Explota el rancio anticlericalismo de la izquierda
Miguel Massanet Bosch. En este país parece que nadie entiende lo que es el verdadero sentido de la democracia. El “vive y deja vivir”, proverbio de nuestra lengua parece que, en determinados sectores de nuestra clase política, no tiene cabida. Los más dispuestos a luchar por sus “libertades”, aquellos que más reclaman por su independencia y los que acusan a los gobiernos de coartarles el ejercicio de lo que ellos consideran sus derechos irrenunciables, en virtud de un extraño cinismo mental son, a la vez, aquellos que con más ahínco intentan imponer sus criterios personales al resto, si no por las buenas por las malas. Se supone que estamos en un país democrático en el que, cada ciudadano, puede pensar como le parezca, tener las creencias que le de la gana, expresarse con entera libertad y formar parte de cualquier partido político, confesión religiosa, club de fútbol o secta masónica, eso sí, siempre que todo ello no sea contrario a las leyes y especialmente a lo dispuesto en nuestra Constitución.
Partiendo de este punto, cada persona puede disponer por si misma o por medio de sus allegados de cómo quieren que sean sus exequias, qué clase de cultos desea que se hagan en beneficio de su alma (en el caso de que sea creyente); donde desea que se le entierre y de qué modo desea que se cumplan sus últimas voluntades. Es de suponer que, cuando los hijos del señor Adolfo Suárez se acomodaron a que el funeral se celebrase en La Almudena y fuese oficiado por monseñor Rouco Varela; fue porque pensaron que esta hubiera sido la voluntad de su padre. Todos aquellos que acudieron a acompañar a la familia en aquel acto religioso, correspondiente al culto católico, debían aceptar de antemano que allí no iba a celebrarse un ritual islámico, o judaico o correspondiente al rito protestante o calvinista; no, señores, el funeral, por decisión del Gobierno y de la familia del finado, se celebró en un templo religioso católico y oficiado por un cardenal de dicha iglesia.
Por supuesto que nadie estaba obligado a asistir; por supuesto que nadie pensaba que allí se estaba para constatar ideas o exponer opiniones; por supuesto que, el que no quisiera escuchar la homilía del celebrante, podía libremente abandonar el templo e irse a tomar un café en el bar de la esquina. Pero lo que es evidente es que, el cardenal Rouco Valera, estaba en su derecho de aleccionar a sus “fieles” de lo que había supuesto el paso de don Adolfo Suárez por el gobierno de la nación; de los peligros que se cernían para ellos, derivados de una situación límite buscada por las izquierdas y por aquellos que intentan convertir a España en un país sin ética ni moral, una nación desmembrada en manos de los que piensan igual que aquellos que quemaron iglesias, asesinaron a más de 6.000 sacerdotes y monjas; que fueron culpables de que los rusos vinieran a crear checas para torturar a aquellos que no comulgaban con sus ideas.¡Por supuesto, señores, que monseñor Rouco puede y está en su derecho de hablar a los fieles y advertirles de un posible retorno a aquellos tiempos de crímenes y venganzas!. No hacía más de advertir de la posibilidad, que muchos compartimos, sin ser clérigos, de que España está en peligro de una involución hacia aquellos tiempos en los que, unos salvajes armados, convertían las calles de Madrid y Barcelona en lugares por los que no se podía transitar sin estar expuesto a recibir un tiro o una cuchillada.
No han pasado demasiados días desde que unos gamberros se apoderaron de la calle en Madrid, atacaron con toda clase de instrumentos a la policía, les causaron graves lesiones; aunque, un juez, suponemos que de los que creen que las leyes se aplican según a ellos les parezca, dejó en libertad a 19 de los detenidos por tales barbaridades porque, a su criterio, “no tenían ánimo de hacer daño” ¡Vale, pues que Dios le conserve a este señor su sentido común! Es posible que las nuevas generaciones; que aquellos que no vivieron aquellos tiempos y sólo han oído las versiones de sus parientes, según sus ideas y la versión personal de aquellos que les trasmitieron los hechos o de las tendencias políticas de los historiadores de los que se documentaron. Las versiones que les fueron trasmitidas sobre los hechos que dieron lugar a que se produjera el levantamiento del 18 de julio de 1936; es muy posible que, como la historia que preconizan estos descerebrados de la Memoria Histórica tengan poco que ver con la realidad de lo que sucedió en aquellos tiempos. Sin embargo algunos, en un bando u otro, aunque jóvenes, fuimos testigos de lo que sufrieron nuestros padres, los graves errores de los gobernantes republicanos y las fatales consecuencias de una guerra civil. En la actual situación del país, podemos ver que se van reproduciendo situaciones, hechos, actitudes y provocaciones que tienen demasiado parecido con aquellas que fueron la antesala de la guerra civil.
Es obligación, de todo español bien nacido, advertir a aquellos que, en ocasiones, de buena fe, se dejan arrastrar hacia comportamientos que pueden creer que son en beneficio del país, pero que en si llevan el germen de la destrucción, de la confrontación entre españoles, del caos civil y político, del desmoronamiento de las familias y la pérdida de la paz. El peligro de volver a aquellas dos Españas enfrentadas en lucha fraticida. Últimamente parece que ha reaparecido, en la comunidad catalana, una de aquellas bandas terroristas que actuaban en Catalunya, esta vez con el nombre de Nova Terra Lliure. Estos individuos no se andan con chiquitas y han llamado a “la lucha armada contra España y a la caza de “españolitos”. Han lanzado un ultimátum, desde una web, en el que se dice: “Desde aquí, damos un ultimátum al Gobierno de Rajoy”, para el caso de que el Gobierno no permita que se celebre el referéndum solicitado. Hay que decir que, la banda Terra Lliure, actuó especialmente durante los años 80 del pasado siglo y, cuando se disolvieron, la mayoría de sus miembros se integraron en la ERC. No debemos extrañarnos pues de que sean los “retoños” de aquellos separatistas los que, ahora intenten renacer de nuevo, para amenazar con volver a las andadas si no se cede a sus demandas independentistas.
En un reciente escrito de esta banda amenazan: “Es el momento de expulsar de la república catalana a fascistas como Camacho, presidenta del PP catalán; Rivera, presidente de Ciutadans; Millo, portavoz del PP en el Parlamento autonómico y muchos otros”. Como coda final a tanta insensatez advierten de que, junto a la Asamblea Nacional Catalana, “declarará la independencia catalana el día de Sant Jordi”. Y, ante tanta cara dura, uno se pregunta que hace el señor Montoro haciéndoles la pelota a los catalanes, cuando se han pasado del déficit que tenían obligatoriamente que cumplir y, que hacía la señora vicepresidenta, Sáez de Santamaría, de conversación con un impresentable señor Homs en un acto político; al parecer fue un encuentro “fortuito”; o qué pasa con el Príncipe y su esposa que se pasan por tierras “extranjeras” de esta comunidad haciendo el paripé a todos estos políticos que están tramando el medio para emanciparse de España.
Esperemos que todo sean falsas aprensiones porque, en caso contrario, deberemos empezar a pensar que, en este país, ya no existen patriotas, ni personas de bien ni instituciones ni estamentos políticos que merezcan llamarse españoles. O así es, señores, como desde mi óptica de ciudadanos de a pie, veo el panorama nacional. Y, como colofón, un proverbio chino: “Una simple chispa puede iniciar el fuego que arrase la pradera” Deberíamos meditar sobre ello.