LA ASUNCIÓN DE NUESTRA SEÑORA
Fidel Garcia Martínez. En ese libro enigmático El Apocalipsis atribuido a San Juan, el discípulo preferido de Jesús, que Hollywood manipula a su antojo para sembrar el tremendismo del final de los tiempos en que según agoreros y nigromantes, revestidos de expertos, estaría ya aquí, según se deduce de la agenda mundial 2020-2030, se narra una visión singular nada feminista al uso, y muy profética: una Mujer con el sol por vestido, la luna bajo sus pies, coronada con doce estrellas, mantiene una lucha total contra el Dragón infernal, que quiere arrebatarle su Hijo, que es llevado junto al trono del Altísimo.
Este texto bíblico es la base de la Festividad de la Asunción de Nuestra Señora en cuerpo y alma a los Cielos, dogma de Fe Católica definido por el Papa Pío XII el 1 de noviembre de 1950. Todos los grandes pintores, Durero, Tiziano Greco, (...) han intentado a su manera y como han podido plasmar en cuadros espectaculares, el gran dogma Mariano.
Esta festividad de la Asunción es el mentís más rotundo contra los maniqueos tan viejos como los antiguos que atacan a la Iglesia Católica con mentiras sobre la dignidad y la corporalidad del ser humano, que Dios lo creó varón y mujer, diferentes pero complementarios en su radical dignidad. Este importante dogma mariano ha sido celebrado por todas artes: pintura, literatura y artes escénicas como el famoso misterio de Elche.
Una de las escritoras místicas más genial de la Literatura Española, Sor María de Jesús de Ágreda, célebre consejera epistolar del rey Felipe IV, escribe en su monumental obra La Mistica Ciudad de Dios, una biografía a lo divino de la Santisima Virgen. “Entró en el Cielo empíreo nuestro Redentor Jesucristo con la purísima alma de su Madre a su diestra (…) La presentó al Padre Eterno con estas palabras: Eterno Padre mío. Mi santísima Madre, vuestra Hija querida y Esposa regalada del Espóritu Santo, viene a recibir la posesión eterna de la corona a la gloria que para premio de sus méritos le tenemos preparada. A Ella pertenecen los premios que con nuestra Voluntad común y condicionada preveíamos para los ángeles inobedientes y para los hombres que los han imitado, si todos cooperaran con su rendimiento y obediencia y nos complació con plenitud en todas las operaciones y mereció el asiento en el trono de Nuestra Majestad. Justo es que a mi Madre se le dé el premio y si en toda su vida y obras fue semejante a mí en el grado posible a una criatura, también lo ha de ser en el asiento en el trono de Nuestra Majestad, porque donde esté la santidad por esencia, esté también la suma perfección"..