Fernando Ballesteros. 15 de abril.
Eran, minuto arriba minuto abajo, las seis y cuarto de la tarde, el Real Madrid ganaba 1-0 al Valladolid, un triunfo más para continuar el pulso con el Barcelona y alimentar el eterno debate sobre el juego de los de Juande, ya saben, resultados inapelables, aburrimiento, coro mediático, en definitiva, lo de siempre. Y en esas llegó lo que en las mediciones de audiencias televisivas llaman "el minuto de oro". El momento más importante del partido: salió al terreno de juego Guti -ovacionado, por cierto- y se marchó Sergio Ramos.
Ya imagino que más de uno estará pensando que el cambio fue un poco raro pero la culpa es mía. Es que me he explicado mal. Lo que quería decir es que Guti salió al cesped y el sevillano se fue del estadio. Su amigo Talavante se encerraba con seis toros en Las Ventas y el lateral de la taurina localidad de Camas, decidió que no podía faltar a la cita.
La huída del defensa ha levantado cierta polvareda, lógico, pero se perdonará, algo también normal ya que la suya no fue más que una decisión desacertada que no creo que merezca mayor castigo. Ahora bien, supongan por un momento que fuera Guti el que se marchara de un partido en juego para aparecer minutos después en Las Ventas. Me atrevo a asegurar que antes del final de la lidia del cuarto astado de Núñez del Cuvillo, el "14" ya habría sido detenido y, a estas alturas, juzgado y condenado por el pelotón de tertulianos de la cofradía del grito en el cielo.
Menos mal que no fue así. Guti salió a jugar y le dio tiempo a dibujar un buen pase de gol que, al fin y al cabo es por lo que le tenemos que juzgar. Y digo esto porque hace unos días escuché al de Torrejón en rueda de prensa saldar algunas cuentas. Decía que los que han intentado desacreditarle como profesional a vueltas con su tira y afloja con Juande, no le conocen, que es injusta toda la campaña que se ha desatado. Y tenía razón.
Con Guti, la veda siempre parece estar abierta, se habla de ciertos comportamientos, de falta de profesionalidad, se insinúa, se apunta pero no se dispara porque no hay munición, porque nadie puede aportar datos sólidos que apuntalen todo lo terrible que supuestamente hace.
A Guti, como al resto, hay que juzgarle por su juego. Hay que criticar su irregularidad, sus lagunas, sus tarjetas tontas, lo que quieran, todo menos inventar para intentar hundir a un jugador que no cae simpático a muchos de los que juzgan sin pruebas desde sus púlpitos en los medios.
De los jugadores indisciplinados, de los malos profesionales -y no diré nombres- se han publicitado sus faltas con pelos y señales. Vamos, que cuando hay pruebas, no se guardan balas en la recámara. Con Guti, sin embargo, todas las acusaciones son una nebulosa. No hay balas contra él, lo que hay es mucha manía y lanzamiento de basura sobre su persona.
Yo, como no conozco apenas nada de su vida, me guío por su juego. A mi me da lo mismo que en su tiempo libre sea voluntario de una ONG o lidere un grupo de Glam-metal con sus amigos. Yo me quedo con su pase del domingo, con su fútbol y, por encima de esto, con sus palabras en la rueda de prensa a la que me refería antes. Igual, algún día, somos un poquito más cautos y rigurosos y dejamos de intentar hacer daño a una persona, porque si, porque me cae mal.