Hipatia de Alejandría, nada que ver con la película de Amenábar
Josefina Galán. El cristianismo es por naturaleza amigo de la razón, como lo demuestra su intenso diálogo con la filosofía griega. Hipatia aparece en la película de Amenábar como la víctima de un cristianismo desalmado y cruel que prefiere la espada a la inteligencia, y la fuerza a la mansedumbre. Una de las grandes mentiras de la historia y que Amenábar contribuye a esta idea es que la mujer fue libre en Grecia y en Roma hasta que llegó el cristianismo y la sometió la sujeción del hombre; a esta idea también contribuye la película. Lo cierto es que en Grecia la mujer era considerada una cosa más de la casa, y en Roma, no era, titular de derechos, sino que era considerada como un niño o un incapacitado y, por tanto, estaba sometida a la tutela del padre o del marido. Por el contrario, fue el cristianismo el que consideró al hombre y a la mujer iguales en naturaleza, pues ambos son hijos de Dios y hermanos en Cristo; y prueba de ello es que las primeras manifestaciones de mujeres libres autodeterminándose, pese a la voluntad de sus padres o del estado, fueron las primeras mártires cristianas víctimas de las persecuciones romanas, tales como Inés, Ágata o Cecilia.
La historia desmiente a Amenábar, aunque ni a él ni a quienes hacen de su película un acto de afirmación ideológica les importe lo más mínimo la verdad de los hechos. Amenábar y su colaborador, el guionista Mateo Gil, demuestran una vez más que son unos depurados maestros de la confusión y, con tal de atacar al cristianismo “todo vale” para estos ateos.