Hermoso homenaje a la Virgen Inmaculada
Señora Inmaculada de las gentes de España.
De victoria en Lepanto, de dolor en Rocroi,
rezada a flor de espadas desde el mar de Corinto
a la ribera virgen del río Paraná.
¡Señora Inmaculada de los indios ingenuos
y del hidalgo altivo y de
Como ayer, como siempre, como cuando hizo falta,
España, de rodillas, te ofrece el corazón.
¡Señora Inmaculada del Pilar Jacobeo!
Consuelo de amarguras en empresas de amar.
El fruto que sembraste para la fe de Cristo
salido de tus manos, ¿no había de granar?.
¡Señora Inmaculada del apóstol del Trueno,
de la hazaña difícil y la tribulación!.
Viniste a Zaragoza para salvar a España,
y España, desde entonces, parece una oración.
¡Señora Inmaculada de los Picos de Europa!
¡Cuántos te parecían pues cuanta era su fe!
Y vino de los cielos tu auxilio y la victoria
del Dios de las batallas, del Santo, de Yahvé.
¡Señora Inmaculada de esperanzas de patria!
Se eleva una plegaria de Asturias a Aragón.
Sus ecos en las rocas, los bosques y los muertos
hablaron en romance y hablaron en canción.
¡Señora Inmaculada de la Santa María,
de los vientos propicios y de la tempestad!
Temblando amor de madre llegaste al nuevo mundo
y el indio fue el hermano y Cristo la verdad.
¡Señora Inmaculada del santo misionero,
de los conquistadores y del emperador!
Resuena aun el Caribe las voces de Triana
y rezan todavía los indios al Señor.
¡Señora Inmaculada del indio mejicano!
América es España, y España es para ti.
El inca y el azteca cayeron de rodillas
y fue el Ave María caricia en guaraní.
¡Señora Inmaculada de
de García Moreno, de la persecución!
Son hijos de españoles, amándote nacieron:
no saben de mentira, ni saben de traición.
¡Señora Inmaculada del Valle de los Muertos,
del niño asesinado y el viejo requeté!
Ganaron la victoria, la sangre y el martirio
de
¡Señora Inmaculada del muerto por la vida!
En tus brazos de madre morir es salvación.
Y la semilla santa rebrota en patria nueva
con ecos del Prudente y voz de Calderón.
¡Señora Inmaculada de la historia de España!
Tu misma nos la hiciste y huele a santidad.
Derrotas son honores, que las guerras de Cristo,
se ganan en el cielo y allí está la verdad.
¡Señora Inmaculada!. Somos aquellos mismos
que siglos defendieron tu pura Concepción.
Como ayer, como siempre, como cuando hizo falta,
España de rodillas, te ofrece el corazón.