La bucólica oratoria de Felipe vs el desafío soberanista de Mas
"... las minorías no tienen sitio cuando la mayoría tiene donde apoyarse..." Nicolás de Maquiavelo
Miguel Massanet Bosh No tenemos la menor duda de que, el discurso del príncipe Felipe pronunciado en la cena que tuvo lugar en el Ayuntamiento de Barcelona en honor a los asistentes al Mobile World Congreso, había sido minuciosamente redactado, revisado por alguien del gobierno de la nación y, con toda probabilidad, aprobado por SM el Rey. Sin embargo, el respeto que me merecen tales personalidades no me va a impedir, desde mi modesto puesto de ciudadano de a pie residente en esta comunidad catalana, de ponerle algunas objeciones que, seguramente, se deberán al hecho de que los españoles, patriotas, que por las circunstancias que fueren, debemos residir en esta autonomía, contemplamos bajo un prisma distinto, el problema del independentismo catalán y sus consecuencias, de aquel que, con toda probabilidad, utilizan desde la capital del reino. Sin duda alguna, por lo que hemos leído en los periódicos o escuchado en las tertulias de radios y TV, son muchos los que se han mostrado de acuerdo con el tono de baja intensidad con el que el Príncipe se dirigió a los catalanes en inglés, castellano y catalán; la escasa firmeza con la que se expresó ( sin duda debido al marco en el que se desarrollaba el acontecimiento y la clase de audiencia a la que se dirigía) hablando de “colaboración entre instituciones” y pretendiendo dar la impresión de que todas las instituciones habían colaborado unidas y sin fisuras, para que el congreso pudiera tener lugar.
Es posible que, desde el punto de vista del Gobierno, fuere conveniente esconder la realidad de la Catalunya actual y dar la impresión, ante los miles de invitados extranjeros al evento, de que en España no había problema alguno entre las distintas administraciones autonómicas. Todo estaba muy bien si, como era de esperar, el señor Mas no aprovechara la ocasión para poner el dedo en la llaga y repitiera por enésima vez, ante el mismo Príncipe y el ministro de Industria, señor Soria, sus acostumbrados despropósitos acerca de la “Catalonia”, su interés en ser tomada en serio por Europa y sus latiguillos independentistas. “Os acoge-dijo- la capital de una vieja nación europea (¿Desde cuando Catalunya fue un vieja nación europea?), que ha sabido preservar su personalidad, su lengua, su cultura y sus instituciones de autogobierno ( que sepamos no tiene autogobierno alguno, simplemente depende de España y de ella ha recibido algunos traspasos para que los administre) y que está haciendo una apuesta radical de innovación (¿llaman innovación a enfrentarse a la Constitución española e incitar a separarse de España?)”. ¿Venía a cuento este speech, de tinte nacionalista, en un espacio netamente económico? Desde luego que no, pero no olvidemos que ha llovido sobre mojado si queremos recordar la entrevista que La Vanguardia le hizo a la comisaria europea, señora Viviane Redíng. con motivo de su visita a Barcelona ( ignoramos quién fue que la invitó) Estamos convencidos de que, ni los separatistas catalanes ni los abertzales vascos, dan puntada sin hilo.
Todo hace suponer que, ambos grupos, mantienen estrechas relaciones y que no se puede atribuir a la casualidad que, al mismo tiempo, hayan hecho acto de presencia los de la Comisión Internacional de Verificación del tema de ETA con el Estado, para hacerse notar y a la vez, aparezca en Barcelona esta señora que, por lo visto, está de parte de los independentistas catalanes ( cenó a solas con el señor Durán) y que ha hecho declaraciones fuera de lugar, imprudentes y contrarias a lo que las propias leyes comunitarias tienen establecido. Es de suponer que el apoyo extemporáneo del señor Urkullo (que hace poco pedía a ETA que se disolviese) que ahora se ha constituido en el protector y guardaespaldas de los de la CIV, tenga alguna finalidad política relacionada con los etarras presos o con la reducción de sus condenas. Verán, para empezar, así como están las relaciones con Catalunya; teniendo en cuenta los desplantes que continuamente están haciendo tanto desde la prensa, como desde el Parlament catalán, así como en el Parlamento de la nación; junto a los repetidos incumplimientos de las sentencias y resoluciones de los tribunales de justicia; se nos antoja que con la asistencia del ministro Soria, en representación del Gobierno, hubiera sido suficiente. La presencia del príncipe Felipe le permitió al señor Mas escenificar una escena en la que daba la sensación de adoptar una actitud protectora, yo diría que de superioridad, como si considerase a don Felipe como a un huésped que se recibe no en una parte de España, sino en una nación distinta.
El hecho de que se permitiera volver a reivindicar, delante del Príncipe, sus conocidas argumentaciones independentistas, demuestra el poco respeto hacia quien, al fin y al cabo, es el hijo de la máxima autoridad del Estado y garante de la unidad de la nación. Fue demostrar a don Felipe lo poco que le importaba el Rey de España, la unidad de la nación y la propia Carta Magna. En todo caso, visto el comportamiento, evidentemente impropio e inoportuno del señor Presidente de la Generalitat, algo previsible conociendo como se las gastan los independentistas, creemos que el Príncipe debió de haber hecho en su alocución, una afirmación enérgica y rotunda sobre la unidad de España, dejando clara la postura de la monarquía sobre este tema. Resulta infantil que, todavía, haya algunos que piensen que con el “diálogo”, las cesiones económicas, los traspasos de más competencias o concediendo mayor autonomía de gobierno a los catalanes, es posible que, los que están pidiendo la separación de España, cedan en sus reivindicaciones. Todas estas concesiones, estos intentos de hacerse los simpáticos y el ir dejando pasar el tiempo pensando que, los separatistas, van a renunciar a sus objetivos; no tienen más que la posibilidad de que, la semilla que están intentando sembrar en las naciones europeas, como ya se ha visto en el caso de la señora Viviane Reding, puedan ir tomando cuerpo; de modo que se llegue a pensar que Catalunya está sojuzgada por el resto de España, lo que, sin duda, podría llegar a crear graves problemas a los españoles.
Los ciudadanos españoles tenemos derecho a reclamar, a nuestros gobernantes, que reaccionen ante la evidente progresión del problema separatista. No nos convence que, de tanto en tanto, aparezca el señor Rajoy para decir que “la unidad de España no se discute” porque, además de no ser cierto, no sirve para que quienes la están poniendo en cuestión, dentro y fuera del país, acepten amoldarse a las leyes que amparan esta indisolubilidad y solidaridad de todos los pueblos de España. Quizá fuera acertado que SM el Rey, como ya sucedió hace unos años, expresara públicamente que, como garante de la unidad de la nación, no iba a permitir ninguna aventura secesionista y que, cualquier intento de cometer tal delito, sería reprimido adecuadamente. Evidentemente que para un gobierno en el que predominan los “negociadores”, que temen las “reacciones” y que todavía creen en que lo de Catalunya y el País Vasco se va a solucionar sin grave quebranto para España; todo esto que digo se entenderá como una herejía. Es posible que me equivoque, y desearía de todo corazón que fuera así; pero, de momento, mucho nos tememos que la realidad no apunte hacia otro resultado. O así es, señores, como vemos el triste panorama de la comunidad catalana.