Genuflexión española
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Fernando Z. Torres. Una nación llamada España tenía varios territorios. Todos eran gestionados con mayor o menor acierto siendo la solidaridad el elemento predominante entre ellos. En un determinado momento, algunos, pidieron una reunión con el gobernante de España y exigieron obtener un régimen económico especial, que se convertiría en prácticamente propio, con la pretensión de autogestionarse sin la intervención de España, salvo para casos de excepcional gravedad, situaciones en las que España actuaría como garante final. Estaban hartos de atender dictados centralistas que entendían como humillaciones y afrentas, siendo esto impedimento para desarrollarse autónomamente "en paz y en libertad".
España accedió promoviendo al efecto los medios necesarios para satisfacer las pretensiones de estos territorios díscolos. Las neonatas administraciones marcharon con sus asignaciones bajo el brazo y disfrutaron de días de vino y rosas, dando rienda suelta a sus aspiraciones de independencia empleando el dinero necesario para la consecución del objetivo.
En un momento dado se originó una crisis que dijeron vino de Estados Unidos y, de pronto, la idea de liberación del yugo imperialista nacional español de los aparatos disgregadores, se vio envuelta en una profunda depresión, básicamente originada por la falta del sustento económico necesario para mantener los elementos en los que se había materializado el proyecto secesionista que se marcaron inicialmente. Ya no se podían pagar hospitales, colegios, universidades, fuerzas del orden...
Entonces solicitaron una nueva reunión con el gobernante de España y exigieron ordenar una situación que ellos mismos habían originado. Sin darse cuenta de la atrocidad cometida, pedir disculpas o reconducir la situación insostenible dando una vuelta de 180 grados al planteamiento que, tiempo atrás, les había llevado a esa situación. ¿Qué pedían exactamente?. Correcto. Pidieron dinero. Dinero que el gobernante de España solicitó prestado a otros países pues la propia nación estaba arruinada por motivos similares a los que habían desencadenado el estrago en los territorios rebeldes.
En la parábola del hijo pródigo, éste tuvo el valor de reconocer su fracaso y debilidad y acudir a su padre, primero para pedir disculpas, segundo para solicitar ayuda desde la humildad. El padre tuvo la generosidad y nobleza de quien puede presumir de un carácter magnánimo al no poder sino postrarse ante la debilidad de su hijo. En los días que vivimos, el hijo es el que trata a latigazos al padre que no hace más que poner la otra mejilla una y otra vez ante el golpeo sistemático de unos territorios egoístas, investidos de falsa hidalguía trasnochada.
Llevamos 34 años soportando el azote de la sinrazón. Clamo por un Estado fuerte, unitario y solidario que sepa dar a cada uno lo suyo. En el que se respeten las identidades de cada territorio sin caer en el servilismo genuflexo.Vivimos días inciertos en los que por perder, estamos perdiendo hasta la dignidad por culpa de un padre que no defiende a sus hijos.