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Diario YA


 

Una doble amenaza

La democracia chilena está seriamente amenazada desde dos polos que parecen opuestos

Gonzalo Rojas Sánchez. La democracia chilena está seriamente amenazada desde dos polos que parecen opuestos, pero que se complementan perfectamente.
   Por una parte, desde quienes buscan impedir la discusión sobre el pasado, la difusión de la investigación histórica, la libertad de expresión y el derecho de reunión.
  Es el caso del senador Alejandro Navarro y de los diputados de la DC Silber y Chahin.
   Los tres han manifestado su oposición a la exhibición de un documental sobre el Presidente Augusto Pinochet.
    Viva su libertad de opinión al respecto, si sólo pretendieran tener tribuna. Pero quieren ir más allá.
  Navarro ha calificado la exhibición como un acto de provocación, como un agravio político-social; Silber recuerda que ha presentado un proyecto de ley con el objetivo de prohibir o restringir este tipo de reuniones, porque hacen apología de la violencia, de la discriminación y de las violaciones a los derechos humanos; por su parte, Chahin ha sostenido que son actos que debieran de todas maneras evitarse.
        En síntesis: un grupo de personas quiere asistir a un documental histórico, arrienda un local con sus recursos, no pretende ofender ni imponer nada a nadie de los restantes millones de chilenos que no asistirán, explicará después a través de unas pocas columnas o entrevistas lo que vieron y, por ese simple hecho, un senador y dos diputados consideran a esas personas al margen de los derechos fundamentales de todo ciudadano.
     Enemigos del pueblo se los llamaba en la URSS; disidentes pasaron a ser después, cuando se los mandaba a la última sofisticación del Gulag, los hospitales psiquiátricos.

       Junto a esta amenaza ya tan conocida en Chile ("momios, al paredón") se cierne otra sobre nuestra democracia.

       Y es la posibilidad de que en los próximos comicios los sufragios válidamente emitidos pudieran corresponder a menos de la mitad de los electores hoy automáticamente inscritos.

       Entonces, si un drama así llegara a concretarse, habría que preguntarle a los parlamentarios citados y que hoy entienden la democracia chilena con tan escasa tolerancia y generosidad, si no llegado ya la hora de que reconozcan su sectarismo, hagan su mea culpa y procedan a una digna retirada.

       Quizás puedan entender que el pueblo los ha declarado prescindibles.