La calma de JJ Cale
Paco Ochoa. 13 de marzo.
Cuando escuché la primera canción de Dire Straits, creo que fue en 1978, estaba convencido de que uno de mis artistas favoritos había editado un nuevo disco. Allí estaba la misma voz perezosa, el cadencioso trote de la sección rítmica y la guitarra punzante iluminándolo todo con destellos breves y exactos. Me costó convencerme de que los protagonistas eran un grupo joven, y británico, que prometían mucho y que desde luego no tenían nada que ver con el genio de Oklahoma del que esperaba novedades. Esta sorpresa no fue la primera. Justo el año anterior, había escuchado al mismísimo Eric Clapton cantando una composición de nuestro hombre, Cocaine, sin hacer el más mínimo esfuerzo por distanciarse del estilo y el sello personal de su creador.
Lo curioso es que JJ Cale sigue siendo el mismo. A pesar de ser uno de los artistas más influyentes del último medio siglo, de haber creado canciones que ya son clásicos y de tener una forma de interpretar que ha sido imitada hasta la saciedad; nuestro protagonista de hoy sigue imperturbable. Compone cuando le apetece, graba cuando quiere y mantiene un cierto rechazo a las actuaciones en público, las entrevistas y la popularidad en general. A sus setenta años, puede presumir de una carrera ejemplar que desde el inicial Naturally de 1971, nos ha regalado trabajos extraordinarios como Troubadour (76) o Grasshopper (82) y temas definitivos como After Midnight, Call Me The Breeze o la ya citada Cocaine. Todos con ese aire inimitable de irlos cantando desde el porche de su casa, mientras el gato ronronea sobre una mesa y una cerveza helada entretiene las pausas.
Ahora ha vuelto con un nuevo disco titulado Roll On y, por supuesto, todo sigue igual: medios tiempos pantanosos, melodías de media tarde y la misma guitarra y voz pausada de siempre. Buenos cortes, sin que ninguno destaque especialmente, e invitados ilustres, como ese eterno deudor que responde al nombre de Eric Clapton.
El mismo sonido, en el mismo paisaje. Al fin y al cabo ya lo adelantó en aquella extraordinaria Call Me The Breeze, que popularizaron en medio mundo Lynyrd Skynyrd: No hay cambios en el tiempo, tampoco hay cambios en mí. Al fin y al cabo, el viejo Cale no los necesita: él es eterno.