Jean Paul Sartre
El 29 de octubre de 1945 Jean-Paul Sartre pronunció una conferencia que luego se publicaría con el título El existencialismo es un humanismo. Es difícil encontrar un título más falso.
Cuenta Sartre que un alumno le pidió consejo: si ir a la guerra a vengar la muerte de su único hermano, o marchar a casa para ayudar a su madre viuda. Varias páginas de argumentos muy intelectuales desembocan en esto: estás en la soledad más completa, respondió el maestro.
«Si Dios no existe, todo está permitido», dijo Dostoievski. Y Sartre se empeña exactamente en lo contrario. Como si no pasara nada en el mundo si Dios desaparece. La misma moral burguesa, la misma conciencia del deber, la misma angustia por acertar con lo correcto, pero si Dios no existe somos los seres más miserables. Cargados con una conciencia absurda.
Tiene uno la tentación, muchas veces al día, de exclamar, casi como Obélix, que «están locos estos humanos». Hemos vaciado los templos, no sólo porque poca gente va a las iglesias, sino también porque hemos echado a Dios de ellos. Y pretendemos que todo sigue igual.
Sólo volveremos a ser humanos cuando, conscientes y alegres en nuestra esencial limitación, levantemos los ojos para dar culto a Dios.