Frente al caciquismo cerril
La Lupa del YA. Los siervos de Arenys de Munt han concluído que no tienen interés en que España siga siendo una, sino muchas distintas. Los pobres, desconocen los intereses bastardos de los pocos que realmente quieren la desintegración de España. Ese mismo tipo de hombre que hoy campa a sus anchas, como jefe de tribu, de una de las muchas en las que se ha disgregado lo que ayer fuera una grande Yugoslavia.
Tratan de aborregar y confundir a la masa. Pero no es verdad que haya muchas Españas. Hay una sola, llamada así hace ya más de veinte siglos por los romanos. España no es comprensible sino como plaza pública, con la natural acumulación mestiza de razas, lenguas y culturas diferendes, donde se relacionan desde hace más de tres mil años, pueblos que hacen grande la unidad en la diversidad.
Pueblos a los que, si negáramos este ámbito geográfico-histórico de hazañas y sufrimientos
compartidos, sólo quedaría la memoria peligrosa de los agravios. En esta España de la que hablamos cabemos todos. Preguntemos cuántos caben en la mezquina patria que quieren
fabricar los caciques oportunistas, rodeados de visionarios y psicópatas.
Es cierto que, debido a las claudicaciones de políticos y
los partidos nacionales, y a la inepcia para clarificar la
provocadora charlatanería caciquil, ésta ha logrado
convencer a un número cada vez mayor de adeptos a la
servidumbre voluntaria sobre la que escribiera Erich
Fröhm.
Muchos nos acusarán de crispar el ambiente o exagerar el
peligro. Sin embargo, es nuestra obligación recordar que
nadie pudo prever lo ocurrido en Yugoslavia, aunque después
todos profetizaran con mucha precisión el pasado. La
Historia demuestra que la política separatista conduce a la
guerra civil. Hay una dolorosa experiencia: en 1934, la
Esquerra catalana aprovechó la legalidad republicana para
socavarla y preparar la rebelión de los catalanes. La
aventura terminó muy mal para ella, y fue uno de los
factores determinantes de la guerra de 1936.
Es nuestra responsabilidad hacer ver la peligrosidad de
manejos como el de Arenys de Munt. Debemos hacer comprender
que antes de llegar a situaciones extremas sería muy
preferible expulsar a los separatistas de la legalidad, y
suspender una autonomía que ellos han usado contra la
democracia, por muchas tensiones que ello produjera y por
mucho que se enrareciera el clima político. Conviene que
los políticos y la sociedad comprendan lo que está en
juego.