Hablemos de símbolos y de lo que entrañan
Pedro Sáez Mártínez de Ubago. El pasado jueves el Parlamento navarro decidía derogar la LEY FORAL 24/2003, DE 4 DE ABRIL, DE SÍMBOLOS DE NAVARRA. Tal decisión fue adoptada por la mayoría de votos que la aritmética, más que el sentir de las urnas, otorga en la Cámara a la grupos minoritarios y, a menudo enfrentados entre sí, como Geroa Bai, EH Bildu, Podemos e Izquierda-Ezkerra, más de uno sin representación en las Cortes Generales, y todos por separado lejanos de representar ni a la mayoría natural de los navarros ni la sensibilidad de nuestra tierra. Mucho se ha hablado y se seguirá hablando de esta derogación, sobre la que cabe hacer algunas reflexiones.
Por ejemplo, es una ley que crea un vacío legal, dado que, si bien deroga lo hasta entonces existente, no determina cuales han de ser en la actualidad y futuro próximo los símbolos que representen a Navarra y, por consiguiente, a los navarros. Según los promotores de esta decisión: para Koldo Martínez (GBai) "Navarra no pierde sus símbolos" y "no hay vacío legal cuando la sociedad delibera, vota y decide poner uno u otro símbolo junto a los oficiales"; a decir de Mikel Buil (Podemos) "derogamos la polémica ley de Símbolos que durante 14 años ha prohibido la convivencia de nuestros símbolos oficiales con cualquier otro, una ley excluyente que ha generado cantidad de penalizaciones y sanciones en los ayuntamientos navarros"; Adolfo Aráiz (EH-Bildu) consideraba que "lo que planteamos es un modelo de tolerancia y autonomía municipal" y sostenía que "tampoco desaparecen los símbolos de Navarra"; por último, y para rizar el rizo, José Miguel Nuín (Izquierda-Ezkerra) argumentaba que como "Navarra es una tierra plural en lo ideológico y sus identidades. Las instituciones y sus símbolos no deben ser excluyentes, sino dar cauce y cabida a esa pluralidad", al tiempo que confesaba que "no sabemos si estaremos en disposición o no de traer una nueva ley que la sustituya", para concluir que "Tampoco creemos que sea estrictamente necesario porque los símbolos oficiales están establecidos en el Amejoramiento”.
Esta medida de supuesta tolerancia comenzaba con un enfrentamiento entre los parlamentarios que ostentaban la bandera de Navarra, contemplada en el Amejoramiento y la Constitución, y quienes, como este último citado Sr. Nuin, exhibían una bandera anticonstitucional: la tricolor que determinó para España el gobierno golpista de la ilegítima y antidemocrática II República.
Semejante despropósito de I-E mereció hasta la llamada de atención de su aliado en la propuesta, la podemita presidenta del Parlamento foral, Ainhoa Aznárez, quien suspendió el pleno y, al reanudarlo demandó a los partidos que retiraran las banderas de sus escaños. Demanda desatendida por I-E, contumaz en su exhibicionismo de la bandera republicana, que indujo a los parlamentarios de UPN y PPN a abandonar el pleno. Considerando la actuación de Ainhoa Aznárez y José Nuín, empezamos a ver por dónde quieren ir los promotores de la derogación. No cabe discutir que la exhibición en sede parlamentaria hecha por el grupo de José Miguel Nuín de una bandera anticonstitucional –la de un gobierno culpable de la persecución y el asesinato de unos tres mil navarros, cerca de doscientos de los cuales ya han sido reconocidos como mártires y gozan de la Gloria y el honor de los altares- merezca una reprobación.
Sin embargo, si resulte reprobable que, al expulsar conjuntamente a los portadores de la bandera de Navarra –reconocida en el Artículo 7 del Amejoramiento y, por consiguiente, amparada como oficial por el Artículo 4 de la Constitución- la Presidenta del Parlamento podría estar equiparando lo lícito con lo ilícito, de manera semejante a cómo sus aliados, al hablar de “violencia venga de donde venga”, equiparan a las víctimas con sus asesinos y confunden la capacidad de todo estado para preservar la ley y defender a sus ciudadanos con lo que sólo es terrorismo.
Tan mendaz simplismo en la mezcla de churras con merinas justifica y hace comprensible la indignación y el abandono del hemiciclo de los parlamentarios de UPN y PPN. Javier Esparza, Presidente de UPN, tras conocer el resultado del pleno del jueves, anunció que su partido va tomar "todas las acciones legales posibles para que este disparate y desprecio a la mayoría social de los navarros y a la bandera de Navarra no sea efectivo". "En el momento en el que algún ayuntamiento coloque una ikurriña, UPN lo denunciará ante los tribunales".
Le deseo ánimo y más suerte que hasta la fecha, porque este disparate y desprecio ya se venían produciendo reiteradamente, y entonces ilícitamente, durante los muchos años que UPN ha presidido la Comunidad foral Navarra.
