Isabel la Católica
Isabel la Católica es hoy la protagonista del día porque murió el 26 de noviembre de 1504. Ya había hecho su testamento, pero tres días antes de fallecer redactó un codicilo, que es un documento empleado para añadir o suprimir algo; de manera que testamento y codicilo forman una pieza para contener las últimas voluntades. El testamento y codicilo de Isabel la Católica está dedicado en su mayor parte a proclamar su fe en la Iglesia y las consecuencias que de ello se derivan.
El Papa Alejandro VI había concedido al regio matrimonio el título de Reyes Católicos, como dice su biógrafo, el historiador Luis Suárez “no como un adorno honorífico, sino con la conciencia de que, desde su convicción absoluta de la divinidad de Cristo y de la integridad de la Iglesia en su fe, iban a asumir un compromiso: el de hacer realidad una Monarquía católica en todos sus dominios”.
Con todos los defectos que se quiera buscar en la verdadera historia, no en la leyenda negra, el paso de Isabel la Católica por esta vida se puede calificar de coherente y ejemplar. Su vida es una sacudida a las conciencias de tantos españoles, católicos en la intimidad y en las celebraciones solemnes del Vaticano, que militan sin rubor en la izquierda laicista o en la derecha pagana, que en estas circunstancias “tanto monta, monta tanto”.