Victor Alvarado
Cuando uno piensa en el excelente cineasta Ken Loach le vienen a la mente dos imágenes completamente distintas de un hombre muy comprometido a nivel político. La primera tiene un carácter marcadamente social, siendo su mirada optimista. Transmite esperanza y recuerda por momentos a Frank Capra. Recordamos títulos imprescindibles como Buscando a Eric y La parte de los ángeles. La segunda forma de entender el cine es como aparato de propaganda de su ideología (anticlerical y sectaria). De ella han salido cintas muy conocidas. Todos nuestros lectores seguro que se acuerdan de Tierra y libertad, El viento que agita la cebada o Jimmy´s hall que se puede decir que es la continuación de la citada en último lugar.
El realizador nos cuenta la vida de James Gralton, un activista comunista irlandés que, por lo visto, fue expulsado de su país por sus supuestas ideas progresistas. Ha contado con su fiel escudero, Paul Laverty, uno de los mejores guionistas del panorama internacional. El título hace referencia a un local, donde en palabras de Loach en Fotogramas: “Se podía expresar y contrastar ideas. Un lugar en el que la poesía, la música y el deporte encontraban su lugar, donde la gente podía dar rienda suelta a su talento y, por supuesto, bailar. La música y el baile son una manifestación de libertad frente a los que quieren ejercer un control”. La verdad es que después de leer estas declaraciones, uno se queda extrañado, porque ese modo de plantear los temas choca con su odio a la Iglesia y a todo lo que no responda a lo que este director tenga en la cabeza. Jimmy´s hall no tiene el ritmo, ni el nivel que caracteriza al cine de este autor. Por otra parte, nos parece reiterativa, nada original y, sobre todo, muy previsible. De todas formas, el final es un canto a la amistad al igual que ocurría en Buscando a Eric.
La película es una reflexión sobre esos “quijotes” que luchan por sus ideales, aún a riesgo de perder calidad de vida. Lo que llama la atención es el modo en el que tergiversa la realidad que muchos hemos conocido, puesto que presenta a un sacerdote de comportamientos poco evangélicos y tremendamente radicales (si todos fuesen así, los templos estarían vacíos. No es el caso y menos en esa época), mientras que ofrece una visión demasiada edulcorada del comunismo, mostrando tan sólo sus virtudes y ocultando la gran cantidad de defectos que acompañan al marxismo. No obstante, merece la pena destacar que dos personajes antagónicos reconozcan en el otro a un digno rival, al no comportarse con tibieza.