Igualito que su padre: Del Rif al Sáhara
Luis de Carlos Calderón. Cuando Mohamed VI accedió al trono, en 1999, los analistas internacionales aseguraron que marcaba distancias con su padre. No ha sido así y la represión sufrida por el pueblo saharaui, y, posteriormente, la manipulación mediática sin posibilidades de contrastar la veracidad de las noticias emitidas por los órganos del gobierno alauita, la expulsión de observadores extranjeros, la prohibición de entrada a diputados de varios países, lo demuestra. Durante estos últimos años, el cierre de algunos periódicos, la ilegalización de varios partidos, la contaminación de la justicia, etc., nos hacen contemplar a Mohamed VI como “digno” heredero de su padre. Conocemos, perfectamente, los bombardeos y toda la lacra de asesinatos, por parte de Hassan II, contra la población del Sahara desde 1976. Pero no estaría de más realizar un breve repaso sobre un precedente que, durante el mandato de Mohamed V, correspondió reprimir a su hijo: el Rif.
Durante tiempo los rifeños guardaron amor a España. La convivencia, en las últimas décadas, con los españoles era recordada positivamente. A diferencia de los franceses, los españoles se mezclaban con los naturales de la región, eran verdaderos vecinos.
El gobierno español de los años 50 veía con buenos ojos la secesión rifeña para mantener a la colonia española fuera de la órbita de un convulso independiente Marruecos. Con la independencia, en 1956, la incorporación para los rifeños al “gran Marruecos”, supondría para ellos un terrible shock en todos los órdenes. Colonizados, de nuevo, pero por políticos marroquíes. Afrancesados del Sur ocupaban los puestos dejados vacantes por los españoles, cuya lengua desaparecía en la Administración y en la educación. Los estudiantes rifeños declararían una huelga en protesta por implantarse el bachillerato francés en lugar del sistema de estudio español. El castellano hablado por la mayoría, junto al rifeño (tarifit o chelja), quedó postergado. Los rifeños, aún hoy, recuerdan que España propulsó su región hacia una cierta modernidad sobre todo en lo concerniente a la sanidad, con campañas de vacunación y lucha contra enfermedades endémicas. Con Marruecos, durante el sultanato de Hassan II, el Rif dio un importante paso atrás.
El descontento se fue generalizando hasta desembocar en los acontecimientos conocidos por la revuelta del Rif. En agosto de 1958 aparecen carteles, en Tetuán, dando vivas a Franco y en Tánger a Nasser, banderas españolas en Tizzi Ifri, y en toda la región ataques a Mohamed V. Las cabilas reclaman la independencia. El levantamiento del Ejército de Liberación del Rif es sofocado, en febrero de 1959, con el bombardeo aéreo de la región con bombas de fragmentación, nápalm y fósforo blanco llevado a cabo por un ejército, dirigido por oficiales franceses y, a su cabeza, el futuro Hassan II. El saldo fue de unos ocho mil rifeños muertos. El escarmiento fue colectivo: hubo pueblos arrasados, propiedades quemadas, mujeres violadas.
Comenzaba así la represión y los largos años de plomo: desaparición de personas, incluidos los que ya eran presos políticos; centros de detención clandestinos, a veces en el desierto, donde con frecuencia, muchas personas permanecieron hasta su muerte; torturas, práctica habitual en las detenciones políticas, con innumerables muertos durante los interrogatorios y otros tantos con lesiones irreversibles; ejecuciones extrajudiciales; eliminación física de disidentes y enemigos del régimen; persecución de delitos de opinión; represión extremadamente violenta de manifestaciones y otras formas de protesta ciudadana, en las que las fuerzas de seguridad abrieran fuego contra los manifestantes. El número de personas muertas o heridas por esta causa era elevado al igual que las detenidas y encerradas en lugares secretos como consecuencia de la represión de los disturbios. ¿Les suena toda esta descripción a sucesos recientes?
En 1976, lo saharauis se sumarían, junto al pueblo rifeño y al marroquí, como nuevos objetivos de la represión inhumana del Majzen. Cansados por los sufrimientos pasados, muchos rifeños se conforman ya con una autonomía. Tal vez la actitud indomable del pueblo saharaui le lleve a recordar quiénes son y de dónde vienen. En cualquier caso, los saharauis no deben nunca fiarse de quien actuando de la misma manera represora, es igualito que su padre, aunque ambos para naciones importantes hayan tenido, y el hijo siga teniendo, patente de corso.