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Líbano, piedra clave de la construcción de la paz en Oriente Próximo

José Luis Orella, 19 de agosto.

El intercambio de cadáveres y prisioneros llevado a cabo entre Israel y Hezbollah ha vuelto a situar al puzzle libanés como la mesa de juego ideal entre Irán y Siria e Israel y EEUU por otro lado. Siria vuelve al escenario internacional y abandona la marginación que tenía por su alianza histórica con la república iraní. La Francia de Sarkozy se coloca la medalla de ejercer de primera potencia del Mediterráneo, desplazando a unos EEUU poco queridos en la región. Sin embargo el Líbano, un país que por su pluralidad podía ser ejemplo de convivencia, y que fue modelo de estabilidad política y puente entre occidente y oriente, no termina de volver a la normalidad. El acuerdo firmado en Qatar entre el gobierno y la oposición, puso una paz momentánea y proporcionó la elección de un presidente, que estuvo estancada durante meses. La elección de presidente en la figura del general Sleiman, subrayó el papel del ejército como una de las pocas instituciones neutrales del país. Sin embargo, el acuerdo no resuelve ninguno de los problemas yacentes en la pequeña nación del cedro. La sociedad pluri-religiosa libanesa, sigue dividida en dos peligrosos bloques, donde la influencia de Siria-Irán y Arabia Saudita-EEUU juegan sus bazas estratégicas sin importarles el futuro del país.

Por un lado, Hezbollah junto a Amal controlan la comunidad chií. La comunidad chiíta tiene una fuerte demografía, que provoca una fuerte emigración del campo a las ciudades, sin escuelas, ni centros sanitarios; el resentimiento es cada vez mayor entre los jóvenes contra la oligarquía sunnita. Son detalles que han ayudado a que los sectores populares del sur de Beirut, del valle de la Bekaa y del sur del país, vean con simpatía la reislamización. El partido de Dios, la formación política tradicional que fundó el Iman Mussa Sadr, desaparecido en un viaje a Libia, proporciona prestaciones sociales, sanitarias y escuelas, que han sido financiadas por Irán. En definitiva es un estado dentro de otro, donde el ejército no tiene fuerza para dominar la situación. Además su líder, Hassan Nasrallah puede atribuirse unos méritos militares únicos. En 1983 expulsaron a los occidentales del Líbano tras los atentados que costaron la vida a 251 marines norteamericanos y 58 legionarios franceses. En el 2000, Israel se retiró del sur del Líbano, sin ninguna contraprestación política. Pero después de haber perdido 800 hombres en la lucha guerrillera emprendida por los chiítas. Desde entonces Hezbollah se ha convertido en el símbolo del orgullo musulmán.

Entretanto, los cristianos se encuentran divididos buscando su supervivencia. La falta de unidad entre los cristianos es una de las claves determinantes para un futuro en paz. Los cristianos conforman el elemento identitario principal de la pequeña nación libanesa, muy vinculados con Europa a través del Mediterráneo. La desaparición de la presencia cristiana en Líbano señalaría la imposibilidad de convivencia entre cristianos y musulmanes, y el fin del único modelo parlamentario árabe en Próximo Oriente.

La extensa pluralidad religiosa y cultural del Líbano ha provocado una manipulación de las cifras reales de su población. La razón de todo ello procede del reparto del poder entre las diversas comunidades. El presidente de la república es un maronita, el presidente del gobierno un sunita, el presidente del parlamento un chiíta, y así sucesivamente. Pero las comunidades han variado su demografía y especialmente la chiíta es la más reivindicativa. Aunque los acuerdos de Taif marcaron una reforma que dividía a 50 % la representación parlamentaria entre cristianos y musulmanes, las tensiones por la manipulación de las cifras subsisten. Según el listado de ciudadanos inscritos en el año 2000, en el ministerio del Interior libanés para obtener el derecho a votar. Los ciudadanos votantes eran 2.649.121 ciudadanos, la población total estaría en 3.800.000. Divididos en comunidades serían: Alawitas, 18.491; armenios católicos, 19.392; armenios ortodoxos 89.649; asirios, 2.120; caldeos, 2.893; chiítas, 638.313; coptos, 83; drusos, 151.971; greco-católicos, 146.644; greco-ortodoxos, 226.488; judíos, 5.956; católicos romanos, 11.333; maronitas, 606.553; protestantes, 18.230; sunitas, 674.571; sirio-católicos, 10.076; sirio-ortodoxos, 14.596. Entre las quejas de los cristianos estarían las nacionalizaciones concedidas bajo dominio sirio de unos 300.000 sunitas sirios, egipcios y palestinos. Por tanto, la comunidad mayoritaria sería la sunita con el 25,4 %; le seguiría la chiíta con el 24,1 %. Por parte cristiana, los maronitas serían el 22,9 %, que junto al 8,5 % de los greco-ortodoxos y comunidades menores, obtendrían en conjunto una presencia del 43,3 % de cristianos. El mayor porcentaje de población cristiana en una nación árabe, algo muy provocativo para el islamismo radical.

En el caso concreto de los maronitas del Líbano que rastrean sus orígenes hacia finales del siglo IV, cuando un grupo de discípulos se congregó en torno a San Marón. Desde la independencia de 1944, los franceses garantizaron la hegemonía maronita, mediante el reparto de poderes entre las diferentes comunidades, quedando la presidencia republicana en manos maronitas. La guerra civil de 1975 provocó un fuerte exilio cristiano y la caída del orgullo maronita. En el momento actual, las diferentes comunidades cristianas necesitan mantener una unidad de acción que preserve su presencia intelectual y demográfica en un país, que hace todavía pocos años eran el único con mayoría cristiana de la región.

 


 
 

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