Rafael Nieto. Con 4 décadas ya a mis espaldas, sólo dejan huella en mí las personas especiales. Esas que tienen un alma distinta, que son capaces de emocionarte, de dejarte con la boca abierta, con un par de palabras geniales, con una mirada, con un gesto de ternura. Yo tardé poco en darme cuenta de que José Ignacio Echániz Valiente era un hombre especial y excepcional.
Lo conocí cuando Juanma Pozuelo y yo nos embarcamos en esta maravillosa aventura de www.diarioya.es. Aquellos meses me permitieron conocer la bonhomía de aquel vasco pequeño y regordete, con la eterna sonrisa, con esa educación un poco decimonónica, pero siempre tan cercano, tan familiar. En mi boda, tuvo en sus rodillas sentado a mi sobrino, de pocos meses, como si lo conociera de siempre. Así era él. Y descubrí a San Josemaría Escrivá, uno de los santos que más influencia ha tenido en mí, gracias a Echániz, que me regaló "Camino" una tarde, sin yo saber que era uno de los mejores regalos que me iban a hacer en la vida.
Nos dejó mi querido Ignacio Echániz, me cuentan que leyendo tranquilamente. El día de Navidad..., seguro que le da un poco de vergüenza haberse marchado el mismo día en que nació el Redentor. Ese corazón grande que tenía, en ese cuerpo menudo que rebosaba bondad (nunca supe si era más franquista que falangista, pero lo que sí sé es que era un buen cristiano), dijo ayer que hasta aquí. Y yo creo que Dios disfruta teniendo cerca almas buenas, nobles y puras, y seguro que hoy tiene a Ignacio muy cerca de Él. Querido amigo, nos vemos en el Paraíso. Gracias por tu inolvidable amistad.