Por último, analicemos la tibia actuación la socialista María Chivite ha considerado que "este no es un tema prioritario para la ciudadanía, pero sí prioritario para el proyecto nacionalista vasco, que se niega a aceptar que en Navarra no tiene un apoyo mayoritario"; al tiempo que advertía que la derogación de la ley de Símbolos "va a generar inseguridad jurídica" y ha defendido en todo momento que "la mayoría de la ciudadanía navarra se siente sólo navarra"
¿Actuaba Chivite en leal representación de los navarros o a las órdenes de Ferraz para nadar y guardar la ropa a fin de que los socialistas, mientras hablan en Pamplona, pacten en Vitoria con el PNV y tengan tres consejerías en el Gobierno Vasco?
Convendría que el PSN aplicara la enseñanza evangélica de que “Nadie puede servir a dos señores, pues o bien aborreciendo al uno, menospreciará al otro, o bien adhiriéndose al uno menospreciará al otro” (Mt. 6, 24). La simbología, tema capital para cualquier ciudadano con la conciencia de serlo, no puedo resultar baladí para la ciudadanía navarra y prioritaria para el nacionalismo vasco.
Para un navarro, que tiene una bandera y un escudo seculares, como la historia del viejo Reyno. Para Navarra, cuya Bandera y Escudo llevan siglos campeando por el mundo junto con los de España, no es baladí que estos símbolos sean equiparables oficialmente con los inventados a finales del siglo XIX por Sabino Arana, para bandera de una comunidad autónoma artificial, cuya historia puede resumirse como sigue.
A comienzos del verano de 1894, Luis Arana Goiri se encontraba en su caserío familiar dibujando el escudo y una serie de leyendas para la fachada de la sociedad «Euskeldun Batzokija», cuya inauguración se iba a celebrar pocos días después en Bilbao. Su hermano Sabino estaba junto a él haciendo unos garabatos en una hoja de papel, hasta que se volvió y le pregunto: «Mira Luis, ¿qué te parece este diseño de bandera para Vizcaya que concuerda con el escudo?».
Luis Arana recordaba esta anécdota 40 años después, asegurando que le gustó el razonamiento de aquel dibujo esbozado por su hermano, al que inmediatamente después le dio una forma adecuada y los colores convenidos, con el objetivo de conformar la que mayoritariamente ha sido considerada como la primera ikurriña de la historia.
Pero que Sabino Arana no concibió aquella bandera como la ikurriña que conocemos hoy, ni tenía la más mínima intención de que representara a todos los vascos. Sin embargo, a las seis de la tarde del 14 de julio de 1894 se izaba dicha bandera en el mástil principal de la sociedad «Euskeldun Batzokija», en la calle Correo número 22 de Bilbao.
Era el primer acto colectivo del nacionalismo vasco y, por lo tanto, siempre se ha querido considerar aquel momento como el primero en el que ondeó la ikurriña, aunque aún no fuera considerada como tal. Que, ahora, los que tergiversan nuestra historia porque ellos no tienen; los que no quieren el TAV para Navarra pero sí para Bilbao; los que imponen el batúa en la educación, enseñanza y administración, sin importar las zonas lingüísticas, los que lo puntúan más que un doctorado, un máster o que el inglés, francés, alemán, chino, árabe, ruso o cualquier lengua útil en las oposiciones; los que aborrecen por envidia de nuestro régimen foral y lo que éste implica; los que ya se han apoderado de otros elementos de nuestra cultura y folklore como el Olenchero y los joaldunak; los quieren postrarnos en la indigencia cultural y económica, para que les miremos como un hermano pobre y les tendamos las manos, sean los mismos que quieren derogar, como han hecho, la legalidad que impedía mezclar impunemente nuestros símbolos con los suyos, no es nada improvisado, casual ni baladí si no un paso más en su amenaza anexionista, a la que Navarra aún no ha sucumbido ni bajo la amenaza del terrorismo ni bajo la envenenada Disposición Transitoria IV de la Constitución.
Fuere como fuere, si algo queda claro, es que por mucho que se despenalice o permita algún acto, la realidad es que los verdaderos Símbolos de Navarra se reconocen y definen en la Ley Orgánica 13/1982, de 10 de agosto, de reintegración y amejoramiento del Régimen Foral de Navarra y un parlamento regional no tiene autoridad para revocar o contravenir ni las leyes orgánicas ni la Constitución de la Nación. Es difícil predecir con qué más ponzoñas, amenazas ni artificios seguirá el nacionalismo vasco afrentando a los navarros, pero ahí está –aún sin borrar de la fachada del Palacio de la Diputación- el lema de aquellas asambleas que, desde el siglo XIII, actuaron como defensoras de los usos y costumbres, y reivindicaron el derecho y la justicia: ahí está el lema de los Infanzones de Obanos que clama: "PRO LIBERTATE PATRIA GENS LIBERA STATE”.