Miguel Massanet. Existe un refrán español que dice: “A perro flaco todo son pulgas” y puede que, en estos momentos de nuestra Historia, no lo haya más adecuado, tristemente aplicable y dolosamente ajustado para lo que ha quedado de nuestra España. Si cuando entraron de nuevo en el gobierno los socialistas del PSOE, bajo la dirección del señor Rodríguez Zapatero, alguien nos hubiera dicho que aquella nación floreciente, respetada en todo el mundo, con grandes influencias en todos los foros a los que era invitada y con una economía que para sí hubieran querido algunas de las naciones europeas que ahora nos miran con el rabillo del ojo por encima del hombro; seguramente nos hubiésemos reído de él tachándolo de loco. No obstante, no nos queda otro remedio que aceptar que todos los peores pronósticos que se hubieran podido hacer entonces, han quedado superados por la realidad. Sólo un poco más de 7 años les han bastado a los socialistas, apoyados por los nacionalistas catalanes y vascos y las huestes del señor Cayo Lara, con la inestimable colaboración de los sindicatos CC.OO y UGT; para llevar a nuestra nación al borde de la quiebra.
Estos partidos, sobre los que recae la inmensa responsabilidad de no haber sabido hacer frente a la crisis o, posiblemente, en el caso de los nacionalistas y separatistas, ésta les haya venido como agua de mayo para sus pretensiones separatistas el que, España, se fuera empobreciendo, endeudándose hasta cotas que hacía muchos años que no se habían alcanzado; perdiendo prestigio en los foros internacionales; sufriendo el impacto de una depresión que nos ha llevado a la cifra de casi 6 millones de parados; para valerse de la debilidad del Estado. Nadie podrá perdonar a nuestros gobernantes la forma con la que han venido consistiendo, día a día y mes a mes, que el poder del Estado fuera minándose a base de permitir que los desafíos nacionalistas se fueran sucediendo, cada vez con más temeridad, con más insolencia y prepotencia, hasta alcanzar el grado de gravedad que, en la actualidad, las pretensiones soberanistas de Catalunya hayan llegado a alcanzar un punto en el que ya no cabe más que la reacción rotunda del Estado o bien, y mucho nos lo tememos, la claudicación.
Por ello y por los escándalos de corrupción que, en el momento más inoportuno, están asolando al país, sin que parezca que esta ola de fraudes, apropiaciones indebidas, enriquecimientos, tráfico de influencias y demás vergonzosas ilegalidades, atribuibles a una parte significativa de nuestros político, parezcan dar tregua; de tal manera que, tanto en lo que es la percepción de la ciudadanía como, y puede que sea aún peor, por los nefastos resultados que puede acarrearnos, por la imagen de país bananero que damos, ante el resto de países, la UE, los EE.UU de América..
Ya estamos viendo los pésimos resultados que, para nuestra nación, se están produciendo en las repúblicas sudamericanas, gobernadas por verdaderos dictadores, cubiertos con el disfraz de demócratas que, aprovechándose del poco prestigio que nos queda, se dedican a abusar de nuestra inacción política para robarnos a manos llenas, seguros de que nuestras quejas, nuestras protestas ante la Justicia internacional y nuestras peticiones de amparo, solidaridad y apoyo ante el resto de naciones europeas no conseguirán más que meras declaraciones de compromiso, sin efecto alguno y sólo para cubrir el trámite; sin que hayamos sido capaces de lograr que se nos reparen los daños y perjuicios causados por el latrocinio de nuestras inversiones, por quienes hayan utilizado las nacionalizaciones como medio de saltarse las normas internacionales que garantizan la seguridad jurídica de nuestras inversiones en países extranjeros, supuestamente integrados en la comunidad de comercio..
Lo cierto es que no nos quedan más mejillas que ofrecer a quienes se burlan abiertamente de nosotros, para que sigan abofeteándonos. Se puede decir que somos la nación a la que con más insistencia, con el mayor descaro y sin el más mínimo rubor se la está esquilmando de sus bienes por este grupo de “salvadores de la patria” que, al fin y al cabo, no dejan de ser más que un hatajo de guerrilleros piratas, al estilo del Siglo XXI, venidos a más, a los que les importa un comino los tratados internacionales, las leyes y el respeto por los compromisos adquiridos, cuando el robo, el pillaje o la fuerza les son rentables para su demagogia ante sus propios ciudadanos; tachando a los que han ido a invertir en sus países –confiando en la honestidad de sus huéspedes, no sólo para hacer negocio, algo muy legítimo, sino también para ayudar a elevar el nivel de vida de sus ciudadanos y colaborar al desarrollo del país al que le están aportando riqueza, nivel de vida y desarrollo – de ser los que pretenden esquilmarlos y aprovecharse de su miseria. Lo clásico de los izquierdistas: engañar al pueblo; hacerle creer que la revolución es la solución de sus problemas y, mientras consiguen mantenerlo engañado, aprovecharse de ello para enriquecerse, al tiempo que el pueblo incapaz de reaccionar permanece sumido en la miseria.
Si todavía colea el robo llevado a cabo por la señora Fernández Kirchner de la filial de Repsol YPF, sin que la compañía española haya recibido indemnización alguna por el acto dictatorial, ni apoyo explícito de la UE, mientras anda perdida en reclamaciones eternas ante la Justicia internacional; el señor Evo Morales, de Bolivia, animado por el éxito de la argentina ha querido repetir por tres veces la experiencia, en este caso con la expedita nacionalización de SABSA( Compañía de Servicios Aeronáuticos) filial de Abertis y del gestor aeronáutico AENA. Esta expropiación ha sido la última después de que en mayo del 2012 expropiase Transportadora de Electricidad filial de REDESA, a la que apenas unos meses después, en diciembre, lo hiciera con cuatro filiales de IBERDROLA. Para ello le ha bastado a Evo Morales con: un decreto ley firmado por él y la fuerza representada por un fuerte despliegue de contingentes militares.
En ninguno de los casos se les ha dado oportunidad a las compañías nacionalizadas a hacer alegaciones; defender sus derechos y pedir el justiprecio para el caso de que prosperase la nacionalización. Y ustedes preguntarán, ¿Qué ha hecho el Estado español ante esta clara infracción de las normas internacionales que protegen a los que invierten en países extranjeros? Pues señores, lo que suelen hacer los que se dan por derrotados antes de empezar a luchar. Sendas notas de protesta ante la nación que comete el atropello; petición de ayuda y colaboración a la CE que, naturalmente, no son atendidas, porque esta Europa “de todos” cuando se trata defender los derechos de sus miembros más incómodos es de “nadie” y opta por “pastelear”, emitir tímidas notas de apoyo y mirar hacia otro lado, mientras que, las naciones que deberían mostrarse solidarias con España, se relamen pensando que van a conseguir un mercado nuevo en el mismo país del que nos echan a la fuerza.
Caras de enfado en nuestros ministros; ceños fruncidos en algunos políticos pero, señores, ¡nada más! resignación, conformismo y confiar en los tribunales que, como es sabido, no tienen prisa, se eternizan en sus procesos y, para cuando llegan sus resoluciones, el tiempo se ha encargado de que queden obsoletas y los perjuicios causados ya son irreparables. ¡Pobre España y pobres españoles! Mientras unos pretenden dividirla, otros le roban desde dentro y otros la estafan y se ríen de ella desde fuera. O esta es, señores, mi deprimente conclusión sobre este tema.