeas no funcionan como debería ser, sino porque, desde el día siguiente al de la entrada de España en la zona euro, cuando fuimos a comprar un periódico que el día antes nos costaba 120 pesetas, tuvimos que pagar por él la friolera de un euro ( 166’386 pts) Entonces tuvimos la certeza de que nos habíamos empobrecido y que esta aventura de la UE nos iba a salir por un pico. El mal, si es que lo consideramos así, ya no tiene remedio y, según nos dicen los técnicos en la materia hoy, si tuviéramos que regresar a nuestra añorada peseta, sería poco menos que caer en el Infierno de las ánimas perdidas. Lo puedo entender, incluso lo podría aceptar como algo irremediable, sin embargo, cuando el señor Alberto Recarte, una persona que no suele equivocarse en sus análisis de la economía europea, se muestra tan pesimista sobre el futuro de la Zona Euro y admite que, en la UE, hay un descontrol de no te menees, seguramente deberíamos empezar a preocuparnos por nuestro porvenir.

Cuando Juan Jacobo Rousseau dijo aquello de que “Una previsión muy necesaria es saber que no se puede prever todo” seguramente no podía pensar que, en el futuro, sus palabras resultarían proféticas y que, todos estos sabios economistas que creyeron haber encontrado la piedra filosofal cuando proyectaron la unión de comercio europea, pensando que sería un buena primera piedra para lograr una unión política de todas las naciones europeas; seguramente dejaron de tener en cuenta, obsesionados por sus estadísticas, variables, previsiones y ciclos económicos, que su proyecto adolecía de un grave defecto: no se había previsto que Europa no era los EE.UU de Norteamérica, una confederación de estados de apenas 200 años de antigüedad, que surgieron de la necesidad de unirse para ser fuertes y progresar; Europa no es más que un conglomerado de países que se han caracterizado por sus disensiones entre sí, sus diversas culturas y orígenes, sus guerras intestinas y con sus vecinos por cuestiones territoriales o por creencias religiosas. Europa fue casi una nación en tiempos de Carlos V o de Felipe II, pero su misma grandeza; la incontinencia de los ocupantes y sus divergencias religiosas hicieron que se fuera cuarteando a través de contiendas, tratados, odios étnicos y justicias corruptas.

El primer fracaso se cosechó cuando los europeos fueron incapaces de darse una constitución única. A partir de entonces y con la llegada de la crisis, se puede decir que, las actuaciones de Bruselas, siempre han venido condicionadas por los intereses de las naciones más poderosas que, como siempre ha venido ocurriendo, han sido las que han movido los hilos que mejor han convenido a sus intereses para que, un supuestamente independiente Parlamento Europeo, se convirtiera en el mero portavoz de lo que más les ha convenido que se hiciera. Es obvio que, especialmente la Alemania de la señora Merkel, tiene todo el derecho del mundo a defender sus propios intereses y nadie le puede negar que ha sido la primera que anticipó los efectos de la crisis, que se puso a trabajar para evitarla y la primera que consiguió recuperarse y adelantarse al resto de Europa en volver a normalizar sus exportaciones y a crecer. También ha sido la que ha soportado la carga de tener que intentar salvar del caos a las cigarras europeas, vulgarmente conocidas como las PIIGS, que decidieron tomarse la crisis como una circunstancia pasajera y no supieron calibrar la terrible recesión económica que se ocultaba detrás de las sub-prime de los bancos americanos.

De hecho, en algunas naciones, como España, parece que sus gobernantes no se enteraron o no quisieron enterarse hasta que les cayó encima la tormenta, momento en el que, con sus apresuramientos y errores, no supieron tomar las medidas adecuadas para enfrentarse a ella. Desde que la incontrolable Grecia inauguró la carrera de las quiebras técnicas, Europa, el euro y las instituciones encargadas de las finanzas continentales, han ido dando tumbos, poniendo parches, variando de políticas, escuchando a los grandes gurús de la economía, mirando a los EE.UU y convirtiendo su incompetencia en un rosario inacabable de reuniones, de G20, de G8, de convocatorias al Parlamento Europeo y de contactos con los países emergentes, que contemplan regocijados como “ la gran Europa” la que se postulaba como la amenaza para los EE.UU y la economía mundial, a duras penas consigue salir de una de sus amenazas internas, cuando ya se ve enfrentada a la siguiente; como ha ocurrido con Grecia, Irlanda, Portugal, Italia y ahora, en el puesto siguiente, España.

Que si el UE compra deuda a través de los bancos, saltándose su reglamento que le prohíbe comprar deuda pública directamente a los bancos centrales; que si Alemania se opone a los eurobonos; que si se constituye un fondo de rescate de 400.000 millones de euros que luego resulta insuficiente y ya se habla de uno dotado con billones de euros; que si ahora se exige a los bancos una sobrecapitalización, sin distinguir entre los que han esta afectados por la caída inmobiliaria de aquellos que sus balances no están contaminados; que si se ha de pedir ayuda al FMI o si se ha de potenciar la función del BCE como el salvavidas de la UE, para que, en definitiva, sea el refugium pecatorun de todas aquellas naciones que no han sabido hacer sus deberes, con lo que trasladarán sus problemas, su falta de solvencia y su incapacidad para hacer las reformas necesarias para superar la crisis; a aquellas naciones que mejor situadas se encuentran y que han sabido anticiparse a los acontecimientos.

Pero ahora se produce un nuevo salto cualitativo en esta situación, que amenaza con darle el golpe mortal a la economía europea. La propia Alemania, el motor de la UE, convertida en el refugio de los inversores, no ha podido colocar su deuda debido a que, su escasa retribución, parece que ha acabado por desanimar a los que habían depositado su confianza en el “bund” alemán. ¿Qué consecuencias puede acarrear este nuevo desafío? La primera que se nos ocurre es que los alemanes intenten emitir menos deuda y, por consiguiente, se muestren más tacaños en sus ayudas y aportaciones al BCE, ante la evidencia de que el endeudarse les va a costar más. La señora Merkel parece que se ha salido con la suya en el caso de los eurobonos que proponían muchos países de la UE; precisamente, porque la canciller alemana considera que ello daría facilidades a las naciones entrampadas a no acometer las reformas estructurales que se les han pedido y que, naturalmente, como ocurre en España, suponen sacrificios que a ningún gobierno le resulta fácil ni retributivo implantar.

En efecto, señores, como dice Recarte: “Europa es una zona descontrolada” en unos momentos en los que sería preciso que todos los integrantes de la Euro Zona y los que no están en ella, fueran capaces de hacer causa común y se arbitraran aquellas medidas de austeridad, mecanismos de control de los mercados y una política monetaria bien centralizada, bajo la supervisión del BCE y el apoyo del FNI; que generara la confianza de los inversores, acabara con los ataques especulativos y fomentara la inversión bajo un mando único, ajeno a influencias interesadas e imposiciones desestabilizadoras. Claro que esto no es más que una utopía. O esto es, señores, lo que yo pienso.